sábado, mayo 02, 2009

Los geranios de Xiomara Moreno

La mujer, salvo en los roles femeninos que exigen las obras, está casi excluida de la mayoría de los actos creativos de los espectáculos escénicos, o sea que participa poco en ese extraordinario gesto ritualista que es el teatro, mágica o extraña comunión que se materializa en las salas por la participación de autores, interpretes y, el indispensable, público, que es en última instancia para quien se hace toda esa parafernalia.
Preguntas
Pero es entre la audiencia teatral donde sí destaca la gran presencia de las féminas ya que, al menos en Caracas, siete de cada diez espectadores son esos singulares seres sin cuya existencia no se concibe a la especie humana, son las Evas que cada vez más reclaman e imponen su participación en casi todas las actividades sociales.
¿Por que hay más público femenino que masculino? ¿Tienen las mujeres unos niveles mayores de sensibilidad y eso las hace más aptas para la apreciación y degustación de las artes escénicas y cinematográficas? ¿Será acaso porque el teatro es la única vía de escape y de reflexión? ¿Será porque el teatro siempre ha sido el hacedor más directo y efectivo de la condición humana y porque sus imágenes permiten que los colectivos se proyecten, se reconozcan y se preparen para los cambios?
Son preguntas que deberían ser respondidas no solo por los creadores y creadoras teatrales, sino también por esos invalorables científicos sociales que toda comunidad tiene con orgullo…porque son como los milenarios brujos que advertían lo que estaba oculto tras los hechos o las cosas para ilustrar a los asombrados miembros de la comunidad.
Hemos reiterado este ángulo de la presencia mujeril en el teatro, porque actualmente hace temporada en el Teatro Trasnocho un espectáculo escrito por Xiomara Moreno (Caracas,1959), el cual es actuado por cuatro respetables comediantes y dirigido por el teatrero Javier Vidal, quien si conoce muy bien su oficio y así lo demuestra con su puesta en escena de Geranio, una pieza exhibida hace 20 años en el Ateneo de Caracas, durante la programación de uno de esos inolvidables festivales internacionales, que coordinaba Carlos Giménez.
Mujer vestida de teatro
Xiomara es, pues, una de las pocas mujeres criollas que escribe teatro. Tiene 17 obras originales y muchas versiones y adaptaciones de obras clásicas. Su debut fue con Un Bolívar para el PAO. Cuando estudiaba en la Universidad, trabajaba como profesora de teatro en las actividades complementarias de un liceo y allí comenzó a experimentar como dramaturga y como directora. El PAO era el Liceo Pablo Acosta Ortiz. Luego vinieron: Gárgolas y Obituario bajo la supervisión de José Ignacio Cabrujas. En el Grupo Theja escribió y montó Perlita Blanca como sortija de señorita, Geranio, Manivela, Cyrano y Último piso en Babilonia. Con su agrupación ha escenificado los textos La mujer de espaldas, Mínimas y De especies; también ha pergeñado y exhibido espectáculos para niños como El caballero verde y El Popol Vuh. Tiene un monólogo para un trabajo colectivo de dramaturgos que ella coordinó: Hay que mantener el fuego; y otro que aún no se ha estrenado: Una mujer vestida de arena. Y dos obras sin estrenar en Venezuela: Arrecife y El encargo.
Ella reconoce que la creación de una obra teatral es un proceso tan complejo que es difícil que tenga un momento específico o una razón única y mucho menos una sola idea que lo genere. Su acto de escritura es un trabajo continúo de observación, de reflexión y también de angustias. Asevera que no es un asunto de certezas ni puede hablar de él con seguridades. Piensa que una obra trae la otra y que es consecuencia del proceso de trabajo anterior. Para escribir una nueva obra, parte del punto donde quedó en la anterior y así sucesivamente. Todas sus obras están ligadas en un solo camino aunque con distintas direcciones. Sabe que en su proceso dramatúrgico hay una fuerte influencia de los actores con quienes trabaja y con lo que quiere trabajar. Son su principal motor, aunque no necesariamente sean esos actores los que motivan su escritura los que terminen representando la obra, pero capta de ellos la esencia de lo que les va a escribir. Siempre ha sido así. Otro elemento fuerte para sus inspiraciones es la música y las imágenes de fotografías. En el caso de Geranio, la música fue el vals Geranio de Pedro Elías Gutiérrez, y una foto, en blanco y negro, de un grupo de pacientes de un inaugurado sanatorio mental en la Venezuela de mediados de siglo XX. Eso le generó la pieza, que estrenó, producida por el grupo Theja, bajo su dirección y con un elenco integrado por Javier Vidal, Germán Mendieta, Enrique Marcano y mi hermano Javier Moreno. Estrenaron el 17 de marzo en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, y fue allí con el público que se dio cuenta que la obra era una comedia. “Las risas del público nos sorprendieron tanto o más que el éxito que tuvo la pieza”, ha dicho.
