La bailarina y coreógrafa venezolana Julieta Valero Barroso es noticia. Está viva y hace lo que ama: bailar.En Nueva York con su Rastro Dance Company hará una tercera temporada, en el Joyce Soho, los días 28, 29 y 30 de septiembre.
Julieta fue alumna fundadora de Danzahoy-Escuela, hacia 1980. Sus maestros eran Adriana Urdaneta, Luz Urdaneta y Jacques Broquel. Tuvo el privilegio de estrenarse en las tablas con ellos, a los 13 años, en la sala Ríos Reina del Teatro Teresa Carreño con la obra Secretos. Formó parte de la compañía desde 1989 hasta 1994. Y participó en giras internacionales a México, Guatemala, España y Brasil, así como en numerosas temporadas de Venezuela. Desde 1996 reside en Nueva York, dedicada a su agrupación Rastro Dance Company. Ella y decenas de bailarines venezolanos luchan, sobreviven y bailan en la llamada “capital del mundo” y es por eso que le preguntamos:
-¿Qué pasó con la danza venezolana que de repente casi todos sus bailarines se marcharon, especialmente a Nueva York?
-Cuando decidí venirme, ya había un importante número de bailarines en el exterior. Unos ya han regresado y otros permanecemos afuera. En los 80 y comienzos de los 90 se vivió un boom de la danza contemporánea en Venezuela, del cual todos tuvimos de una u otra manera la oportunidad de nutrirnos, no sólo como estudiantes por el acceso a un número importante de maestros locales y extranjeros; también como profesionales que podíamos aspirar a un nivel de vida digno ejerciendo nuestro oficio. Esta bonanza fue menguando adentrados los 90. Es difícil generalizar los motivos por los cuales hemos salido, pero lo que está claro es que para el 96 ya se empezaba a sentir la presión económica y creo que muchos, como yo, prefirieron pasar la misma cantidad de trabajo (o quizás un poco más) estando en el exterior, a cambio de nuevos horizontes, retos, fuentes de inspiración y por qué no, otro idioma, no sólo a nivel literal sino otros “idiomas” en el sentido artístico. Creo que todo artista, o no artista, debe tener la experiencia de vivir un tiempo afuera.
-¿Por qué se marchó a Nueva York?
-Después de evaluar la posibilidad de irme a Francia y compararla con Nueva York sentí que esta ciudad era mejor por muchas razones. Era más barato llegar y vivir aquí en ese momento. Creo que sigue siendo la capital del mundo y aunque no lo siga siendo en el plano dancístico, ofrecía y sigue ofreciendo un alto nivel de danza local e internacional, no solo en cuanto al acceso a espectáculos, sino también por las opciones de talleres y clases para el desarrollo profesional. Es un centro importantísimo para todas las expresiones artísticas.
-¿Cómo han sido estos años en NY, en lo personal y en lo profesional?
-Ha sido un viaje hacia el mejoramiento personal. Siento que soy mejor ser humano, mejor artista, más consciente de las diferencias y la diversidad. Soy más tolerante y respetuosa. Siento que aquí una aprende de verdad, verdad, que no está sola en el mundo, y que tenemos que compartir lo que queda de nuestro golpeado planeta. A nivel profesional ha sido duro, sobre todo por la carencia constante de apoyo económico, pero sé que las metas logradas a pulso, los frutos recogidos y las cosas aprendidas en el camino son señales de que no sólo ha valido la pena sino que son logros con un valor agregado, por el hecho de ser extranjera en una ciudad tan competitiva. Dentro de mis realizaciones más importantes cuento la fundación de Rastro Dance Company que me ha servido como plataforma para el desarrollo de mi trabajo coreográfico y vitrina para otros coreógrafos como por ejemplo Luz Urdaneta. Con Rastro Dance Company hemos sido seleccionados por tres años consecutivos para hacer temporada en el teatro Joyce Soho y en el 2003 tuve el privilegio de ser coreógrafa residente del Programa de Residencias Artísticas D’Jerassi, Santa Cruz, California.
-¿Qué da Nueva York que no dé Caracas?
