Emmanuel Robles (Orán, Argelia, 1914/ Boulogne, Francia, 1995) al escribir y presentar su teatro Montserrat (1948), con muchísimo éxito en París y Argel, utilizó una serie de hechos históricos auténticos, como la guerra a muerte que libraron los reconquistadores españoles y los rebeldes venezolanos, entre 1812 y 1821, para así elaborar un depurado y contundente texto político contra las tiranías y en especial contra los horrores de todas las guerras. Lo hizo no porque pretendiese tomar partido por uno o por otro bando de los combatientes en la atroz lucha de liberación hispanoamericana, sino porque necesitaba utilizar tales personajes históricos y sus respectivos contextos para predicarle a los argelinos y los franceses sobre la necesidad de que todos los pueblos fuesen libres y soberanos y que pudiesen vivir en paz con sus vecinos. En resumen, le predicó a sus compatriotas (franceses y argelinos) que debían negociar y aceptar la independencia de los segundos y detener la sangrienta conflagración, cosa que no se alcanzó sino en el año 1962, después de miles de muertos y pérdidas a lo largo de 132 años de feroces luchas o combates. ¡Esa sí fue una guerra de liberación larga y extenuante, que dejó profundas huellas en las sociedades, de las cuales aún no se recuperan!
Montserrat no es otra cosa que la escenificación de una de las tantas aventuras que vivió Simón Bolívar y su gente tras la pérdida de la Primera República, esa que entre otras catástrofes permitió una capitulación con el general español Domingo Monteverde y la entrega da Francisco de Miranda a los hispanos, además de la posterior desbandada de las tropas patriotas, tras la caída de Puerto Cabello.
Montserrat se centra en un bárbaro episodio protagonizado por un hispano, feroz y vengativo coronel Izquierdo, quien hace un sórdido chantaje sentimental, una variación más de lo que son las torturas psicológicas, al también oficial Montserrat para que revele dónde está el enfermo y derrotado coronel Simón Bolívar. El nuevo cómplice de los patriotas venezolanos, Montserrat, se resiste a denunciar el escondite del perseguido, mientras que Izquierdo inicia el fusilamiento de seis inocentes civiles que hizo detener para su maquiavélico plan. Al final, con todos los rehenes asesinados, y Bolívar bien lejos de sus perseguidores, Montserrat es también ejecutado. ¡La realidad será siempre superior a la ficción teatral!
El autor, que había combatido contra los nazis y era un intelectual revolucionario como lo fue su amigo Albert Camus, utilizó, pues, su Montserrat como arma ideológica para enseñarle a su público, con una supuesta lección de historia, escenificada en la lejana Venezuela del siglo XIX, los inhumanos excesos que se cometen en esas guerras contra los pueblos que asumen ser independientes, y para advertir que nada ni nadie podrá detener la liberación de las naciones sojuzgadas, como sucedió a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Claro está que desaparecieron los gobiernos títeres, pero se implantaron sistemas económicos transnacionales, además de totalitarias industrias o empresas culturales, que son tan ruinosas para las economías o desarrollos nacionales por que no dejan prosperar a ningún país, pero ese es tema de otra pieza de teatro aún no escrita, creemos nosotros.¡El teatro es siempre espejo!
Montserrat es, pues, un teatro con moraleja, que advierte al público lo que le puede pasar en su país si algún día es utilizado para chantajes similares; también enseña a ponderar el valor de la independencia, la soberanía y la democracia, y en especial el respeto a los derechos humanos, cosa que muy poco aceptan los cuerpos policiales y militares.Esta pieza le ha permitido a Román Chalbaud obtener un aceptable y monumental espectáculo en el Teatro Teresa Carreño, con una sola función por ahora, y además emprender una gira de nueve representaciones en Puerto Ordaz, Cumaná y Maracaibo. El ampuloso montaje visto, más de dos horas de representación y un intermedio, se soporta por las correctas actuaciones de José Luis Montero (Ortiz), el padre Coronil (Armando Göta) y un tanto de Anthony Gómez (Montserrat), entre otros. Es una pieza teatral realista, que oscila entre el melodrama y la tragedia, de esas que no se hacían aquí desde el siglo pasado.
