Este próximo 21 de octubre se
cumplen 23 años de la muerte de Cabrujas (1937-1995). Actor, guionista de cine
y tv, dramaturgo y articulista. En todas las facetas su talento destacó
notablemente. Imposible olvidarlo. ¡Qué falta hace! Nos lo recuerda
precisamente ese intelectual de obra propia
que es Rafael Arráiz.
Nada mejor que recordarlo en estos tiempos de revolución
ya que no podemos contactarlo en el más allá, en ese espacio ignoto de las
ondas gravitacionales donde está su voz ronca, agorera y entusiasta.
Murió vivo y legó vastísima obra literaria que lo sobrevive. Nació el 17 de
julio de 1937 en Caracas y le falló el corazón en Porlamar, el 21 de octubre de
1995. Era José Ignacio Cabrujas, vitriólico y original intelectual que amó
demasiado a esta Tierra de Gracia y quien sí enseñó las claves de su método, cabrujiano,
para interpretarla. Lo recordamos hoy para que nadie, inteligente y además
patriota, lo borre de sus agendas y menos en este año cuando se cumplen
22 años de su desaparición física.
Imposible evocar a
Cabrujas sin aludir al crítico Leonardo Azpárren, quien, auspiciado por la
Universidad Simón Bolívar, adelantó la compilación de toda su obra teatral, y
la periodista y escritora Yoyiana Ahumada porque en su libro El
mundo según Cabrujas, importante compendio de 320 páginas, impresas
por Editorial Alfa, con textos ineludibles que recogen las impresiones de una
de las intelligentzias más complejas y brillantes del siglo XX criollo; ahí
reposa una parte de la consecuencia del periplo intelectual y humano del
legendario autor de El día que me quieras, Acto
Cultural, Profundo y El Americano Ilustrado,
para citar algunas piezas memorables de ese mural de la Gran Venezuela que nos
enseñó a conocer y amar. Pero dejemos que sea esta apasionada trabajadora
cultural quien revele más detalles sobre esta joya literaria nacida de un acto
de amor.
Vigencia de un
autor
La colega Ahumada
puntualizó que cuando un investigador se obsesiona con un autor, y eso es
exactamente “lo que me ha sucedido a mí. Desde mi tesis de Magister Literarae
en la Universidad Simón Bolívar, hasta los artículos que he escrito, los
seminarios etcétera, me han permitido descubrir claves cabrujianas sobre una de
las intelligentzias más completas del siglo XX venezolano como lo fue, o lo
sigue siendo Cabrujas”.
Pero Ahumada no propone a Cabrujas como modelo, “porque en su permanente juego dialéctico, y su brillante juego paródico, siempre marcó distancia con voces como la de Arturo Uslar Pietri, que fungía de una especie de oficiante del “deber ser” del venezolano. Cabrujas rompió con el modelo del intelectual distante del país, del venezolano de a pie y se puso de tú a tú con él. Creo que las nuevas generaciones deberían estudiarlo para comprender las claves del fracaso del proyecto de Venezuela como país, para profundizar en los tópicos sobre los cuales hemos construido la idea de la venezolanidad y el porqué de nuestras taras: la provisionalidad, la distancia entre las instituciones y el individuo; el fracaso de esas propias instituciones, el concepto del Estado Mágico; el país como lugar de paso, la ciudad del “mientras tanto y por si acaso”, el redentorismo entre otras. Comparto lo de que dice el escritor Alberto Barrera Tyzka en cuanto a que “El Estado del Disimulo”, una entrevista realizada en el marco de la Comisión para la Reforma del Estado (1987) debería ser un texto fundamental en el bachillerato”.
Pero Ahumada no propone a Cabrujas como modelo, “porque en su permanente juego dialéctico, y su brillante juego paródico, siempre marcó distancia con voces como la de Arturo Uslar Pietri, que fungía de una especie de oficiante del “deber ser” del venezolano. Cabrujas rompió con el modelo del intelectual distante del país, del venezolano de a pie y se puso de tú a tú con él. Creo que las nuevas generaciones deberían estudiarlo para comprender las claves del fracaso del proyecto de Venezuela como país, para profundizar en los tópicos sobre los cuales hemos construido la idea de la venezolanidad y el porqué de nuestras taras: la provisionalidad, la distancia entre las instituciones y el individuo; el fracaso de esas propias instituciones, el concepto del Estado Mágico; el país como lugar de paso, la ciudad del “mientras tanto y por si acaso”, el redentorismo entre otras. Comparto lo de que dice el escritor Alberto Barrera Tyzka en cuanto a que “El Estado del Disimulo”, una entrevista realizada en el marco de la Comisión para la Reforma del Estado (1987) debería ser un texto fundamental en el bachillerato”.