-Nueva York da una diversidad que no sólo no da Caracas, hasta ahora dudo que la dé otra ciudad del mundo. Y con esto me refiero a la diversidad en muchos ámbitos: cultural, étnico, artístico, profesional, económico y pare usted de contar. Es una ciudad cruda, dura y a la vez bella y humana. Caracas es mi ciudad, ahí están mis raíces y desde ella, felizmente, me comunico con el mundo. También es cruda y dura, pero no tan diversa y hay menos tolerancia a las diferencias. Esto siento que afecta directamente al movimiento artístico local. Nueva York me ha ayudado a ver mi idiosincrasia venezolana, caraqueña, desde otro punto de vista, pero esto se lo atribuyo más al hecho de ser extranjera que a NY. A Caracas la extraño siempre, con todo lo que incluye y significa, llámese pobreza, riqueza, familia, la danza, el Ávila, la luz, el calor humano y climático. Cuando estoy allá, Nueva York empieza a llamarme de una forma distinta a lo que lo hace el lugar donde nací, pero confieso que ya es parte de mí también, diferente, de distinta manera, pero es parte de mí.
-¿Cómo ha sobrevivido?
-De muchas maneras. La primera fue dándome cuenta de lo mucho que le debo a mis padres, a mi familia toda, a mi país, a mis maestros, a todo lo que ha contribuido en mi formación, por dentro y por fuera. Esto fue importante para mi, de esta manera entendí que podía hacer cualquier trabajo y seguir siendo la misma. Mi primer trabajo y el que más he hecho para sobrevivir, aparte de bailar, ha sido cuidar a una niña que se llama Nuala. Aunque ya es una “tarajalla” y no trabajo cuidándola, la acogida de esta familia norteamericana fue crucial para el desarrollo de mi trabajo coreográfico. Me explico: con el dinero que ganaba, pero sobre todo con el apoyo que recibía de ellos y su confianza, puede poco a poco lograr lo que quería, crear, viajar, vivir dignamente y sentirme parte de NY, en todo sentido. También he trabajado como modelo para artistas plásticos, a veces en las tiendas de la mamá de Nuala y más recientemente dando clases de danza para adultos y niños.
-¿Nueva York qué posibilidades da?
-Si y no. Abundan las oportunidades de presentar trabajo a nivel informal, en funciones compartidas en estudios de ensayo con mínimo o ningún apoyo técnico y ninguna remuneración económica. Esto, aunque no es ideal, promueve el impulso creativo, la confrontación y el diálogo con colegas de las artes escénicas y el público general. Ahora si hablamos de funciones formales, las opciones se van limitando. Los teatros más grandes reciben a las compañías establecidas de la ciudad o de fuera y los cientos de compañías emergentes quedan compitiendo por muy pocas oportunidades de subsidio o coproducción en teatros más pequeños. Mi experiencia aquí es más como coreógrafa, que como bailarina. He trabajado con un par de coreógrafos aquí, ya que mi foco está en desarrollar mi trabajo. Aun así, sé que el mundo de las audiciones es sumamente competitivo y la mayoría de las compañías, como Rastro, sólo pueden ofrecer pago a sus bailarines por función y no un sueldo.
-¿Tiene beca o contrato de trabajo?
-Recibí una bolsa de trabajo del Conac en el año 2001, el premio “Astral Career Grant” en dos oportunidades y una beca para 100 horas de espacio de ensayo a comienzos de este año. De resto mi trabajo y entrenamiento aquí ha sido autofinanciado. Gracias a la incorporación de Rastro Dance Company hemos contando con el generosísimo apoyo de amigos, familiares y vecinos de mi barrio, que creen en la compañía y han sido fundamentales para la realización de las temporadas aquí y para las giras. En Nueva York en los últimos años hemos hecho funciones en coproducción y en el mejor de los casos lo que obtenemos es la taquilla. El año pasado Citgo auspició nuestra presentación en el Festival Venezuela 2005 de St. Louis Missouri y este año la Embajada venezolana en el Reino Unido, a través de la gestión de Gloria Carnevali, nos llevó al Festival Discovering Latin America en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres. Este año también participamos en el Festival Avan Garde de Mérida, Yucatán, y ya tenemos otra invitación para el próximo mes de mayo.
Constante búsqueda
Julieta Valero Barroso cuenta que Rastro Dance Company comenzó en el 98, coreografiando un solo y casi simultáneamente tuvo el impulso de crear un trío con la suerte de contar con Cynthia Cortés y Mora Tulián que habían sido sus alumnas en Caracas. “En ese entonces pensaba en crear más que establecer un grupo, lo cual fue ocurriendo de forma natural con la inclusión de nuevos bailarines, ideas para nuevas obras, hasta la incorporación legal de Rastro Dance Company en el 2003. Actualmente la integramos con Leigh Atwell, Cynthia Cortés, Maya Krishnasastry, Milvia Pacheco y Edgar Rodríguez. Mis técnicas de trabajo derivan directamente de lo que aprendí en Danzahoy como alumna y profesional. Esto incluye la improvisación como herramienta para desarrollar vocabulario de movimiento y una búsqueda en conectar el movimiento con sensaciones reales, humanas y contemporáneas”.
