Lleva diez años en los escenarios de Venezuela y América, gracias al texto de Néstor Caballero (Maracay,1951) y la desgarrada actuación de Franklin Virgüez. Es, junto a El aplauso va por dentro, de Mónica Montañés, uno de los unipersonales más estremecedores que ha producido la dramaturgia criolla de los últimos tiempos. Está centrado en la pugna de los excluidos sociales, esos seres que luchan denodadamente para oler o conquistar al menos la felicidad, a su manera. Nos referimos a Mister Juramento / Homenaje a Julio Jaramillo, el cual culminó una intensa temporada a lo largo y ancho del país, durante parte del 2005 y todo este 2006, dirigido por Daniel Uribe.
Caballero, actual secretario de Cultura del estado Anzoátegui, admite que ganó “un billete gordo” por los derechos de su pieza, pero “más que un dinero, dignamente recaudado, me ha permitido algo que es aún más invaluable para mí: estrechar mi afecto con un ser noble, bueno, con pureza de niño, que se llama Franklin Virgüez. Gracias a ese profundo amor, aleccionador para las nuevas generaciones, que tiene ese comediante por el teatro, gracias a su entrega, a veces en circunstancias que nos han sido realmente adversas, han sido factible diez años ininterrumpidos de Mister Juramento sobre las tablas y la posibilidad de representarla en otros países. Por supuesto que con otros comediantes, y en otros idiomas también ha sido representada. Las he visto, pero, de verdad, ninguno de esos montajes supera el genio, el arte y talento de Franklin cuando encarna al travestí Susanita Pons. En la edición en inglés, publicada en Nueva York, la obra está dedicada a Franklin. Ahora, así no hubiese sido el éxito que es, así no hubiese reportado dividendos, igual habría producido regalías, pues gracias a Mister Juramento, mi amistad con Franklin cada día es mayor y, al contrario del dinero, no se devalúa, no se deprecia, no se desvaloriza”.
-¿Posibilidades de llevar ese texto al cine?
-Sí las hay, sí ha habido ofertas, pero me he negado, pues aún hay muchas tablas por recorrer con Franklin. De aceptar llevarla al lenguaje cinematográfico, una condición sin discusión sería que la protagonice él mismo. El año que viene hará una temporada en Ecuador y de ahí partiremos a Nueva York para hacer otra.
-¿Por qué se monta poco teatro criollo en Venezuela?
-La más reciente obra de teatro criollo que logré ver fue Los Navegaos, de Isaac Chocrón. Extraordinaria. Aún no sé porque no giró por el país y fuera de este, pues, es una obra de arte. Sin embargo, al verla, me confirmó que tenemos una sólida dramaturgia que se expresa en diferentes autores como Chocrón, Chalbaud, Santana, Ott, Vidal y otros nombres. Pero, creo, que la respuesta a su pregunta, debemos buscarla 30 años atrás o más. Los directores y agrupaciones de aquel momento, escenificaban a consagrados norteamericanos u europeos, porque les daba cierto prestigio, cierto aire de inteligencia o para estar al día. Y menospreciaron la dramaturgia que se estaba haciendo. Para esos teatreros, las obras criollas no existían, porque no los envolvía en el aura cosmopolita extranjera, la cual, supuestamente, los colocaba a la vanguardia de lo contemporáneo o de la moda. Necios todos, como si ellos no viviesen en el Tercer Mundo. La política de Estado para la cultura, en esos tiempos, menospreciaba, por otra parte, todo lo que representase la venezolanidad. Y eso no era fortuito, respondía a toda una estructura capitalista devoradora de nuestras idiosincrasias. Para esa política, lo bueno venía de afuera, es decir, de lo que debíamos consumir y así ser masificados y perder nuestra identidad como pueblo, esto con el objetivo preciso de ser más manipulables, mejor explotados”.