¿Qué conclusiones sacarán los venezolanos sobre lo que enseña la escena? El pueblo entenderá no sólo la pieza como tal, sino que reirá ante las situaciones melodramáticas y dirá, para adentro o expresará abiertamente, lo que piensa de la argumentación, donde la defensa de la libertad es el fin último y admitirá que hay que luchar siempre para que ella no se pierda.¡Esclavos jamás!
Montserrat no es otra cosa que la escenificación de una de las tantas aventuras que vivió Simón Bolívar y su gente tras la pérdida de la Primera República, esa que entre otras catástrofes permitió una capitulación con el general español Domingo Monteverde y la entrega da Francisco de Miranda a los hispanos, además de la posterior desbandada de las tropas patriotas, tras la caída de Puerto Cabello.
Montserrat se centra en un bárbaro episodio protagonizado por un hispano, feroz y vengativo coronel Izquierdo, quien hace un sórdido chantaje sentimental, una variación más de lo que son las torturas psicológicas, al también oficial Montserrat para que revele dónde está el enfermo y derrotado coronel Simón Bolívar. El nuevo cómplice de los patriotas venezolanos, Montserrat, se resiste a denunciar el escondite del perseguido, mientras que Izquierdo inicia el fusilamiento de seis inocentes civiles que hizo detener para su maquiavélico plan. Al final, con todos los rehenes asesinados, y Bolívar bien lejos de sus perseguidores, Montserrat es también ejecutado. ¡La realidad será siempre superior a la ficción teatral!
El autor, que había combatido contra los nazis y era un intelectual revolucionario como lo fue su amigo Albert Camus, utilizó, pues, su Montserrat como arma ideológica para enseñarle a su público, con una supuesta lección de historia, escenificada en la lejana Venezuela del siglo XIX, los inhumanos excesos que se cometen en esas guerras contra los pueblos que asumen ser independientes, y para advertir que nada ni nadie podrá detener la liberación de las naciones sojuzgadas, como sucedió a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Claro está que desaparecieron los gobiernos títeres, pero se implantaron sistemas económicos transnacionales, además de totalitarias industrias o empresas culturales, que son tan ruinosas para las economías o desarrollos nacionales por que no dejan prosperar a ningún país, pero ese es tema de otra pieza de teatro aún no escrita, creemos nosotros.¡El teatro es siempre espejo!
Montserrat es, pues, un teatro con moraleja, que advierte al público lo que le puede pasar en su país si algún día es utilizado para chantajes similares; también enseña a ponderar el valor de la independencia, la soberanía y la democracia, y en especial el respeto a los derechos humanos, cosa que muy poco aceptan los cuerpos policiales y militares.Esta pieza le ha permitido a Román Chalbaud obtener un aceptable y monumental espectáculo en el Teatro Teresa Carreño, con una sola función por ahora, y además emprender una gira de nueve representaciones en Puerto Ordaz, Cumaná y Maracaibo. El ampuloso montaje visto, más de dos horas de representación y un intermedio, se soporta por las correctas actuaciones de José Luis Montero (Ortiz), el padre Coronil (Armando Göta) y un tanto de Anthony Gómez (Montserrat), entre otros. Es una pieza teatral realista, que oscila entre el melodrama y la tragedia, de esas que no se hacían aquí desde el siglo pasado.
¿Qué conclusiones sacarán los venezolanos sobre lo que enseña la escena? El pueblo entenderá no sólo la pieza como tal, sino que reirá ante las situaciones melodramáticas y dirá, para adentro o expresará abiertamente, lo que piensa de la argumentación, donde la defensa de la libertad es el fin último y admitirá que hay que luchar siempre para que ella no se pierda.¡Esclavos jamás!
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