El director repositor del máximo espectáculo de Carlos Giménez: Pepe Domínguez B.: |
Carlos Giménez hizo mutis el 27 de marzo
de 1993 pero sus espectáculos teatrales prosiguen en los escenarios venezolanos
y del mundo. Gracias a Francisco Alfaro y William López, en la presidencia de
Rajatabla y de varios directores
repositores, no han salido de escena montajes como Tu
pais está feliz (Antonio Miranda), Bolívar
(José
Antonio Rial), Señor Presidente (Miguel Ángel
Asturias) y más recientemente El coronel
no tiene quien le escriba (Gabriel García Márquez).
A raíz de la reciente temporada de El coronel no tiene quien le escriba, con 13 funciones en el teatro Bolivar y
el Teatro Municipal de Chacao, y en vísperas de una programación más larga, entrevistamos
a Pepe Domínguez, el director repositor.
-¿Que lo lleva a convertirse en el repositor oficial de
Carlos?
-Hubo otros antes que yo: Daniel
López repuso El Coronel… (1995) y Roberto Stopello Bolívar
(1998). En ambos estuve involucrado como productor y actor. En el 2002, Francisco Alfaro me invita a traer a
escena una nueva versión de Señor Presidente. Dudé en un principio,
pero ante la insistencia y la promesa de colaboración de muchos de los
integrantes del primer elenco, nos atrevimos a penetrar en la mente creadora de
Carlos y la estrenamos en la Sala Rajatabla durante el Festival Internacional
de ese año. La pieza se mantuvo a sala llena seis meses e hicimos varias
presentaciones internacionales. Luego vendría el reto de Tu país está feliz, que diera nacimiento al grupo y se mantendría
durante tres años en diferentes carteleras teatrales tanto a nivel nacional e
internacional. La obra de la que muchos dicen marca un antes y un después en el
teatro venezolano, Carlos la fue variando y remodelando a lo largo de esos años;
no había videos, sólo los recuerdos frágiles de algunos protagonistas y los
apuntes de dirección facilitados por Antonio Miranda. Con la ayuda de Xulio Formoso, Paco Alfaro y
muy especialmente de Juan Pagés logramos mostrar “el espíritu del 71”, que
luego, e imitando un poco a Carlos, fuimos remodelando en los casi cuatro años
de presentaciones en Caracas y el interior del país. Sólo en Cumaná hicimos 30
funciones. Y ahora la prueba de fuego: El coronel no tiene quien le escriba. En
un principio no era mi intención dirigirla; quería actuar, pero al final
William López y Carlos Scoffio insistieron en darme la batuta y se lo
agradezco, porque ha sido una experiencia singular: he vuelto a reunirme y
mantener largas tertulias con grandes
amigos: Carlos, Pepe, Paco y Germán.
- ¿Cómo se remonta un espectáculo de Carlos?
-Con oficio y estudio, no sólo del
trabajo de Carlos, sino de las raíces de la estética gimeniana. El haber vivido
la experiencias y el proceso de creación de muchos espectáculos de Rajatabla,
con y posteriores a él, pero marcado con su sello y disciplina. A raíz de la
partida del maestro tuve la oportunidad de organizar los archivos del grupo y
allí descubrí mucho material no sólo del proceso del grupo sino también de los
inicios de Carlos Giménez en Córdova con la profesora Castañeda y las
influencias lorquianas, sus primeros viajes a Europa, su recorrido siendo casi
un adolescente por Latinoamérica hasta llegar a Manizales y luego a Caracas.
Materiales de La Orgía, reflexiones y escritos inéditos, tu libro Carlos
Giménez, tiempo y espacio, entrevistas y discusiones con tantos y tantos artistas que
tuvieron la dicha de trabajar con este egregio creador. Hay en especial una
conversación con su hermana Anita Llanos, llena de sorpresas, del Carlos niño y
el artista adolescente. que me marcaron mucho y me descubrieron entre visillos
su forma de interpretar la vida a través de la poesía escénica .
-¿Tiene
vigencia la estética de Carlos?
-Basta con ir al teatro y ver la
reacción del público al final de una función de El coronel
no tiene quien le escriba para
responder a esa pregunta. Recuerdo las palabras de un joven director de teatro
(hoy uno de nuestros más prolíficos creadores): “He aprendido más de teatro con
este espectáculo que en cinco años de estudios en…”. La estética de Giménez es
como esos vinos añejos: el tiempo los hace aún mejores. Por eso me molesta que
algunos “eruditos” critiquen el mantener
con vida su trabajo para el conocimiento de nuevas generaciones o el redisfrute de las viejas ¿Cuál es la
diferencia entre un dramaturgo y un director? ¿Por qué lo escrito si y la
imagen no? Mientras pueda, mantendré palpitando el arte gimeniano y estimularé
a otros para que la continúen, hasta que sea el público quien la calle.
Trabajo positivo
Pepe no cree que su trabajo como
repositor lo haya anulado. “Al contrario, me ha enriquecido de manera
sustancial y revalorizado mis conceptos del espacio y el tiempo. No es
casualidad que luego de la reposición de Señor Presidente lográramos trabajos
como Buñuel, Lorca y Dalí o
En un lugar de la Mancha, con un discurso muy propio y de una
factura bastante aceptable o luego de Tu país… llevar a escena
obras como Plenilunio en la casa del dolor o
Cuando quiero llorar no lloro donde me atreví a indagar sin prejuicios en
una teatralidad esencialmente mía. ¡Que no he aprendido! Podría escribir una
tesis. Giménez era un creador lleno de recursos; nada dejaba al azar. Sus
montajes son muy cerebrales, estudiados; obsesivos en sus formas, de un rigor
geométrico, un equilibrio perfecto y sobre todo de un gran conocimiento de la
plástica. Pero todo, absolutamente todo, tiene un objetivo (signos, símbolos),
un orden sintagmático, que cumple no sólo la función de poetizar la realidad,
sino que persigue en el espectador visualizar su entorno, sus raíces, presentar
lo feo como bello para impactar sus sentidos y despertar su razón. La obra de
Carlos es tan nuestra, tan latinoamericana, tan desnuda a la vista que tú no
sabía si observabas al hombre mirando la vida a través de una ventana, o eras
tú quien contemplabas esa vida a través de una ventana”.
No es panfleto
El
texto de El coronel no tiene quien le escriba fue revisitado e interpretado con
imágenes y frases de La
hojarasca, Los funerales de la mama grande y esa atmósfera penumbrosa y
mágica de Cien años de soledad. El coronel y su esposa,
además del médico, no tienen nombres, son símbolos de sectores de la sociedad
colombiana o latinoamericana, pero Agustín, así como otros personajes
claves de la anécdota, tiene nominativos. No es panfleto. Es una sobria y
amarga reflexión sobre la historia de un viejo militar retirado que pudo lucrar
con la revolución en la cual participó, pero quien optó por ser honrado y
esperar una pensión. Es una denuncia sobre la desidia de los gobernantes empeñados
en tener en condiciones similares al más salvaje e inhumano
esclavismo a sus ciudadanos. Veinticinco años después de su estreno en el
Teatro de la Ópera de Maracay y el Festival de Spoletto, volvió
para inaugurar el teatro Bolivar y el Festival de Teatro de Caracas.
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