Reseñamos al teatro venezolano desde hace 37 años, tarea que comenzamos en el diario La Verdad, el cual funcionó en Quebrada Honda. Lamentablemente, la mayor parte de nuestros juicios los emitimos sobre espectáculos producidos y exhibidos aquí en Caracas. Por razones logísticas no viajamos con mayor frecuencia a ninguna de las provincias, aunque eso ha cambiado y durante este año sí acudiremos a festivales y otros eventos regionales para ponderar en el sitio el verdadero estado de las artes escénicas. Eso permitirá que nuestras publicaciones en la prensa capitalina y los libros anuales que hacemos, tengan mayor información y más criterios sobre lo que se hace y cómo se hace el teatro en buena parte de esta Tierra de Gracia.
Sin embargo, es preciso destacar que gracias a la diligente y visionaria gestión de Carlos Silva en la Casa del Artista (la cual funciona en Quebrada Honda o en el Bulevar Bendayán), varias agrupaciones de la provincia han podido exhibirse en alguna de sus tres salas, en breves temporadas. Elencos dirigidos por Carlos Arroyo, Alberto Ravara y Miguel Torrence, entre otros, han mostrado sus producciones, las cuales reseñamos. O sea, que si no vamos a la provincia, esta viene a Caracas, algo que no debería ser así, porque muchos de tales espectáculos se ven afectados por los alteraciones de su espacios escénicos, para no contar otros detalles, como la connivencia con la audiencia o con el contexto social donde son producidos. ¡El teatro es algo más que un mero espectáculo!
Y es pues, gracias a Silva y a la Casa del Artista —una tesonera actividad que es digna de resaltar—, que recientemente vimos el montaje ¡No estornudes!, escrito y dirigido por Marcos Altuve, producción del grupo de Teatro Estable de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Los Andes. Se trata de una obra que evoca a esos vacuos “enlatados” gringos que transmiten los canales de televisión comercial, los cuales aluden a seres humanos con poderes sobrenaturales capaces de paralizar a la gente o de imponerles conductas o comportamientos no deseados. Es una especie de Hechizada, pero en versión merideña por su léxico y comportamientos o costumbres.
Hubiésemos preferido otro tipo de pieza, menos escapista y más centrada en la realidad o en la historia venezolanas, o una verdadera obra teatral de calidad, las cuales abundan. Pero eso fue lo que trajeron, una decisión que respetamos, como es obvio, pero que no compartimos, ya que hay una saturación de espectáculos de ese tipo.
Lo rescatable de ¡No estornudes! es su juego escénico y la audacia para montar dignamente aquello y no perecer en el intento, así como las actuaciones o interpretaciones en general, pero en especial la de Marcos Altuve, que además es el protagonista. ¡Con su talento y audacia puede llegar a un buen destino, si no sigue perdiendo el tiempo!
Esta agrupación de la ULA merece un aplauso por su dedicación al teatro, porque podrían haber integrado otra cosa, como un grupo de bolas criollas, pero no es así.
Sin embargo, es preciso destacar que gracias a la diligente y visionaria gestión de Carlos Silva en la Casa del Artista (la cual funciona en Quebrada Honda o en el Bulevar Bendayán), varias agrupaciones de la provincia han podido exhibirse en alguna de sus tres salas, en breves temporadas. Elencos dirigidos por Carlos Arroyo, Alberto Ravara y Miguel Torrence, entre otros, han mostrado sus producciones, las cuales reseñamos. O sea, que si no vamos a la provincia, esta viene a Caracas, algo que no debería ser así, porque muchos de tales espectáculos se ven afectados por los alteraciones de su espacios escénicos, para no contar otros detalles, como la connivencia con la audiencia o con el contexto social donde son producidos. ¡El teatro es algo más que un mero espectáculo!
Y es pues, gracias a Silva y a la Casa del Artista —una tesonera actividad que es digna de resaltar—, que recientemente vimos el montaje ¡No estornudes!, escrito y dirigido por Marcos Altuve, producción del grupo de Teatro Estable de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Los Andes. Se trata de una obra que evoca a esos vacuos “enlatados” gringos que transmiten los canales de televisión comercial, los cuales aluden a seres humanos con poderes sobrenaturales capaces de paralizar a la gente o de imponerles conductas o comportamientos no deseados. Es una especie de Hechizada, pero en versión merideña por su léxico y comportamientos o costumbres.
Hubiésemos preferido otro tipo de pieza, menos escapista y más centrada en la realidad o en la historia venezolanas, o una verdadera obra teatral de calidad, las cuales abundan. Pero eso fue lo que trajeron, una decisión que respetamos, como es obvio, pero que no compartimos, ya que hay una saturación de espectáculos de ese tipo.
Lo rescatable de ¡No estornudes! es su juego escénico y la audacia para montar dignamente aquello y no perecer en el intento, así como las actuaciones o interpretaciones en general, pero en especial la de Marcos Altuve, que además es el protagonista. ¡Con su talento y audacia puede llegar a un buen destino, si no sigue perdiendo el tiempo!
Esta agrupación de la ULA merece un aplauso por su dedicación al teatro, porque podrían haber integrado otra cosa, como un grupo de bolas criollas, pero no es así.
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