En cuanto a proyectos, advierte que continuará creando y desarrollándose como compañía. “La próxima semana estrenaremos dos nuevas obras en nuestra III Temporada en el Joyce Soho y para ellas contaremos con la presencia de Carolina Puig, excelente diseñadora de luces, venezolana, y con la colaboración de Elisa Hevia, titiritera residenciada en NY y también venezolana. Estamos en una constante búsqueda de oportunidades para mostrar el trabajo lo más posible. En mis futuras creaciones, me gustaría colaborar más con otros artistas. Para todo esto dependemos en gran medida de conseguir apoyo económico constante. En Caracas ya hemos tenido dos temporadas con Rastro Dance Company (2004 y 2005), casi en su totalidad autoproducidas y autofinanciadas. En el 2005 recibimos un pequeño aporte del Conac para la producción de la temporada. Para mí es fundamental mantener un contacto constante con Venezuela”.
Admite que su capacidad creativa está estrictamente delimitada y restringida por las limitaciones económicas que tiene para pagar horas de ensayo dirigidas a la investigación coreográfica. “Aún así me nutro constantemente de la cotidianidad y he aprendido a sacarle el jugo a cada minuto que paso en el estudio, sola o con mis bailarines, cuyo aporte creativo es también fundamental para los logros de Rastro Dance Company. Reconoce que “los bailarines aquí, no sólo los que se retiran, sobrevivimos de miles de formas. Creo que la edad de retiro varía mucho y depende del tipo de técnica y trabajo que se haya hecho. Muchos de los que se retiran siguen ligados de una u otra manera al trabajo corporal ya sea como maestros de danza, yoga, pilates, masajistas, asistentes de ensayo, así como también cargos administrativos en el área de gerencia cultural”.
Está dispuesta a egresar a Caracas, aunque aun no sabe cuándo. “Mantener mi vínculo profesional con mí país es fundamental y creo que sólo de esta forma me puedo plantear el regreso”. No tiene planes de hijos todavía, y a nivel profesional, además de la coreografía y Rastro Dance Company, quiere seguir desarrollándose como maestra.
Julieta fue alumna fundadora de Danzahoy-Escuela, hacia 1980. Sus maestros eran Adriana Urdaneta, Luz Urdaneta y Jacques Broquel. Tuvo el privilegio de estrenarse en las tablas con ellos, a los 13 años, en la sala Ríos Reina del Teatro Teresa Carreño con la obra Secretos. Formó parte de la compañía desde 1989 hasta 1994. Y participó en giras internacionales a México, Guatemala, España y Brasil, así como en numerosas temporadas de Venezuela. Desde 1996 reside en Nueva York, dedicada a su agrupación Rastro Dance Company. Ella y decenas de bailarines venezolanos luchan, sobreviven y bailan en la llamada “capital del mundo” y es por eso que le preguntamos:
-¿Qué pasó con la danza venezolana que de repente casi todos sus bailarines se marcharon, especialmente a Nueva York?
-Cuando decidí venirme, ya había un importante número de bailarines en el exterior. Unos ya han regresado y otros permanecemos afuera. En los 80 y comienzos de los 90 se vivió un boom de la danza contemporánea en Venezuela, del cual todos tuvimos de una u otra manera la oportunidad de nutrirnos, no sólo como estudiantes por el acceso a un número importante de maestros locales y extranjeros; también como profesionales que podíamos aspirar a un nivel de vida digno ejerciendo nuestro oficio. Esta bonanza fue menguando adentrados los 90. Es difícil generalizar los motivos por los cuales hemos salido, pero lo que está claro es que para el 96 ya se empezaba a sentir la presión económica y creo que muchos, como yo, prefirieron pasar la misma cantidad de trabajo (o quizás un poco más) estando en el exterior, a cambio de nuevos horizontes, retos, fuentes de inspiración y por qué no, otro idioma, no sólo a nivel literal sino otros “idiomas” en el sentido artístico. Creo que todo artista, o no artista, debe tener la experiencia de vivir un tiempo afuera.
-¿Por qué se marchó a Nueva York?