Pasado el tiempo, la obra que ha vivido su propia existencia en manos de distintos directores y en otras latitudes, volvió a la escena caraqueña para una lectura dramatizada del Teatro Trasnocho, en su ciclos de Haciendo publico lo privado, hace dos años. Entonces Nacho Huett consiguió animar a Juan Carlos Pavón y Kelvis Martínez para que produjeran la reposición con su organización KJCP Producciones, con la dirección de Javier Vidal y el elenco conformado por Antonio Delli, Gerardo Soto y Raúl Hernández.
Entre Palmira y Caracas
Cuando vimos Geranio, que resultó ser una estremecedora comedia dramática sobre cuatro dementes encerrados en un asilo, precisamente evocamos a nuestra casa familiar, en la lejana Palmira colombiana, donde pululaban las ornamentales macetas de geranios rojos y blancos, cuyas hojas servían como maravilloso emplasto para las heridas abiertas o para elaborar infusiones o tizanas capaces de calmar “los nervios tensos”, algo parecido al estrés de esta Caracas del siglo XXI, de una tía solterona abandonada al pie del altar o los desvaríos de un caballero execrado por sus familiares y convertido en guiñapo, periódicamente, cuando lo asaltaban los fantasmas que nunca se marcharon desde que su esposa huyó con el boticario del pueblo.
El Geranio de Xiomara Moreno es una respetable invitación, en códigos sartreanos, a reflexionar sobre lo que puede ser la locura y el destino de los seres humanos que se atreven a pasar esa raya amarilla que divide la normalidad y la insania mental, y como todos los seres humanos la cruzamos, sin darnos cuenta, cuando se presentan conflictos amorosos o de trabajo o simplemente porque se manifiesta una alteración química en nuestro organismo…y eso conduce a un abismo depresivo o al reventón de ira que no la controla si no un baño helado o la inyección de una droga calmante. En síntesis, la locura es la sombra que acompaña a esa razón o sensatez que nos diferencia de los animales y sus supuestas conductas irracionales.
Ver Geranio es evocar, de inmediato, el encierro de los personajes de A puerta cerrada de Jean Paul Sartre y la incapacidad que tenemos todos los seres humanos para explicarnos la razón de la existencia y la imposibilidad que hay para encontrar una ruta que permita seguir viviendo sin tener que tomar una infusión de hojas de geranio que matice los nervios o el estrés.
No es Geranio una versión de El elogio de la locura, de Erasmo de Rotterdan, sino un modesto aporte para que el angustiado público caraqueño se ponga los zapatos de un pobre hombre, a quien llaman Geranio, que trata de explicarle a tres locos lo que hizo y lo que les puede pasar a ellos si no lo comprenden o lo auxilian. Es como aquella historia, narrada por la prensa, de una mujer que en una desolada carretera colombiana se subió a un autobús donde iban los pacientes de un psiquiátrico y de todos los problemas que se le presentaron después, cuando llegaron al destino final, porque nadie creía que ella no estaba loca y que sí era una enferma más en ese vehiculo…que había utilizado sin saberlo.
Si el enredo de lo que pasa con Geranio y sus compañeros de cautiverio, Nicolás, Guy y Guillermo, exige por parte del público asumir que son seres que cruzaron la raya amarilla y nunca se dieron cuenta, les advertimos a esos entretenidos espectadores que es posible que lleguen envidiar tal mundo de fantasía donde transcurren esas, existencias, porque al salir del teatro donde estaban retornan a un mundo que tienen trampas más peligrosas que las vistas gracias a ese cuarteto de histriones, donde el gran adalid es Nacho, quien además de ser compositor y musicalizador de la obra, es el protagonista, es el Geranio que soñó Xiomara Moreno y quien ahora ha revivido gracias al talento del director Vidal y al soporte profesional de sus locos colegas.

1 comentario:

Miriam Castillo P. dijo...

excelente reseña...