Un miserable rancho de hojalata para el coronel, su mujer y el macondiano gallo de pelea |
Pocos creyeron en la
factibilidad de tal proyecto artístico. Fueron muchas las voces agoreras que advertían
la inminencia del fracaso estrepitoso. Pero el tesón y la tozudez de William
López y Carlos Scoffio impulsaron el
carromato teatral y se dio el milagro: la
memorable y oportuna reposición del montaje El coronel no tiene quien lo escriba, tal como lo concibió Carlos
Giménez hace 25 años con su Rajatabla, con otro elenco,por supuesto.
Pero ahora, con el remontaje,
que con justicia firma Pepe Domínguez, en su primera etapa hizo 13 funciones (cuatro en la sala Bolívar y 9 en el Teatro Municipal de Chacao) suficientes, por ahora, para impactar a nuevos espectadores o quienes aún quieran
refocilarse y meterse una vez más en esa
única máquina del tiempo que es la memoria, como es nuestro caso.
¿Qué cuántas veces disfruté de la puesta original y las reposiciones que hicieron con Germán Mendieta? No sé,
perdí la cuenta porque no hay manera alguna de acumular tantas emociones estéticas y
las reflexiones políticas que generaron aquellas representaciones.
El coronel… ,de este intrincado 2014, nuevamente estruja el alma al contemplar a una
mujer y un hombre unidos hasta más alla de la muerte por su fracaso existencial,
tras sepultar al hijo asesinado durante una riña de gallos y quedarse solos con
la casa -mísero rancho de hojalata- hipotecada y la pensión que nunca llega. Dos
seres para quienes la dignidad es una coraza contra el horror de que ya no tienen futuro, porque, como lo escribió Giménez,
sumergirse en el texto teatralizado de El coronel…
es introducirse en el drama de la irredenta sociedad latinoamericana, donde
fracasan los arquetipos revolucionarios y todo no pasa de ser una fiebre de múltiples
colores que devora a sus habitantes en medio de un canto coral a la desesperanza. Ahí se
materializa lo que produce la esperanza fallida y la ilusión rota ante promesas
no cumplidas, por esos asaltos a la honestidad y los pactos de muerte.
No le fue fácil al repositor
director Domínguez armar el elenco y adiestrarlo. Contó con veteranos como Aura Rivas, Miriam
Pareja y Francisco Salazar entregados a
plasmar a los desesperados ancianos y los
diestros Gonzalo Velutini, Marco Alcalá, José Sánchez y una desafiante
Loly Sánchez. Apuntalados en una nueva generación de comediantes empeñados en
no fracasar. Y todos dentro del mágico
rancho de Rafael Reyeros
¿Eran anarquistas el
atrevido teatrero Giménez y el escritor Gabriel Garcia Marquez? No sé. Ambos
coincidieron en su amarga reflexión sobre este continente y por eso el
espectáculo teatral no deja títere con cabeza, ni Dios se salva de su diatriba
contra todo lo establecido.
El coronel no tiene quien le escriba en esta resurrección del
20014 busca ahora una sala para reiterarles
a los venezolanos que deben derrotar a la expoliación de su riqueza y rescatar
su esperanza traicionada y así vivir como seres humanos y alcanzar
la felicidad.
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