El teatro para el socialismo del siglo XXI ya tiene su exegeta y sus seguidores. El ideólogo es nada menos que Nicolás Curiel, el mismo director y líder del legendario Teatro Universitario, quien para que el público y los artistas se vayan preparando adelantó los títulos y los temas de los que serian los espectáculos iniciales: Venezuela barata y Yo, Simón.
Nicolás Curiel (Caracas, 1928), de familia coriana, admite que él pertenece a “la generación del culito abrillantado, la cual se vino a la capital y no quiso saber más de su pueblo”. Debuta en el teatro hacia 1946 como autor y director con Remigio. Eso lo “envenenó por el arte teatral” y nunca más salió de la escena. Su historia de estos últimos 60 años está en periódicos, revistas, libros, documentales y, especialmente en la memoria de toda esa gente que lo conoció, pero de manera singular cuando dirigió y proyectó al Teatro Universitario de la UCV y toda esa gente que ahí se formó. Su saga es parte de la historia del teatro venezolano del siglo XX y como todavía está activo, pues también pertenecerá al siglo XXI. Es el más antiguo de los directores venezolanos activos y no piensa jubilarse ni tampoco acepta que intenten retirarlo. “Y por eso precisamente fue que acepte la invitación de Todosadentro para hacer conocer mis planteamientos sobre el teatro que los venezolanos relacionados con el proceso debemos hacer o intentar hacer, porque no podemos quedarnos dormidos en los laureles o enchinchorrados”.
-¿Cuál es o como puede ser el teatro que usted propone?
-El problema es que actualmente todos estamos en un proceso social, político y económico que se llevará por lo menos más de diez años, pero tenemos primero que producir los mitos, sin lo cual no hay revolución posible. Somos una sociedad muy frívola, por nuestros ancestros, y porque además hemos estado sometidos a los gustos y criterios del hermano mayor del norte, el que nos frivolizó, el que nos impuso sus modas y sus costumbres a cambio del oro negro que nosotros le dábamos. Eso ha buena hora esta cambiando.
-¿Hay que crear un mito para relanzar al teatro venezolano?
-Sí, necesitamos un mito nacional o nuestro. Pero ahora nos ayuda mucho la ideología o teoría socialista, la cual tenemos que reformularla de tal manera que sea venezolana, tenemos que redefinir lo que fueron los otros socialismos y no copiar así sus errores, como lo ha recomendado el mismo comandante Fidel Castro. Tenemos que hacer nuestros cambios sin sangre ni violencia.
-¿Puede llevar todo eso que ha expresado a un lenguaje teatral?
-Para verter eso en lenguaje teatral hay que remitirnos a Bertold Brecht y aplicarlo a lo que puede ser el socialismo del siglo XXI.
- ¿Hay que revisar a todo Bertold Brecht, al teórico, al dramaturgo y al político, además de su poesía?
-Sí, pero también debemos volver al discurso de Mao Tse Tung en 1942, cuando él decía, con respecto a la cultura, que hay una cultura horizontal, que debe ser la principal, pero también hay que ponerle atención a la cultura vertical.
-¿Qué se entiende por culturas horizontal y vertical?
-La horizontal es la originaria, la propia y aquello que siendo de afuera sea verdaderamente progresista y que comulgue con los conceptos básicos de una sociedad que ha escogido a la democracia participativa y protagonista. Es Rómulo Gallegos, es Cervantes, es Víctor Hugo. Y la vertical es toda la cultura que se crea a partir de lo que tenemos, de lo que nos pertenece y también lo foráneo, lo que está llegando. Y hay que combinar esas dos manifestaciones de la cultura, y no olvidarnos jamás que Mao enseñaba que había que dejar crecer y florecer a todas las flores. El que esta haciendo solamente cultura vertical también hay que acogerlo y no rechazarlo. Hay que hacer talleres de formación o de recapacitación para todos los artistas y para los espectadores.
- Su propuesta está muy cargada de conceptos políticos. ¿Para hacia donde avanza así?
-Si, así he pensado y actuado yo a lo largo de toda mi vida, porque siempre ha considerado y utilizado al teatro como un arma política para hacer una nueva moral, para construirla a un nuevo pueblo venezolano.