¿Vale la pena
recordar a Cabrujas, cuando no lo montan con la frecuencia que se merece?
-El hecho de que
no lo lleven a escena es un tema que habría que preguntarse, y siempre me ha llamado
la atención que salvo Profundo y por supuesto su obra más
famosa, El día que me quieras, sean las únicas que se hayan
montado varias veces. El Trasnocho Cultural ha hecho varios
homenajes a través de lecturas dramatizadas y montajes, pero hasta ahí llega.
Pienso en Acto Cultural (mi favorita) que hoy día
tiene mucha vigencia, mucho que decirle al país sobre un proyecto cultural que
a troche y moche se quiere imponer al país. Me refiero al anacronismo de la
cultura endógena de pájaros guarandoles, y chiriguares, de un teatro político
mediocre; y marcado por una orientación del “prolet kult”. Creo en la
resistencia cultural e insisto ir en contra de la desmemoria.
¿Qué es lo
importante de Cabrujas?
-Cabrujas me
apasiona en primer lugar porque desde el punto de vista dramatúrgico es un
genio que combina con maestría el manejo de técnicas modernas de intervención
ficcional, como la parodia, la ironía, etcétera, con géneros aparentemente
arcaicos como el sainete. Su construcción de personajes es muy profunda y ese
es un gran hallazgo que no se repite en otros autores venezolanos, la
construcción de personajes que llegan a convertirse en arquetipos Pío Miranda
por ejemplo. Son personajes con los cuales el autor te permite establecer
empatía porque son como uno, meten la pata, con una ingenuidad, que sólo te
despierta compasión y ese giro ya los hace inolvidables y profundamente
humanos.
En cuanto a los argumentos indudablemente la capacidad de “historiar” el teatro es extraordinaria, de que la historia nacional le sirva como telón de fondo para un argumento es un teatro enraizado en la venezolanidad para hurgar en esa Gran Historia, la de Eduardo Blanco o Gil Fortoul y parodiarla, y decirnos “mira epa no sigas creyendo que somos un país grande”, sino un gran país mediano donde un protocolo, como el de Rojas Freire, borra 300 mil kilómetros del Esequibo porque se derramó una compota de hicacos como en la escena de El americano ilustrado . Cuando llevaron a escena El día que me quieras, yo la veía y decía está hablando de Pío Miranda, un comunista que ni siquiera leyó el Manifiesto, que ni sabía por qué lo era. Símbolos vaciados de significado. Así mismo desde el punto de vista de la estructura dramática Cabrujas y eso lo recoge buena parte del trabajo crítico sobre su obra está construida como una partitura porque era melómano y erudito de la ópera.
En cuanto a los argumentos indudablemente la capacidad de “historiar” el teatro es extraordinaria, de que la historia nacional le sirva como telón de fondo para un argumento es un teatro enraizado en la venezolanidad para hurgar en esa Gran Historia, la de Eduardo Blanco o Gil Fortoul y parodiarla, y decirnos “mira epa no sigas creyendo que somos un país grande”, sino un gran país mediano donde un protocolo, como el de Rojas Freire, borra 300 mil kilómetros del Esequibo porque se derramó una compota de hicacos como en la escena de El americano ilustrado . Cuando llevaron a escena El día que me quieras, yo la veía y decía está hablando de Pío Miranda, un comunista que ni siquiera leyó el Manifiesto, que ni sabía por qué lo era. Símbolos vaciados de significado. Así mismo desde el punto de vista de la estructura dramática Cabrujas y eso lo recoge buena parte del trabajo crítico sobre su obra está construida como una partitura porque era melómano y erudito de la ópera.
Cabrujas publicó
casi todas sus obras y otros libros, entre ellos recordamos: Profundo, Acto
Cultural, Fiésole, El día que me quieras, Una
noche oriental, El Americano Ilustrado, Autorretrato de
artista con barba y pumpá y Sonny. Y un libro
póstumo, Latinoamérica inventó la telenovela, resultado de un
taller que dictó sobre “El Libreto de Telenovelas”, en el Instituto de
Creatividad y Comunicación (ICREA).
Para el crítico
Azpárren Giménez, El Americano
Ilustrado es la coda del conjunto de obras que hicieron de él un
dramaturgo indispensable. La historia de los hermanos Lander y sus relaciones
con Antonio Guzmán Blanco, el Ilustre Americano, trasciende los enredos de la
intriga para presentar el mundo de privaciones, anhelos y frustraciones de los
personajes. Arístides y Anselmo Lander no resuelven, al igual que los
personajes de obras anteriores, sus incompetencias en sus vidas privadas, en
particular las relaciones con la pareja, al tiempo que su proyección pública,
uno Ministro de Asuntos Exteriores y el otro Obispo, termina siendo un grotesco
lamentable
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