Considera Caballero que para esos tiempos, “el arte y el teatro norteamericano eran lo mejor y la única cultura valedera. Desaparecer nuestra cultura era su fin y ello está en las bases del imperialismo. Luego, de esa escuela nefasta, llega otra oleada de directores, jóvenes, para quines lo más importante es la taquilla, las ganancias, la risa fácil, el lucro rápido con un montaje. La boletería con precios inalcanzables para un país que estaba prácticamente destruido, con 80 por ciento de pobreza crítica”.
Subraya que “sólo los pudientes, sólo una clase podía ver sus montajes. La élite secuestrando a las artes. La élite teatral distrayendo a la élite pudiente. El capitalismo en todo su engañoso esplendor. Aún lo estamos viviendo, y lo que es peor, pretenden que esta revolución los subsidie en destruir culturalmente nuestro país. Ya eso no va a pasar. Ya eso se acabó”.
Destaca que hay una nueva dramaturgia insurgiendo, hay grupos que están hablándonos como país, y sin ningún complejo. ”Hay directores y grupos, sobre todo en el interior del país, que está haciendo el teatro donde somos nosotros, donde podemos ser nosotros”.
-¿Cuántas obras teatrales escritas hasta ahora?
- Obras, que considere como tales, escritas, terminadas, y algunas montadas, como 42. Claro, hay otras más, no muchas, que, aunque han sido escritas ya hace tiempo, están aún en reposo, pues tengo la percepción de que no están listas. Es decir, estamos hablando de dramaturgia, de arte, y eso se lleva su tiempo para considerarlas como tales. ¿Mi primera obra? :El rey de los araguatos y la más reciente Chico malo, y la que acabo de terminar no hace un mes: El cielo inútil. En cuanto a enumerarlas, pues, bueno, es todo un desafío acordarme de todas. Han sido representadas casi todas, tanto acá en Venezuela como en otros países.
-¿Qué se puede hacer por el desarrollo del teatro?
-Ya esta hecho y en grande. Basta leerse los artículos 98, 99, 100 y 101, de nuestra Constitución. Por primera vez tenemos, consagrados en nuestra Carta Magna, la cultura como derecho, de todos y para todos, no para una élite. Esos artículos debemos convertirlos en letra viva, cada día más. Ahora tenemos un Ministerio de la Cultura que ha hecho un esfuerzo titánico, por decir lo menos, en crear unas plataformas donde todos estén representados, donde el pueblo venezolano que jamás tuvo la oportunidad de ver teatro, de hacer teatro, y hablo en nombre del arte que me es más sentido y oficio, tenga la posibilidad de desarrollarse.
Caballero, actual secretario de Cultura del estado Anzoátegui, admite que ganó “un billete gordo” por los derechos de su pieza, pero “más que un dinero, dignamente recaudado, me ha permitido algo que es aún más invaluable para mí: estrechar mi afecto con un ser noble, bueno, con pureza de niño, que se llama Franklin Virgüez. Gracias a ese profundo amor, aleccionador para las nuevas generaciones, que tiene ese comediante por el teatro, gracias a su entrega, a veces en circunstancias que nos han sido realmente adversas, han sido factible diez años ininterrumpidos de Mister Juramento sobre las tablas y la posibilidad de representarla en otros países. Por supuesto que con otros comediantes, y en otros idiomas también ha sido representada. Las he visto, pero, de verdad, ninguno de esos montajes supera el genio, el arte y talento de Franklin cuando encarna al travestí Susanita Pons. En la edición en inglés, publicada en Nueva York, la obra está dedicada a Franklin. Ahora, así no hubiese sido el éxito que es, así no hubiese reportado dividendos, igual habría producido regalías, pues gracias a Mister Juramento, mi amistad con Franklin cada día es mayor y, al contrario del dinero, no se devalúa, no se deprecia, no se desvaloriza”.
-¿Posibilidades de llevar ese texto al cine?
-Sí las hay, sí ha habido ofertas, pero me he negado, pues aún hay muchas tablas por recorrer con Franklin. De aceptar llevarla al lenguaje cinematográfico, una condición sin discusión sería que la protagonice él mismo. El año que viene hará una temporada en Ecuador y de ahí partiremos a Nueva York para hacer otra.
-¿Por qué se monta poco teatro criollo en Venezuela?
