Néstor Caballero, también conocido como Néstor Martínez Caballero, con una veintena de teatros y guiones que han merecido galardones nacionales e internacionales, festeja la publicación de su novela Naranjas dulces, de 644 páginas, publicada por Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A.Una obra que, como el mismo lo dice, "no es autobiográfica, lo único que tiene de autobiográfico es la dedicatoria a mi hija Mariana”.
-¿Cuánto tiempo para escribir Naranjas dulces?
-Aproximadamente unos diez años y necesité otros dos para revisarla; la guardé y trabajé otros 24 meses para una última revisión. Si se me precisa por el tiempo exacto creo que me llevó más de 18 años, que es la edad de mi hijo Alejandro. Después de todo ese proceso, la llevé a Monte Ávila y esperé otros dos años para firmar el contrato de publicación. Por supuesto que hay una gran diferencia entre lo que soñé un día que sería mi novela y lo que se ha editado ahora. Ha sido un trabajo enorme, porque yo no he parado en mis otras labores como dramaturgo ni como funcionario público, pues fui director de la Compañía Nacional de Teatro y además secretario de Cultura del estado Anzoátegui, en los lapsos presidenciales del comandante Hugo Rafael Chávez Frías
Naranjas dulces, como lo explica Caballero ( Aragua de Barcelona, 1953), es la saga del venezolano Ezequiel Martínez, un niño en los años 60, en medio de una sociedad convulsionada por la guerrilla urbana, por los cambios y por el engaño de una democracia que no lo era. “Es la historia de un muchachito asustado porque su papá era suboficial de la Guardia Nacional y tenía que salir a patrullar, precisamente cuando desembarcaron unos irregulares en Machurucuto y había combates sangrientos en la sierra El Bachiller. Mi novela se circunscribe a tres años en la vida de ese carajito, en la década de los 60, hasta que termina su educación primaria. Es un cuento de amor de un niño que tardó tres años en declarársela a la niña Elsy Cristancho y cuando lo hace es en medio de un acto cultural para un fin de curso, mientras él se asume como Simón Bolívar y ella caracteriza a una de las naciones que libertó tan ilustre caraqueño. Es la historia de la familia de ese hombrecito, que tenia miedo de que le mataran a su papa en los patrullajes, mientras que mamá estuvo muy enferma durante casi toda su infancia. Pero al final es una reconciliación de ese criollito con el amor.
-¿No planea continuar Naranjas dulces, para relatar la historia de Ezequiel en su adolescencia, juventud y madurez?
-No, no me lo he propuesto. Mi héroe, Ezequiel Martínez llegó hasta ahí, porque nunca escogí que Naranjas dulces fuese una novela, la misma historia escogió su destino. Todo comenzó como un borrador para una obra de teatro y se fue convirtiendo en un cuento y a medida que se le iba agregando apuntes y apuntes se transformó en una narración larga, especialmente porque utilizo un lenguaje infantil y cuento las cosas que piensa y sueña ese muchachito.
-¿Por qué la novela se llama Naranjas dulces?
-Porque el niño Ezequiel Martínez divide la vida entre “naranjas dulces”, que son las cosas bonitas que le suceden en su vida, y “limón partido”, que son las cosas agrias y dolorosas que le ocurren y que está viviendo en la novela. El final, que no lo puedo contar, es tan amoroso que es, de verdad, una naranja dulce de novela.
-De alguna manera, Ezequiel Martínez es usted, porque hay muchas coincidencias biográficas. ¿Verdad?
-Sí, hay una especie de homenaje a mi padre que le dedicó 35 años de su vida a servirle a la Guardia Nacional.
-¿Naranjas dulces es su ópera prima?
- No, hay otra, que sería la primera, que he titulado Zona de pasón, pero que no está aún apta para ser publicada. Hay que trabajarla y eso implica un tiempo de revisión. Transcurre en los años 70 y 80, es la vida alegre en Caracas. Pero actualmente trabajo la trilogía teatral Cielo inútil y la integran: Cielo azul, que es la guerra del hombre contra Dios y la religión; Cielo dorado, que es otra guerra del ser humano contra el amor, es la guerra del amor, y Cielo deslucido, la guerra del ser humano contra la muerte. Terminé la primera y la idea es que cuando estén listas se monten consecutivamente, porque son los mismos personajes, dos actores y dos actrices, y tienen la misma escenografía, pero las situaciones son diferentes.
-¿Está consiente que en el mundo ya existe una gran novelística y que su obra pueda aportar algo o nada?
-Lo importante para un creador, para mí que soy un escritor de cuerpo y alma, un animal de teatro, lo importante es escribir y no tanto publicar, porque ese es un acto de devoción. Creo que escribiendo se le hacen morisquetas a Dios y necesito hacerle esas morisquetas a ese Ser Supremo. Por supuesto que hay novelas que me han estremecido, pero creo que la mía y las que después publique sí las disfrutaran los lectores, entre quienes estarán mis cuatro hijos: la cineasta Gabriela Caballero; el diseñador gráfico Juan Bautista Martínez Colombo; el técnico en computación Alejandro Martínez Tabúas y la poeta Mariana Martínez Tabúas, además de mi esposa Mireya Tabúas. Gracias a la Internet, mis piezas teatrales se pueden consultar y bajar de mí pagina web: www.nestorcaballero.com. El tiempo dirá que pasó con lo que escribí.