-Después de evaluar la posibilidad de irme a Francia y compararla con Nueva York sentí que esta ciudad era mejor por muchas razones. Era más barato llegar y vivir aquí en ese momento. Creo que sigue siendo la capital del mundo y aunque no lo siga siendo en el plano dancístico, ofrecía y sigue ofreciendo un alto nivel de danza local e internacional, no solo en cuanto al acceso a espectáculos, sino también por las opciones de talleres y clases para el desarrollo profesional. Es un centro importantísimo para todas las expresiones artísticas.
-¿Cómo han sido estos años en NY, en lo personal y en lo profesional?
-Ha sido un viaje hacia el mejoramiento personal. Siento que soy mejor ser humano, mejor artista, más consciente de las diferencias y la diversidad. Soy más tolerante y respetuosa. Siento que aquí una aprende de verdad, verdad, que no está sola en el mundo, y que tenemos que compartir lo que queda de nuestro golpeado planeta. A nivel profesional ha sido duro, sobre todo por la carencia constante de apoyo económico, pero sé que las metas logradas a pulso, los frutos recogidos y las cosas aprendidas en el camino son señales de que no sólo ha valido la pena sino que son logros con un valor agregado, por el hecho de ser extranjera en una ciudad tan competitiva. Dentro de mis realizaciones más importantes cuento la fundación de Rastro Dance Company que me ha servido como plataforma para el desarrollo de mi trabajo coreográfico y vitrina para otros coreógrafos como por ejemplo Luz Urdaneta. Con Rastro Dance Company hemos sido seleccionados por tres años consecutivos para hacer temporada en el teatro Joyce Soho y en el 2003 tuve el privilegio de ser coreógrafa residente del Programa de Residencias Artísticas D’Jerassi, Santa Cruz, California.
-¿Qué da Nueva York que no dé Caracas?
-Nueva York da una diversidad que no sólo no da Caracas, hasta ahora dudo que la dé otra ciudad del mundo. Y con esto me refiero a la diversidad en muchos ámbitos: cultural, étnico, artístico, profesional, económico y pare usted de contar. Es una ciudad cruda, dura y a la vez bella y humana. Caracas es mi ciudad, ahí están mis raíces y desde ella, felizmente, me comunico con el mundo. También es cruda y dura, pero no tan diversa y hay menos tolerancia a las diferencias. Esto siento que afecta directamente al movimiento artístico local. Nueva York me ha ayudado a ver mi idiosincrasia venezolana, caraqueña, desde otro punto de vista, pero esto se lo atribuyo más al hecho de ser extranjera que a NY. A Caracas la extraño siempre, con todo lo que incluye y significa, llámese pobreza, riqueza, familia, la danza, el Ávila, la luz, el calor humano y climático. Cuando estoy allá, Nueva York empieza a llamarme de una forma distinta a lo que lo hace el lugar donde nací, pero confieso que ya es parte de mí también, diferente, de distinta manera, pero es parte de mí.
-¿Cómo ha sobrevivido?
-De muchas maneras. La primera fue dándome cuenta de lo mucho que le debo a mis padres, a mi familia toda, a mi país, a mis maestros, a todo lo que ha contribuido en mi formación, por dentro y por fuera. Esto fue importante para mi, de esta manera entendí que podía hacer cualquier trabajo y seguir siendo la misma. Mi primer trabajo y el que más he hecho para sobrevivir, aparte de bailar, ha sido cuidar a una niña que se llama Nuala. Aunque ya es una “tarajalla” y no trabajo cuidándola, la acogida de esta familia norteamericana fue crucial para el desarrollo de mi trabajo coreográfico. Me explico: con el dinero que ganaba, pero sobre todo con el apoyo que recibía de ellos y su confianza, puede poco a poco lograr lo que quería, crear, viajar, vivir dignamente y sentirme parte de NY, en todo sentido. También he trabajado como modelo para artistas plásticos, a veces en las tiendas de la mamá de Nuala y más recientemente dando clases de danza para adultos y niños.
-¿Nueva York qué posibilidades da?
-Si y no. Abundan las oportunidades de presentar trabajo a nivel informal, en funciones compartidas en estudios de ensayo con mínimo o ningún apoyo técnico y ninguna remuneración económica. Esto, aunque no es ideal, promueve el impulso creativo, la confrontación y el diálogo con colegas de las artes escénicas y el público general. Ahora si hablamos de funciones formales, las opciones se van limitando. Los teatros más grandes reciben a las compañías establecidas de la ciudad o de fuera y los cientos de compañías emergentes quedan compitiendo por muy pocas oportunidades de subsidio o coproducción en teatros más pequeños. Mi experiencia aquí es más como coreógrafa, que como bailarina. He trabajado con un par de coreógrafos aquí, ya que mi foco está en desarrollar mi trabajo. Aun así, sé que el mundo de las audiciones es sumamente competitivo y la mayoría de las compañías, como Rastro, sólo pueden ofrecer pago a sus bailarines por función y no un sueldo.