-La más reciente obra de teatro criollo que logré ver fue Los Navegaos, de Isaac Chocrón. Extraordinaria. Aún no sé porque no giró por el país y fuera de este, pues, es una obra de arte. Sin embargo, al verla, me confirmó que tenemos una sólida dramaturgia que se expresa en diferentes autores como Chocrón, Chalbaud, Santana, Ott, Vidal y otros nombres. Pero, creo, que la respuesta a su pregunta, debemos buscarla 30 años atrás o más. Los directores y agrupaciones de aquel momento, escenificaban a consagrados norteamericanos u europeos, porque les daba cierto prestigio, cierto aire de inteligencia o para estar al día. Y menospreciaron la dramaturgia que se estaba haciendo. Para esos teatreros, las obras criollas no existían, porque no los envolvía en el aura cosmopolita extranjera, la cual, supuestamente, los colocaba a la vanguardia de lo contemporáneo o de la moda. Necios todos, como si ellos no viviesen en el Tercer Mundo. La política de Estado para la cultura, en esos tiempos, menospreciaba, por otra parte, todo lo que representase la venezolanidad. Y eso no era fortuito, respondía a toda una estructura capitalista devoradora de nuestras idiosincrasias. Para esa política, lo bueno venía de afuera, es decir, de lo que debíamos consumir y así ser masificados y perder nuestra identidad como pueblo, esto con el objetivo preciso de ser más manipulables, mejor explotados”.
Considera Caballero que para esos tiempos, “el arte y el teatro norteamericano eran lo mejor y la única cultura valedera. Desaparecer nuestra cultura era su fin y ello está en las bases del imperialismo. Luego, de esa escuela nefasta, llega otra oleada de directores, jóvenes, para quines lo más importante es la taquilla, las ganancias, la risa fácil, el lucro rápido con un montaje. La boletería con precios inalcanzables para un país que estaba prácticamente destruido, con 80 por ciento de pobreza crítica”.
Subraya que “sólo los pudientes, sólo una clase podía ver sus montajes. La élite secuestrando a las artes. La élite teatral distrayendo a la élite pudiente. El capitalismo en todo su engañoso esplendor. Aún lo estamos viviendo, y lo que es peor, pretenden que esta revolución los subsidie en destruir culturalmente nuestro país. Ya eso no va a pasar. Ya eso se acabó”.
Destaca que hay una nueva dramaturgia insurgiendo, hay grupos que están hablándonos como país, y sin ningún complejo. ”Hay directores y grupos, sobre todo en el interior del país, que está haciendo el teatro donde somos nosotros, donde podemos ser nosotros”.
-¿Cuántas obras teatrales escritas hasta ahora?
- Obras, que considere como tales, escritas, terminadas, y algunas montadas, como 42. Claro, hay otras más, no muchas, que, aunque han sido escritas ya hace tiempo, están aún en reposo, pues tengo la percepción de que no están listas. Es decir, estamos hablando de dramaturgia, de arte, y eso se lleva su tiempo para considerarlas como tales. ¿Mi primera obra? :El rey de los araguatos y la más reciente Chico malo, y la que acabo de terminar no hace un mes: El cielo inútil. En cuanto a enumerarlas, pues, bueno, es todo un desafío acordarme de todas. Han sido representadas casi todas, tanto acá en Venezuela como en otros países.
-¿Qué se puede hacer por el desarrollo del teatro?
-Ya esta hecho y en grande. Basta leerse los artículos 98, 99, 100 y 101, de nuestra Constitución. Por primera vez tenemos, consagrados en nuestra Carta Magna, la cultura como derecho, de todos y para todos, no para una élite. Esos artículos debemos convertirlos en letra viva, cada día más. Ahora tenemos un Ministerio de la Cultura que ha hecho un esfuerzo titánico, por decir lo menos, en crear unas plataformas donde todos estén representados, donde el pueblo venezolano que jamás tuvo la oportunidad de ver teatro, de hacer teatro, y hablo en nombre del arte que me es más sentido y oficio, tenga la posibilidad de desarrollarse.
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