-¿Cuánto tiempo para escribir Naranjas dulces?
-Aproximadamente unos diez años y necesité otros dos para revisarla; la guardé y trabajé otros 24 meses para una última revisión. Si se me precisa por el tiempo exacto creo que me llevó más de 18 años, que es la edad de mi hijo Alejandro. Después de todo ese proceso, la llevé a Monte Ávila y esperé otros dos años para firmar el contrato de publicación. Por supuesto que hay una gran diferencia entre lo que soñé un día que sería mi novela y lo que se ha editado ahora. Ha sido un trabajo enorme, porque yo no he parado en mis otras labores como dramaturgo ni como funcionario público, pues fui director de la Compañía Nacional de Teatro y además secretario de Cultura del estado Anzoátegui, en los lapsos presidenciales del comandante Hugo Rafael Chávez Frías
Naranjas dulces, como lo explica Caballero ( Aragua de Barcelona, 1953), es la saga del venezolano Ezequiel Martínez, un niño en los años 60, en medio de una sociedad convulsionada por la guerrilla urbana, por los cambios y por el engaño de una democracia que no lo era. “Es la historia de un muchachito asustado porque su papá era suboficial de la Guardia Nacional y tenía que salir a patrullar, precisamente cuando desembarcaron unos irregulares en Machurucuto y había combates sangrientos en la sierra El Bachiller. Mi novela se circunscribe a tres años en la vida de ese carajito, en la década de los 60, hasta que termina su educación primaria. Es un cuento de amor de un niño que tardó tres años en declarársela a la niña Elsy Cristancho y cuando lo hace es en medio de un acto cultural para un fin de curso, mientras él se asume como Simón Bolívar y ella caracteriza a una de las naciones que libertó tan ilustre caraqueño. Es la historia de la familia de ese hombrecito, que tenia miedo de que le mataran a su papa en los patrullajes, mientras que mamá estuvo muy enferma durante casi toda su infancia. Pero al final es una reconciliación de ese criollito con el amor.
-¿No planea continuar Naranjas dulces, para relatar la historia de Ezequiel en su adolescencia, juventud y madurez?
-No, no me lo he propuesto. Mi héroe, Ezequiel Martínez llegó hasta ahí, porque nunca escogí que Naranjas dulces fuese una novela, la misma historia escogió su destino. Todo comenzó como un borrador para una obra de teatro y se fue convirtiendo en un cuento y a medida que se le iba agregando apuntes y apuntes se transformó en una narración larga, especialmente porque utilizo un lenguaje infantil y cuento las cosas que piensa y sueña ese muchachito.
-¿Por qué la novela se llama Naranjas dulces?
-Porque el niño Ezequiel Martínez divide la vida entre “naranjas dulces”, que son las cosas bonitas que le suceden en su vida, y “limón partido”, que son las cosas agrias y dolorosas que le ocurren y que está viviendo en la novela. El final, que no lo puedo contar, es tan amoroso que es, de verdad, una naranja dulce de novela.
-De alguna manera, Ezequiel Martínez es usted, porque hay muchas coincidencias biográficas. ¿Verdad?
-Sí, hay una especie de homenaje a mi padre que le dedicó 35 años de su vida a servirle a la Guardia Nacional.
-¿Naranjas dulces es su ópera prima?
- No, hay otra, que sería la primera, que he titulado Zona de pasón, pero que no está aún apta para ser publicada. Hay que trabajarla y eso implica un tiempo de revisión. Transcurre en los años 70 y 80, es la vida alegre en Caracas. Pero actualmente trabajo la trilogía teatral Cielo inútil y la integran: Cielo azul, que es la guerra del hombre contra Dios y la religión; Cielo dorado, que es otra guerra del ser humano contra el amor, es la guerra del amor, y Cielo deslucido, la guerra del ser humano contra la muerte. Terminé la primera y la idea es que cuando estén listas se monten consecutivamente, porque son los mismos personajes, dos actores y dos actrices, y tienen la misma escenografía, pero las situaciones son diferentes.
-¿Está consiente que en el mundo ya existe una gran novelística y que su obra pueda aportar algo o nada?
-Lo importante para un creador, para mí que soy un escritor de cuerpo y alma, un animal de teatro, lo importante es escribir y no tanto publicar, porque ese es un acto de devoción. Creo que escribiendo se le hacen morisquetas a Dios y necesito hacerle esas morisquetas a ese Ser Supremo. Por supuesto que hay novelas que me han estremecido, pero creo que la mía y las que después publique sí las disfrutaran los lectores, entre quienes estarán mis cuatro hijos: la cineasta Gabriela Caballero; el diseñador gráfico Juan Bautista Martínez Colombo; el técnico en computación Alejandro Martínez Tabúas y la poeta Mariana Martínez Tabúas, además de mi esposa Mireya Tabúas. Gracias a la Internet, mis piezas teatrales se pueden consultar y bajar de mí pagina web: www.nestorcaballero.com. El tiempo dirá que pasó con lo que escribí.
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