Lo estrenaron en la UCAB y ahora lo muestran en Santa Fé |
Por ahora seguirán
presentándose en el Teatro Santa Fe los viernes y esperan viajar a Miami durante el venidero octubre. Esos son los
planes de Virginia Aponte y su AGOteatro, la veinteañera agrupación profesional
de exalumnos de la Universidad Católica Andrés Bello, quienes insisten en
mostrar un espectáculo, bien actuado y
de amargo rotulo poético. Este Memoria del silencio es vital e importante para el
ahora de Venezuela y América entera, porque replantea un descarnado análisis
desde la razón, la sinrazón y los sentimientos de las existencias
de quienes viven o vivieron el proceso revolucionario de Cuba, iniciado aquel 1
de enero de 1959.
Memoria del silencio es el testimonio de
las hermanas Lauri y Menchu, separadas por la revolución. Una, a los 18 años,
va a Estados Unidos para seguir a su amado Robertico, y la otra se queda en La
Habana por estar con su adorado Lázaro. Después de 40 años, cuando ya no tienen
a sus caballeros, se reúnen y materializan sus historias vividas
desde experiencias tan distintas que podrían parecer irreconciliables. Tal
reencuentro les permite soltar fantasmas creados durante cuatro
décadas de silencios y martirios, y es así cuando se preguntan si conocieron la
felicidad, o si todos fueron sueños o espejismos fugaces. Y cuando
despiertan deben proseguir su ruta hacia la salida, tras admitir que fue
engaño o equivocación, pero al menos vivieron y conocieron ramalazos del amor.
¡Existencialismo a la cubana!
Memorias del
silencio es una
estrujante versión, adelantada por Virginia, de la novela homónima de Uva
de Aragón sobre hechos que ella vivió y sufrió, quien además la puso en escena
para que la encarnaran Soraya Siverio, Lucrecia Baldasarre, Carlos Domínguez y
Unai Amenabar, todos patéticamente entregados a sus pensados y sentidos roles
humanos.
Hacía muchos
años que no veíamos correr lágrimas de verdad ni contemplábamos el húmedo sudor
de cuatro seres, empeñados en enseñar con sus personajes dos amargas
historias de soledades y desatinos, donde la realidad solo se recupera en pocos
momentos: cuando devoran sendos helados de chocolate en platillos metálicos, o
bailan los cálidos ritmos cubanos.
Con Memorias del silencio continúa Virginia Aponte
suscitando y proponiendo urgentes reflexiones sobre temas trascendentales para
la comunidad caraqueña, como son la necesidad del encuentro y el afecto.
Ninguna otra artista adelanta tal proeza y Venezuela se dará cuenta de tan
valiosa acción cultural cuando sus artífices se marchen a otros destinos. Ella
(llegó de La Habana hace unos 50 años) no se muda ni deserta todavía. Y menos
ahora que ha producido y exhibido este espectáculo, que no es exaltación ni
anatema, sino dolorosos y lacrimógenos testimonios de dos hembras que se
descubren abusadas y solitarias. Hay millones de féminas quienes se
preguntan el por qué y el para qué de tantos desatinos con ellas y sus
familias por ideologías que aún son irreconciliables.
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