-¿Tiene beca o contrato de trabajo?
-Recibí una bolsa de trabajo del Conac en el año 2001, el premio “Astral Career Grant” en dos oportunidades y una beca para 100 horas de espacio de ensayo a comienzos de este año. De resto mi trabajo y entrenamiento aquí ha sido autofinanciado. Gracias a la incorporación de Rastro Dance Company hemos contando con el generosísimo apoyo de amigos, familiares y vecinos de mi barrio, que creen en la compañía y han sido fundamentales para la realización de las temporadas aquí y para las giras. En Nueva York en los últimos años hemos hecho funciones en coproducción y en el mejor de los casos lo que obtenemos es la taquilla. El año pasado Citgo auspició nuestra presentación en el Festival Venezuela 2005 de St. Louis Missouri y este año la Embajada venezolana en el Reino Unido, a través de la gestión de Gloria Carnevali, nos llevó al Festival Discovering Latin America en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres. Este año también participamos en el Festival Avan Garde de Mérida, Yucatán, y ya tenemos otra invitación para el próximo mes de mayo.
Constante búsqueda
Julieta Valero Barroso cuenta que Rastro Dance Company comenzó en el 98, coreografiando un solo y casi simultáneamente tuvo el impulso de crear un trío con la suerte de contar con Cynthia Cortés y Mora Tulián que habían sido sus alumnas en Caracas. “En ese entonces pensaba en crear más que establecer un grupo, lo cual fue ocurriendo de forma natural con la inclusión de nuevos bailarines, ideas para nuevas obras, hasta la incorporación legal de Rastro Dance Company en el 2003. Actualmente la integramos con Leigh Atwell, Cynthia Cortés, Maya Krishnasastry, Milvia Pacheco y Edgar Rodríguez. Mis técnicas de trabajo derivan directamente de lo que aprendí en Danzahoy como alumna y profesional. Esto incluye la improvisación como herramienta para desarrollar vocabulario de movimiento y una búsqueda en conectar el movimiento con sensaciones reales, humanas y contemporáneas”.
En cuanto a proyectos, advierte que continuará creando y desarrollándose como compañía. “La próxima semana estrenaremos dos nuevas obras en nuestra III Temporada en el Joyce Soho y para ellas contaremos con la presencia de Carolina Puig, excelente diseñadora de luces, venezolana, y con la colaboración de Elisa Hevia, titiritera residenciada en NY y también venezolana. Estamos en una constante búsqueda de oportunidades para mostrar el trabajo lo más posible. En mis futuras creaciones, me gustaría colaborar más con otros artistas. Para todo esto dependemos en gran medida de conseguir apoyo económico constante. En Caracas ya hemos tenido dos temporadas con Rastro Dance Company (2004 y 2005), casi en su totalidad autoproducidas y autofinanciadas. En el 2005 recibimos un pequeño aporte del Conac para la producción de la temporada. Para mí es fundamental mantener un contacto constante con Venezuela”.
Admite que su capacidad creativa está estrictamente delimitada y restringida por las limitaciones económicas que tiene para pagar horas de ensayo dirigidas a la investigación coreográfica. “Aún así me nutro constantemente de la cotidianidad y he aprendido a sacarle el jugo a cada minuto que paso en el estudio, sola o con mis bailarines, cuyo aporte creativo es también fundamental para los logros de Rastro Dance Company. Reconoce que “los bailarines aquí, no sólo los que se retiran, sobrevivimos de miles de formas. Creo que la edad de retiro varía mucho y depende del tipo de técnica y trabajo que se haya hecho. Muchos de los que se retiran siguen ligados de una u otra manera al trabajo corporal ya sea como maestros de danza, yoga, pilates, masajistas, asistentes de ensayo, así como también cargos administrativos en el área de gerencia cultural”.
Está dispuesta a egresar a Caracas, aunque aun no sabe cuándo. “Mantener mi vínculo profesional con mí país es fundamental y creo que sólo de esta forma me puedo plantear el regreso”. No tiene planes de hijos todavía, y a nivel profesional, además de la coreografía y Rastro Dance Company, quiere seguir desarrollándose como maestra.
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