Talento a toda prueba |
Algunas facetas gratas de mi crítica profesión
periodística es poder conocer e identificar, de primera mano, a las nuevas
generaciones de artistas, a esa valiente y creativa gente que asalta, cual
versiones prometéicas, a los escenarios para nutrir la cartelera y hacer que el
público disfrute y aprenda.
Tal es el caso de una reputada profesional
de las ciencias médicas, la cirujana plástica Elizabeth Yrausquin quien ahora
escribió y montó una pieza aleccionadora que dice mucho para estos tiempos: la
mortalidad de los seres humanos y la redención que puede ser el amor, cuando este
llega. Gracias, pues, a su texto centrado en el colofón existencial del legendario
escritor alemán Johann
Wolfgang Goethe (Frankfurt, 1749/ Weimar, 1832), los
caraqueños hemos salidos favorecidos.
Elizabeth, artista por vocación, una
vez completado sus postgrados médicos, tomó la decisión de inscribirse y
graduarse en la Escuela de Arte de la Universidad Central de Venezuela. “No fue
fácil encontrarme de nuevo sentada en un pupitre, pero fue una maravillosa
experiencia rodeada de juventud y adquiriendo conocimientos que eran nuevos
para mí”.
Ahí, en el aula 212 conoció al maestro Nicolás
Curiel, quien le sembró la curiosidad primero y luego la pasión por el teatro.
Había coqueteado con las artes plásticas y las artes del fuego, haciendo
pintura, escultura y vitrales; pero “al comenzar a estudiar las artes escénicas,
el teatro, se quedó conmigo y yo me quede con él; como quiera que sea, desde
hace unos 15 años atrás, no nos hemos separado”.
Admite que
hacer teatro representa una manera de ver la vida, recrearla de cómo pudo
haber sido, cómo nos gustaría que fuera; dar voz a personajes reales o
imaginarios. “Aprendo cuando escribo, investigo y trato de poner esos
conocimientos a la orden de cada escena que deseo representar. Me siento cómoda
imaginando, escribiendo. A veces voy manejando y una idea se cruza en mi
cabeza, estaciono y la escribo o ya dormida me despierto con otra y la escribo
en una libreta que tengo sobre mi mesa de noche. A veces, nada sucede y allí se
quedan la ideas, esperando un día ser rescatadas, otras, danzan como abejas en
mi cabeza, se atropellan y es cuando no paro de escribir. Así que me apasiona
la dramaturgia y la dirección, dar vida a los personajes, colocarlos en el
lugar y tiempo en que han sido concebidos. Eso me gusta”.
Su primer primer grupo en la UCV se llamó “Aula 212” y de allí nació Luna
Roja, su ópera prima, luego vino Sherezade, la mujer del vestido de
plumas y Girasoles de silencio. Hasta que un día tomó la decisión de buscar compañeros que
tuviesen condiciones actorales y sobre todo que les gustase el teatro; que
aparte de la medicina tuviesen interés de formar un grupo y nació “AsKlepion”,
conformado por profesionales activos del Centro Médico de Caracas.
Otras textos de Elizabeth germinaron
y fueron representaron como Amapola de maíz, Lisistrata
vuelve arrecha, El diablo sagrado y en estos momentos representan Delirio
en Marienbad. “No estamos solos, no somos autodidactas, hemos estudiado,
hecho talleres de actuación y dirección con personas conocidas en el medio
artístico teatral. No lo sabemos todo, así que nos rodeamos de personas que nos
han apoyado entre ellos José Tomás Angola, Carlos Silva, Edgard Vidaurre,
Freddy Belisario. Son columnas de este edificio teatral. Pienso que cuando uno
como persona o como institución no sabe de algo, debe rodearse de gente capaz”,
un docto consejo para tantos improvisados que hacen vida pública.
Su Delirio en Marienbad está
basado en la elegía homónima de Goethe, escrita al final de su vida cuando
hacía a los 75 años se enamora de una niña de 18 años. “En mis años de estudios
en la Escuela de Arte, ya había escrito algo sobre Goethe y fue Federico
Pacanins, quien en el marco de la celebración de los 75 años de la Asociación
Cultural Humboldt, quien me invitó a escribir una obra de corte germano y pensé
que sería la ocasión perfecta para retomar la escritura de ese personaje. Me
gusta escribir sobre personajes históricos, que a través de su hacer han pasado
la línea de la inmortalidad y ¿Quién mejor que el autor del Fausto para
explorar el alma humana a través de una pieza teatral?”
Su Delirio en Marienbad arranca
con uno de los momentos más importantes de la vida de un hombre: reconocer su
mortalidad y la cercanía al mutis final. El enfrentamiento con lo que hemos
hecho, bueno o malo, el temor a ser enjuiciados, el perdón atravesó del amor y
cuando el amor termina por justificar a la vida misma en esa terrible soledad
ante la inminente muerte. “En este caso, Goethe y Fausto son dos caras de la
misma moneda”, puntualiza esta discreta dama con obra propia, toda una líder de
un respetable movimiento de profesionales entregados al desarrollo del teatro
vernáculo.
Para este grato y didáctico montaje contó con las últimas tecnologías de
video y mapping, en este caso apoyada por José Tomas Angola, José Martínez y
Asdrúbal Barrios, quienes fueron los encargados del manejo de tales complejos instrumentos
electrónicos, para lograr así brindarle al público una diáfana experiencia
teatral que, aparte de estimular todos sus sentidos, también estimula sus razones
y sus almas, además de disfrutar de la selecta información ahí plasmada.
Cultura y diversión en un solo evento, además del exquisito cuidado de la producción
en general, envidiada por otros teatreros.
Así pues, con su esmerado trabajo global sobre ese Goethe en su prologado mutis,
Elizabeth Yrausquín entrega su
importante aporte a una Venezuela adaptada la circunstancia política que
nos está tocando vivir, pero donde jamás
morirá el arte, porque sin él la vida no
tendría sentido. “Hoy día, la incertidumbre pesa sobre cada uno de
los venezolanos, es difícil enfrentarse a ella, es por eso, que sin dejar de
luchar, debemos buscar una tabla que nos sostenga en este maremoto emocional de
nuestra sociedad”, puntualiza esta trabajadora cultural de valía.
El elenco está encabezado por Orlando
Villalobos, quien encarna a Goethe, y cuenta con las actuaciones especiales de
Gerardo Soto, como Mefistófeles, y Sandra Yajure, en el personaje de Cristiana.
Asimismo, están las interpretaciones de Bernardo Cuomo, Andrea Miartus, Anny Castillo,
Silvia De Abreu, Anakarina Fajardo y cierra Edgard Vidaurre como pianista invitado.
Todos se lucieron a lo largo de los 85 minutos del espectáculo.
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