Actualmente Angustias de la mediana edad es una deliciosa parodia cómica sobre el verdadero estado de la clase media venezolana, un sector de la pirámide social que es desnudado en su vida diaria, de manera irreverente, ácida y mordaz, desde hace tres meses en el Teatro Escena 8. Esa es una prueba contundente del concepto, el estilo y hasta el compromiso de Indira Páez como dramaturga, ganadora de varios premios y con otros textos en la cartelera teatral de la española Barcelona, desde el año pasado
Indira cuenta que se inició como actriz. “Me gradué de bachiller en 1985, a los 17, y mientras estaba de vacaciones, esperando mi ingreso a la universidad (para estudiar Derecho), hice un taller de teatro juvenil. Me llevó la curiosidad, pero resultó fascinante, apasionante y enamorador. Tanto que decidí cambiarme de carrera, olvidarme del Derecho y estudiar Artes en la UCV. A mi papá casi le da un infarto”.
Siempre le gustó escribir, pero el teatro es mucho más que escribir. “Es literatura viva, con alma y personalidad propia. El teatro es, para mí, una expresión artística en donde se conjugan todas las demás: plástica, música, danza, retórica, lírica... y todo ocurre ante la mirada del espectador, que juega un papel importantísimo en la creación de esta maravilla, de este milagro que llamamos teatro. Sin público no hay teatro, porque el teatro no es para ser leído, sino para ser visto. Cuando escribo, sé que mis obras son simplemente bocetos de algo inacabado, que va a ser armado por el director, los actores, el iluminador, el escenógrafo, el vestuarista, el público. Es un acto delicioso de creación colectiva que me hace sentir acompañada, plena y viva. Es como hacer el amor... y no exagero”.
OBRAS
Ha tenido la suerte de escribir y ver sus piezas representadas de inmediato. Hasta hora lleva una docena, casi todas con éxito de público y de crítica. Se dio a conocer con La princesa triste (1996) y desde julio de 2007 atrae al público con Angustias de la mediana edad (2007), pero todavía tiene sin estrenar a Solo agregue agua, de 2004.
Niega que sea especialista en temas femeninos y explica que sus obras Primero muerta que bañada en sangre, Locas, trasnochadas y melancólicas, y De velo y corona, sí están centradas en el drama de las féminas, pero en los otras sus protagonistas son gente con neurosis cotidianas, en situaciones límite, personajes amorales que se pasean por los absurdos de la realidad que nos circunda.“En Crónicas desquiciadas está el tipo que no le gusta el sexo, por ejemplo; o al que justifica la infidelidad con un discurso totalmente coherente; o al que odia todo, o el hombre conmovedor que ha escapado de su mujer porque no puede con la eterna insatisfacción femenina. Me he colocado en los zapatos de los hombres varias veces, en un ejercicio más existencial que teatral, incluso, porque después de tres matrimonios, lo mínimo que tengo es tratar de entenderlos. En Amanecí como con ganas de morirme traté de desmontar los rituales de la muerte; sus personajes no tienen género y se montó con actrices porque Rebeca Alemán y Ana María Simon así lo decidieron. Esperanza inútil es una bedel que sueña con ganarse la lotería, y su discurso es aspiracional, no gremialista ni mucho menos”.
Y ahora en Angustias de la mediana edad, “un hombre es el que lleva la batuta para develar los quehaceres de la medianía: lo sexual, social, económica y cultural que nos lleva a aparentar lo que no somos, a demostrar y mostrar más que existir. Ahí se lucen, pues, Sebastián Falco, Astrid Carolina Herrera, Fedra López y Malena González, encarnando a diversos personajes cada uno, quienes, desde una aula de clases, descubren vivencias que giran en torno a las circunstancias de la clase media y a las diversas maneras de enfrentar las crisis por la perdida del poder adquisitivo, el estatus social, la adolescencia y el imparable envejecimiento”.
TECNICAS
Reconoce que el teatro a veces es su arma, el cual utiliza para defenderse y atacar, pero de manera muy íntima, muy personal, aunque “ en mi teatro lo más importante son los personajes, a los que construyo generalmente a partir de alguien que conozco. Hago retratos, pero sin ser fotografías, retratos desfigurados, exagerados, llevados al borde de la hipérbole para que sean dramáticos, teatralizables y atractivos. Y como escribo piezas muy cortas, teatro hilvanado con sketches, escenas breves que se yuxtaponen, mis obras terminan siendo un collage de brevísimas piezas con alguna temática común. Amo la palabra, soy una enamorada de la palabra, así que el lenguaje es fundamental. Se podría decir entonces que son piezas ensambladas por una temática común que es llevada a través de personajes descarnados, que aman el lenguaje”.
Nunca se ha sentido discriminada y cree que la disparidad numérica entre dramaturgos y dramaturgas puede deberse a que la dramaturgia, como la mayoría de los oficios, fue prácticamente exclusividad de hombres durante siglos. “Las mujeres votamos desde hace apenas 100 años, y aquí en Venezuela desde 1945. Obviamente, nos llevan una ventaja atávica, nos llevan años de quehacer”.Remata recordando que en este momento “hay una, cartelera plagada de obras de todo tipo. Se cierran salas, opciones, y se abren otras. Es como si el quehacer teatral se negara a desaparecer. Al contrario, está más vivo que nunca”.
