viernes, abril 19, 2019

"El molino" recuerda la inutilidad de las guerras


“El sábado 11 de mayo de este inescrutable 2019, a las 11 AM, en las instalaciones teatrales de la Asociación Cultural Humboldt, en la calle Juan German Roscio, en San Bernardino, estrenaremos El molino.  “Serán varias funciones los sábados y domingos a las 11 am. Lo que pasará sobre el escenario será algo inédito y poderoso. Todos estamos trabajando para que así sea”, dice muy entusiasmado el teatrero José Tomás Angola.
¿Cuántas obras propias y cuántas reformuladas si lo ha hecho?
Creo que ya son 25 ó 30 obras de teatro. Reformuladas casi todas las estrenadas. Cuando la pieza, transformadas por supuesto en espectáculo, se encuentra con el espectador es inevitable que necesite ser retocada, ajustada. Todo lo que esta en la cabeza del dramaturgo es idealización hasta el momento en que se enfrenta al auditorio. Al cobrar vida también despiertan en ella situaciones, acciones, emociones que no se veían o percibían y ante eso es de un autor responsable intervenir la creación y afectarla para que se acerque a lo que se quería.
¿Qué trata o qué aborda El molino?
Está basada en la vida del capitán José de Jesús Sánchez Carrero, militar venezolano que peleó del lado francés en la Primera Guerra Mundial. Murió en el Chemin des Dames, defendiendo al Molino de Laffaux. A partir de algunos antecedentes reales exploro con la ficción dramática lo que pudieron ser sus últimos instantes. Es una obra que me permitió acercarme a temas como la heroicidad, la inutilidad de la guerra, lo que se debe tener para sacrificarse por un ideal o una bandera. Es una pieza que expone el honor como la primera víctima de toda guerra. No hay honor en matar a otro ser humano. En la obra me acompaña un elenco de lujo: Ignacio Serrano, Salvador Pérez Castro, Andrea Miartus, Carlos Abbatemarco, Andrea Mariña e Ignacio Marchena. El trabajo de arte, vestuario y producción me tiene muy ilusionado. Se ha hecho un esfuerzo inusual para el momento país. Allí el mérito es de Fabiola Neri, Elizabeth Yrausquín, José Martínez y Carlos Silva. La obra fue estrenada en 1995 en la sala Rajatabla, y en 1999 fue publicada en España. Esta temporada 2019 me permitió trabajar la pieza con los criterios artísticos que hoy en día exploro. El uso de la tecnología le dará una visión única y diferente.
¿Qué pasa con el teatro venezolano? ¿Qué le hace falta o que le sobra?
El teatro venezolano, a pesar del terrible tiempo que padecemos, goza de buena salud. Se sigue trabajando, con las uñas y con muchas ganas. Diría que nos falta más audacia, más rigor artístico, más curiosidad ante el hecho escénico para intentar nuevos caminos. Por ejemplo, la tecnología, las herramientas multimedias, son espacios que muy pocos asumen sobre los escenarios. Es el sendero que está aportando algo realmente novedoso en el resto del mundo, pero en el país vamos tarde. Me siento un solitario en esa experimentación. No conozco a más nadie proponiendo el uso del video mapping, la estereoscopía, la escenografía virtual, la virtualización de los personajes. Sería sano ver más espectáculos y producciones llenos de tecnología y recursos digitales. 
¿Planes posteriores?
Seguir trabajando y creando. Se han estrenado algunas piezas mías en el exterior y me interesaría exponer mi obra a nuevos espectadores de culturas distintas. Por lo pronto Chicago, Miami y París han sido esos nuevos lugares. Y la respuesta es muy gratificante. 


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