-¿Y que se puede hacer con todos los dramaturgos venezolanos y sus obras?
-Lo primero que yo quiero que ellos entiendan es que estamos dispuestos a abarcarlos a todos, que creemos en todos, que no somos excluyentes y que todos deben florecer, pero, por favor, que nos ayuden en esta labor de enseñarle definitivamente al pueblo venezolano lo qué es y para qué sirve el teatro.
-¿Qué obra propone para comenzar todo eso que usted propone?
- No hay una cartilla como tal. Con el director Francisco Salazar y el Alcalde Mayor de Caracas, Juan Barreto, nos hemos propuesto trabajar sobre La ópera de tres centavos, de Brecht, pero a partir de un proyecto que me propuso José Ignacio Cabrujas hace 24 años. Era parodiarla de tal manera que la titularíamos Venezuela barata, donde se enseñaría y demostraría porque la propiedad privada es un robo, así como lo hizo Brecht en su pieza, donde los delincuentes y los supuestos duelos de la sociedad son una misma cosa y en medio de una indescriptible corrupción. Y esa Venezuela barata no sería otra que la fenecida Cuarta República.
-¿Y usted estaría dispuesto a coordinar un equipo de escritores para lograr ese guión de Venezuela barata?
-Si, ya he hablado con Salazar y este a su vez le ha ofrecido el espectáculo al alcalde Barreto. Pero yo tengo también tengo proyectado otro espectáculo, cuyo autor o escritor es nada menos que Luis Brito García y su nombre seria Yo, Simón, centrada en ese Simón que necesita este proceso revolucionario. La idea es hacerlo en el Teatro Teresa Carreño y comenzar la función con el desfile del público hacia la sala, todo eso en medio del ritmo de los tambores y con una canción de las guerrillas.
-¿Qué hacer con lo comercial?
Nicolás Curiel no duda en decir que el teatro comercial no le interesa en este momento, “porque desde el punto de vista del socialismo y de la creación de la nueva moral, ese teatro no nos sirve, pero tampoco va a desaparecer, ya que el teatro del nuevo socialismo también se demorará en aparecer. El nuevo teatro no aparecerá hasta que tengamos la moral y formulemos la ética. Es todo un proceso artístico que irá acompañado con los cambios sociales que generará el proceso revolucionario, porque todo esta unido íntimamente”.
Nicolás Curiel (Caracas, 1928), de familia coriana, admite que él pertenece a “la generación del culito abrillantado, la cual se vino a la capital y no quiso saber más de su pueblo”. Debuta en el teatro hacia 1946 como autor y director con Remigio. Eso lo “envenenó por el arte teatral” y nunca más salió de la escena. Su historia de estos últimos 60 años está en periódicos, revistas, libros, documentales y, especialmente en la memoria de toda esa gente que lo conoció, pero de manera singular cuando dirigió y proyectó al Teatro Universitario de la UCV y toda esa gente que ahí se formó. Su saga es parte de la historia del teatro venezolano del siglo XX y como todavía está activo, pues también pertenecerá al siglo XXI. Es el más antiguo de los directores venezolanos activos y no piensa jubilarse ni tampoco acepta que intenten retirarlo. “Y por eso precisamente fue que acepte la invitación de Todosadentro para hacer conocer mis planteamientos sobre el teatro que los venezolanos relacionados con el proceso debemos hacer o intentar hacer, porque no podemos quedarnos dormidos en los laureles o enchinchorrados”.
-¿Cuál es o como puede ser el teatro que usted propone?
-El problema es que actualmente todos estamos en un proceso social, político y económico que se llevará por lo menos más de diez años, pero tenemos primero que producir los mitos, sin lo cual no hay revolución posible. Somos una sociedad muy frívola, por nuestros ancestros, y porque además hemos estado sometidos a los gustos y criterios del hermano mayor del norte, el que nos frivolizó, el que nos impuso sus modas y sus costumbres a cambio del oro negro que nosotros le dábamos. Eso ha buena hora esta cambiando.
-¿Hay que crear un mito para relanzar al teatro venezolano?
