“El sábado 11 de
mayo de este inescrutable 2019, a las 11 AM, en las instalaciones teatrales de
la Asociación Cultural Humboldt, en la calle Juan German Roscio, en San
Bernardino, estrenaremos El molino. “Serán varias funciones los sábados y
domingos a las 11 am. Lo que pasará sobre el escenario será algo inédito y
poderoso. Todos estamos trabajando para que así sea”, dice muy entusiasmado el
teatrero José Tomás Angola.
¿Cuántas obras propias y cuántas reformuladas si lo
ha hecho?
Creo que ya son 25
ó 30 obras de teatro. Reformuladas casi todas las estrenadas. Cuando la pieza,
transformadas por supuesto en espectáculo, se encuentra con el espectador es
inevitable que necesite ser retocada, ajustada. Todo lo que esta en la cabeza
del dramaturgo es idealización hasta el momento en que se enfrenta al
auditorio. Al cobrar vida también despiertan en ella situaciones, acciones,
emociones que no se veían o percibían y ante eso es de un autor responsable
intervenir la creación y afectarla para que se acerque a lo que se quería.
¿Qué trata o qué aborda El molino?
Está basada en la
vida del capitán José de Jesús Sánchez Carrero, militar venezolano que peleó
del lado francés en la Primera Guerra Mundial. Murió en el Chemin des Dames,
defendiendo al Molino de Laffaux. A partir de algunos antecedentes reales
exploro con la ficción dramática lo que pudieron ser sus últimos instantes. Es
una obra que me permitió acercarme a temas como la heroicidad, la inutilidad de
la guerra, lo que se debe tener para sacrificarse por un ideal o una bandera. Es
una pieza que expone el honor como la primera víctima de toda guerra. No hay
honor en matar a otro ser humano. En la obra me acompaña un elenco de lujo: Ignacio
Serrano, Salvador Pérez Castro, Andrea Miartus, Carlos Abbatemarco, Andrea Mariña
e Ignacio Marchena. El trabajo de arte, vestuario y producción me tiene muy
ilusionado. Se ha hecho un esfuerzo inusual para el momento país. Allí el
mérito es de Fabiola Neri, Elizabeth Yrausquín, José Martínez y Carlos Silva. La
obra fue estrenada en 1995 en la sala Rajatabla, y en 1999 fue publicada en España.
Esta temporada 2019 me permitió trabajar la pieza con los criterios artísticos
que hoy en día exploro. El uso de la tecnología le dará una visión única y
diferente.
¿Qué pasa con el teatro venezolano? ¿Qué le hace
falta o que le sobra?
El teatro
venezolano, a pesar del terrible tiempo que padecemos, goza de buena salud. Se
sigue trabajando, con las uñas y con muchas ganas. Diría que nos falta más
audacia, más rigor artístico, más curiosidad ante el hecho escénico para
intentar nuevos caminos. Por ejemplo, la tecnología, las herramientas
multimedias, son espacios que muy pocos asumen sobre los escenarios. Es el
sendero que está aportando algo realmente novedoso en el resto del mundo,
pero en el país vamos tarde. Me siento un solitario en esa experimentación. No
conozco a más nadie proponiendo el uso del video mapping, la estereoscopía, la
escenografía virtual, la virtualización de los personajes. Sería sano ver más
espectáculos y producciones llenos de tecnología y recursos digitales.
¿Planes posteriores?
Seguir trabajando
y creando. Se han estrenado algunas piezas mías en el exterior y me interesaría
exponer mi obra a nuevos espectadores de culturas distintas. Por lo pronto Chicago,
Miami y París han sido esos nuevos lugares. Y la respuesta es muy
gratificante.
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