Un trío de seres empeñados en buscar el amor |
¿Qué tiene Isaac Chocrón
Serfati (Maracay,1930/Caracas, 2011) cuyas piezas están en los escenarios a escasos tres años de su mutis? Hay
miembros de su familia elegida haciendo temporadas para difundir su sabiduría,
la cual ahora es necesaria. Es por eso que en Madrid montaron Animales
feroces (1963),
mientras en la argentina Córdoba hacen temporada con La máxima felicidad (1975).
Y por si fuera
poco en Caracas recién salió de cartelera Los navegaos (2006)
y ya alistan
Asia y el Lejano Oriente (1966),
La revolución (1971) y
Mesopotamia (1980)
para tomar los escenarios y cerrar así este año chocroniano, pero antes hay que disfrutar de la más reciente
versión de La máxima felicidad, ¡Donde
se le evoca y predica su sapiencia!
En la Sala Santa Fe,
con La máxima felicidad debutó
el conocido productor Nelson Lehmann como director, apuntalado por el consagrado
comediante Gonzalo Cubero y los promisorios actores Mayte Parías y Jornell
Ariza, todos apoyados por Carlos Scoffio en la producción general.
La tarea de Lehmann
se apoya en las interrelaciones de los actores, labor nada fácil, porque sus
personajes están sobrecargados por estereotipos sociales y aun en el encierro
donde viven (un pequeño apartamento), están presentes “el-que-dirán” o “el
infierno” que Jean Paul Sartre, en Huis
clois o No Exit, pone en los
otros o en ellos mismos. Y destacan sutiles atmosferas románticas y las
aburridas ceremonias del egoísmo humano. ¡Están presentes la pugna entre la
juvenil belleza y la fea vejez cobarde!
Caracas se escandalizó en 1975 con el estreno de La máxima felicidad porque
Chocrón, desde el teatro Alberto de Paz y Mateos, advertía que el amor perfecto
o verdadero era el de tres, el trio, y lo plasmaba entre un maduro Pablo
(homosexual), y los jovenes Leo (bisexual) y Perla (promiscua), además
embarazada por “tal desatino”. Subrayaba que el amor es necesario “al extremo”
para poner a prueba ese extraño triangulo, donde el compromiso y el respeto son
sus principales honradeces para enfrentar al futuro incierto…y la eventualidad
de la muerte, irónicamente, solo los acerca más, los impulsa a vivir con
plenitud. Este triunvirato ensaya con errores y aciertos un nuevo y radical
modelo de familia…porque ellos buscan desesperadamente la máxima felicidad.
No era fácil digerir
lo que Chocrón proponía pero el tiempo ha actualizado ese afán que no cesa en
buscar y conservar el amor a toda costa y sin detenerse ante el acierto y el
error, aunque salgan complicaciones como los hijos, biológicos o adoptados. El
amor es el vellocino de oro a conquistar.
Un amor sin rotulo, como lo poetizaba Oscar Wilde y por eso se sacrificó.
La obra no receta
cómo plantear la familia, pero si es una fuerte apuesta al experimento de ese nada
tradicional trío. La máxima felicidad
recuerda, eso sí, que los humanos deben luchar para hacer felices a sus
congéneres y así alcanzar lo que les
corresponde.
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