-Sí, necesitamos un mito nacional o nuestro. Pero ahora nos ayuda mucho la ideología o teoría socialista, la cual tenemos que reformularla de tal manera que sea venezolana, tenemos que redefinir lo que fueron los otros socialismos y no copiar así sus errores, como lo ha recomendado el mismo comandante Fidel Castro. Tenemos que hacer nuestros cambios sin sangre ni violencia.
-¿Puede llevar todo eso que ha expresado a un lenguaje teatral?
-Para verter eso en lenguaje teatral hay que remitirnos a Bertold Brecht y aplicarlo a lo que puede ser el socialismo del siglo XXI.
- ¿Hay que revisar a todo Bertold Brecht, al teórico, al dramaturgo y al político, además de su poesía?
-Sí, pero también debemos volver al discurso de Mao Tse Tung en 1942, cuando él decía, con respecto a la cultura, que hay una cultura horizontal, que debe ser la principal, pero también hay que ponerle atención a la cultura vertical.
-¿Qué se entiende por culturas horizontal y vertical?
-La horizontal es la originaria, la propia y aquello que siendo de afuera sea verdaderamente progresista y que comulgue con los conceptos básicos de una sociedad que ha escogido a la democracia participativa y protagonista. Es Rómulo Gallegos, es Cervantes, es Víctor Hugo. Y la vertical es toda la cultura que se crea a partir de lo que tenemos, de lo que nos pertenece y también lo foráneo, lo que está llegando. Y hay que combinar esas dos manifestaciones de la cultura, y no olvidarnos jamás que Mao enseñaba que había que dejar crecer y florecer a todas las flores. El que esta haciendo solamente cultura vertical también hay que acogerlo y no rechazarlo. Hay que hacer talleres de formación o de recapacitación para todos los artistas y para los espectadores.
- Su propuesta está muy cargada de conceptos políticos. ¿Para hacia donde avanza así?
-Si, así he pensado y actuado yo a lo largo de toda mi vida, porque siempre ha considerado y utilizado al teatro como un arma política para hacer una nueva moral, para construirla a un nuevo pueblo venezolano.
-¿Y que se puede hacer con todos los dramaturgos venezolanos y sus obras?
-Lo primero que yo quiero que ellos entiendan es que estamos dispuestos a abarcarlos a todos, que creemos en todos, que no somos excluyentes y que todos deben florecer, pero, por favor, que nos ayuden en esta labor de enseñarle definitivamente al pueblo venezolano lo qué es y para qué sirve el teatro.
-¿Qué obra propone para comenzar todo eso que usted propone?
- No hay una cartilla como tal. Con el director Francisco Salazar y el Alcalde Mayor de Caracas, Juan Barreto, nos hemos propuesto trabajar sobre La ópera de tres centavos, de Brecht, pero a partir de un proyecto que me propuso José Ignacio Cabrujas hace 24 años. Era parodiarla de tal manera que la titularíamos Venezuela barata, donde se enseñaría y demostraría porque la propiedad privada es un robo, así como lo hizo Brecht en su pieza, donde los delincuentes y los supuestos duelos de la sociedad son una misma cosa y en medio de una indescriptible corrupción. Y esa Venezuela barata no sería otra que la fenecida Cuarta República.
-¿Y usted estaría dispuesto a coordinar un equipo de escritores para lograr ese guión de Venezuela barata?
-Si, ya he hablado con Salazar y este a su vez le ha ofrecido el espectáculo al alcalde Barreto. Pero yo tengo también tengo proyectado otro espectáculo, cuyo autor o escritor es nada menos que Luis Brito García y su nombre seria Yo, Simón, centrada en ese Simón que necesita este proceso revolucionario. La idea es hacerlo en el Teatro Teresa Carreño y comenzar la función con el desfile del público hacia la sala, todo eso en medio del ritmo de los tambores y con una canción de las guerrillas.
-¿Qué hacer con lo comercial?
Nicolás Curiel no duda en decir que el teatro comercial no le interesa en este momento, “porque desde el punto de vista del socialismo y de la creación de la nueva moral, ese teatro no nos sirve, pero tampoco va a desaparecer, ya que el teatro del nuevo socialismo también se demorará en aparecer. El nuevo teatro no aparecerá hasta que tengamos la moral y formulemos la ética. Es todo un proceso artístico que irá acompañado con los cambios sociales que generará el proceso revolucionario, porque todo esta unido íntimamente”.
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