Entre el miércoles 13 y el domingo 24 de septiembre de este incierto año presenciamos, en la sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas, una docena de espectáculos teatrales cuya características fundamentales eran que las edades de sus directores o puestistas no superaba los 30 años y que todos ellos pretenden ser la inicial generación del siglo XXI, los que en los próximos 30 o 50 años, con otros y otras que se les agreguen en el camino, serán los responsables del buen y el mal teatro que se escenifique en Venezuela, sin descartar que vengan unos cuantos del exterior a reforzar la nada fácil tarea de montar creativamente textos de literatura dramática. Se trataba, pues, del CreaJoven 2006/I Encuentro de jóvenes creadores de las artes escénicas de Caracas. Un invento que sólo podía salir de mentes jóvenes, desprejuiciadas y anhelantes de ir caminando y construyendo un futuro posible. Un experimento que se materializó gracias a la colaboración de los directivos de la institución ateneísta, con Carmen y Vilma Ramia a la cabeza, y por la entusiasta entrega de la agrupación Sèptimo Piso, sus organizadores.
¿Qué a quién se le ocurrió la idea y además pudo lograr materializar tan singular festival o muestra para lanzar o mostrar a los que han de ser los directores y las directoras del teatro venezolano de por lo menos la primera mitad de este siglo XXI? Ya lo escribimos en anterior oportunidad: Dairo Piñeres (Caracas, 1975). Uno de los más importantes jóvenes directores, quien durante los últimos 11 años ha podido mostrar, por su cuenta y riesgo, no menos de 50 espectáculos, unos excelentes y otros de poca importancia, pero que en conjunto permiten ponderar a un único y creativo trabajador de la escena, empeñado en seguir creciendo e innovando, al tiempo que ha sido docente en los diversos institutos y escuelas caraqueños, además de comandar la agrupación Séptimo Piso y ejercer un evidente liderazgo sobre toda una generación de teatreros menores de 30 años. No hay muchos como él por ahora y eso es grave, pero se espera que otros como él se dejen conocer antes de terminar esta década. ¡Los “mamá-gallinas” son claves para desarrollar agrupaciones y movimientos, como lo hicieron Horacio Peterson y Carlos Giménez!
Lo visto superó nuestras expectativas, porque, como lo enseñó Constantin Stanislvski, no se pueden crear o inventar directores o directoras, ya que los verdaderos hacedores de la escena nacen, aunque si es posible crear atmósferas o un entornos favorables en los cuales el o ella puedan formarse o desarrollarse. No hay que olvidar, como conceptualiza el celebre artista ruso, que el verdadero director encierra dentro de su propia persona, a un director-maestro, un director-artista, un director-escritor y un director-administrador.
¿Cuantos directores y directoras hemos podido detectar en el pasado evento? Creo que nos hemos topado con cinco buenos proyectos de directores en proceso de capacitación, algunos de ellos nacieron para ser directores y otros hacen esfuerzos por aprender tan duro oficio y mejorar sus conocimientos. Los otros realizadores de los espectáculos que no nombramos aquí deben seguir estudiando hasta que alcancen un nivel aceptable o dedicarse a otras disciplinas de la multisàpida actividad teatral. Todo esto, y lo reiteramos, dependerá del contexto social y político en que se desarrollen, porque sino existen recursos financieros y “materias primas”, no hay ninguna posibilidad para hacer importantes espectáculos y por ende lo que se exhiba será pura mediocridad bastarda, como son todos los trabajos carentes de las reglas básicas de una puesta en escena.
¿Qué cuales fueron los cinco espectáculos que permitieron detectar a igual numero de directores, algunos ya “nacidos” y otros en diversos proceso de capacitación? Cinco y esos fueron, en su orden de exhibición: Lorquianas, audaz combinación de danza y teatro de Katherine García (25 años); Pavlov, 2 segundos antes del crimen, resuelto con mucho dominio de la escena y de los actores por Jennifer Morales (21 años); Mirando al tendido, resuelto por Carlos Chacón (22 años); Calígula, creado por Javier de Vita (25 años); y Mi difunto yo, teatralizado según la inventiva de Jorge Cogollo (20años).
Lorquianas es una atractiva combinación de danza, flamenco en este caso, con teatro. Nos pareció inteligente la selección de los textos creados por Federico García Lorca, pero Katherine García debió darle mayor organicidad al texto definitivo del espectáculo, hacerle una estructura teatral como tal y no dejarlo disperso como cartas de una baraja lanzadas al escenario. Tiene óptimas condiciones para bailar y coreografiar los palos. Nada puede estar gratuitamente, cada cosa hace parte de un todo: el espectáculo bien acabado. Inauguró la muestra y contó con 350 espectadores.
Pavlov, 2 segundos antes del crimen, del venezolano Gustavo Ott, demostró el correcto concepto que Jennifer Morales tiene del teatro de texto y de la materialización de las didascalias que propuso el autor. Hay un respecto a la obra original y permite así una lectura más que aceptable del espectáculo. Nos gustó la sobriedad o austeridad de la puesta en escena como tal. Únicamente unas sillas y unos actores de calidad, especialmente David Fernández, le permitieron echar o mostrar ese enredado cuento teatral Se exhibió el viernes viernes 15 y sólo llegó a 100 espectadores, lamentablemente.
El lunes 18 se mostró Mirando al tendido, del venezolano Rodolfo Santana, para 200 espectadores, con lo cual se inauguró Carlos Chacón como un puestista recursivo, pero quien debía haber estudiado más los meandros de la tauromaquia para obtener un montaje de mayor impacto, con más calor y mejores actuaciones, especialmente porque tenia a un meritorio pichón de actor que dará mucho que hablar en los próximos montajes de Séptimo piso: Moisés Berroterán.
Calígula, sobre el texto del francés-argelino Albert Camus, impactó por la violencia de sus escenas y además por la utilización de unas especies de escudos-parabanes metálicos con los cuales los actores-personajes lograban las ambientaciones de sus escenas. Ese juego con la escenografía-utilería ya se había visto en Caracas, gracias a un grupo europeo en un reciente festival internacional de teatro, pero aquí Javier de Vita, por su falta de experiencia, saturó peligrosamente la escena y pudo hacer fracasar la totalidad del espectáculo. Sin embargo, logró llegar a un final aceptable y convencer por todas esas audacias, incluso el impactante desnudo total de sus actores, en particular Rafael Marrero. Lo suyo, como también le recomendamos a los otros aprendices de directores, es mucha paciencia y más investigación, hasta encontrar la obra que se adecué a sus proyectos y capacidades financieras y el equipo humano disponible. Se exhibió el martes 19 y contabilizo 355 espectadores.
El espectáculo más extraño y más mágico fue Mi difunto yo, creado a partir de los cuentos del criollo Julio Garmendia y disfrutado por 145 espectadores. Su director Jorge Cogollo optó por combinar una sesiòn, bien vestida y correctamente ambientada, de un cuentacuentos, el más primitivo de los actos escénicos, e hizo unos juegos actorales de apoyo, además de crear y apuntalar algunas propuestas del texto narrativo y muy dentro de la onda kafkiana. Permitió ver a Christian Jiménez, el otrora protagonista de los inolvidables espectáculos de Nave-Tnjv, como Oliverio, Panchito Mandefúa y otros.
¡Sólo Dios sabe que pasará con esta juventud en los años venideros, porque ellos son la esperanza!
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