Indira cuenta que se inició como actriz. “Me gradué de bachiller en 1985, a los 17, y mientras estaba de vacaciones, esperando mi ingreso a la universidad (para estudiar Derecho), hice un taller de teatro juvenil. Me llevó la curiosidad, pero resultó fascinante, apasionante y enamorador. Tanto que decidí cambiarme de carrera, olvidarme del Derecho y estudiar Artes en la UCV. A mi papá casi le da un infarto”.
Siempre le gustó escribir, pero el teatro es mucho más que escribir. “Es literatura viva, con alma y personalidad propia. El teatro es, para mí, una expresión artística en donde se conjugan todas las demás: plástica, música, danza, retórica, lírica... y todo ocurre ante la mirada del espectador, que juega un papel importantísimo en la creación de esta maravilla, de este milagro que llamamos teatro. Sin público no hay teatro, porque el teatro no es para ser leído, sino para ser visto. Cuando escribo, sé que mis obras son simplemente bocetos de algo inacabado, que va a ser armado por el director, los actores, el iluminador, el escenógrafo, el vestuarista, el público. Es un acto delicioso de creación colectiva que me hace sentir acompañada, plena y viva. Es como hacer el amor... y no exagero”.
OBRAS
Ha tenido la suerte de escribir y ver sus piezas representadas de inmediato. Hasta hora lleva una docena, casi todas con éxito de público y de crítica. Se dio a conocer con La princesa triste (1996) y desde julio de 2007 atrae al público con Angustias de la mediana edad (2007), pero todavía tiene sin estrenar a Solo agregue agua, de 2004.
Niega que sea especialista en temas femeninos y explica que sus obras Primero muerta que bañada en sangre, Locas, trasnochadas y melancólicas, y De velo y corona, sí están centradas en el drama de las féminas, pero en los otras sus protagonistas son gente con neurosis cotidianas, en situaciones límite, personajes amorales que se pasean por los absurdos de la realidad que nos circunda.“En Crónicas desquiciadas está el tipo que no le gusta el sexo, por ejemplo; o al que justifica la infidelidad con un discurso totalmente coherente; o al que odia todo, o el hombre conmovedor que ha escapado de su mujer porque no puede con la eterna insatisfacción femenina. Me he colocado en los zapatos de los hombres varias veces, en un ejercicio más existencial que teatral, incluso, porque después de tres matrimonios, lo mínimo que tengo es tratar de entenderlos. En Amanecí como con ganas de morirme traté de desmontar los rituales de la muerte; sus personajes no tienen género y se montó con actrices porque Rebeca Alemán y Ana María Simon así lo decidieron. Esperanza inútil es una bedel que sueña con ganarse la lotería, y su discurso es aspiracional, no gremialista ni mucho menos”.
Y ahora en Angustias de la mediana edad, “un hombre es el que lleva la batuta para develar los quehaceres de la medianía: lo sexual, social, económica y cultural que nos lleva a aparentar lo que no somos, a demostrar y mostrar más que existir. Ahí se lucen, pues, Sebastián Falco, Astrid Carolina Herrera, Fedra López y Malena González, encarnando a diversos personajes cada uno, quienes, desde una aula de clases, descubren vivencias que giran en torno a las circunstancias de la clase media y a las diversas maneras de enfrentar las crisis por la perdida del poder adquisitivo, el estatus social, la adolescencia y el imparable envejecimiento”.
TECNICAS
Reconoce que el teatro a veces es su arma, el cual utiliza para defenderse y atacar, pero de manera muy íntima, muy personal, aunque “ en mi teatro lo más importante son los personajes, a los que construyo generalmente a partir de alguien que conozco. Hago retratos, pero sin ser fotografías, retratos desfigurados, exagerados, llevados al borde de la hipérbole para que sean dramáticos, teatralizables y atractivos. Y como escribo piezas muy cortas, teatro hilvanado con sketches, escenas breves que se yuxtaponen, mis obras terminan siendo un collage de brevísimas piezas con alguna temática común. Amo la palabra, soy una enamorada de la palabra, así que el lenguaje es fundamental. Se podría decir entonces que son piezas ensambladas por una temática común que es llevada a través de personajes descarnados, que aman el lenguaje”.
Nunca se ha sentido discriminada y cree que la disparidad numérica entre dramaturgos y dramaturgas puede deberse a que la dramaturgia, como la mayoría de los oficios, fue prácticamente exclusividad de hombres durante siglos. “Las mujeres votamos desde hace apenas 100 años, y aquí en Venezuela desde 1945. Obviamente, nos llevan una ventaja atávica, nos llevan años de quehacer”.Remata recordando que en este momento “hay una, cartelera plagada de obras de todo tipo. Se cierran salas, opciones, y se abren otras. Es como si el quehacer teatral se negara a desaparecer. Al contrario, está más vivo que nunca”.
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