A mala hora el teatro venezolano lo dejó ir. Había trabajado positivamente en sus escenarios y sus claustros a lo largo de 17 años. Sus valiosas huellas dejadas son un amplio legado práctico y teórico que toda una generación de teatreros aprehendió. Él regresó a sus orígenes, a una Itaca del amor y la libertad que nadie puede desechar, y ahí prosigue, todavía, predicando con su docencia en el Celcit de Argentina y actuando para satisfacer gustos y especialmente los del público. Así lo hace, desde el sótano del edificio del FECIC, ubicado en el número 431 de la calle Moreno de Buenos Aires, con su asombroso espectáculo Minetti, creado gracias a la versión escénica de la pieza original de Thomas Bernhard y obtenido con mucha paciencia y sabiduría por el director Carlos Ianni.
Ese es Juan Carlos Gené (Buenos Aires, 6 de noviembre de 1929), quien el próximo 3 de julio reanuda la temporada para mostrar, una vez mas. las naturales ambigüedades, los desmesurados sueños y anhelos nunca satisfechos del anciano primer actor Minetti que, pretendiendo encarnar al shakesperiano rey Lear, acepta una invitación para reunirse con el director de un pequeño teatro de una ciudad, en un misterioso hotel, precisamente antes de la medianoche de un 31 de diciembre. Pero no le cumplen la cita y esa angustiada espera, que precede a su muerte, la tiene que matizar con un complejo dialogo que le brinda una misteriosa dama (Maia Francia), de rojo vestida, al tiempo que enmascarados personajes los vigilan o los incitan a una rumbosa fiesta para recibir el Año Nuevo.
Esta obra, o mejor dicho la versión que presentan, con cuidada producción minimalista, Ianni y Gené, la cual pudimos apreciar el sábado 23 de mayo, nos permitió hilvanar un conjunto de densas reflexiones sobre verdades y mentiras del mundo artístico, y, en especial, el desolado drama de los actores cuando envejecen y su soledad la nutren con proyectos fabulosos que nunca realizarán o con fantasmas de un pasado mejor, que si estuvo muy acompañado. Pero más allá de ser una pieza existencialista sobre los hacedores de las artes escénicas, cinematográficas y televisivas, es una seria invitación a reflexionar sobre la vida de todos los seres humanos al llegar al limite de sus fuerzas físicas en medio de una sociedad o una comunidad que no acepta la vejez, ni menos la muerte, a las cuales niegan; una sociedad que prefiere suicidarse con sus desaforadas actitudes antes de aceptar el derrumbe biológico, sin darse cuenta que la ancianidad anida en sus cerebros, aunque el espejo muestre rostros tersos por las terapias del bisturí.
La obra Minetti, como tal, tiene una rocambolesca historia sobre sus orígenes que no debe interesar al publico común y corriente, pero, para nosotros, lo más importante es haber visto, una vez más, al maestro Gené dando una clase magistral de actuación y degustar, tambien, su estremecedora arenga sobre la vida de un actor capaz de desafiar a la muerte misma, un ritual maravilloso, apuntalado en un profesional equipo.
Creemos que los dramaturgos experimentales, esos que están en pos de revelar facetas oscuras o no muy transparentes de la historia de las artes escénicas, podrían indagar en las biografías del dramaturgo austríaco Thomas Bernhard (1931-1989) y Bernhard Minetti, el actor que lo inspiró. Así quedaría más completa la información sobre esos dos caballeros del teatro y hasta podrían crear sendas piezas, que seguramente el público digerirá por los problemas humanos que estarán ahí calcados.
El escritor Bernhard plasma en su monólogo a un arquetipo de artista romántico, solitario, patético, vencido, en eterna e inútil protesta contra un mundo insensible. Pero esa descripción del personaje que inspiró la pieza es totalmente falsa pese a lo cual el verdadero actor o sea Bernhard Minetti no vaciló en interpretar al falso Minetti, como acotan algunos investigadores.
Cuentan que Minetti, el actor alemán de ascendencia italiana, vivió una extensa y hasta exitosa vida (1905-1998) y, contrariamente al Minetti ficticio de Bernhard, fue un gran intérprete de autores clásicos. Nunca estuvo exilado y la pasó muy bien durante el Tercer Reich, actuando entre 1930 y 1945 en el Teatro Estatal de Berlín bajo la dirección de Gustav Gründgens. Y además no vaciló en participar en películas nazis y antisemitas como Los Rothschild y El judío Süss. Después de la guerra, reinició su carrera en teatros de provincia y en los 70 se convirtió en el actor de carácter más famoso y reconocido de Alemania. Integró el elenco del Teatro Schiller de Berlín hasta que éste se cerró en 1985. A los 80 años ingresó al Berliner Ensemble, célebre grupo de Berthold Brecht, y su última actuación tuvo lugar en la puesta de Heiner Müller de El resistible ascenso de Arturo Ui de Brecht. ¡Estuvo con Dios y con el Diablo!
La saga del dramaturgo Thomas Bernhard, según lo investigado, fue menos romántica y quizás más atormentada, y, sin lugar a dudas, carente de la poesía del otro Minetti que creó y que ahora Gené ha mostrado en este año bisagra que vivimos.¿Cuándo en Venezuela estaremos al día con ese teatro que se muestra allende las fronteras?
Ese es Juan Carlos Gené (Buenos Aires, 6 de noviembre de 1929), quien el próximo 3 de julio reanuda la temporada para mostrar, una vez mas. las naturales ambigüedades, los desmesurados sueños y anhelos nunca satisfechos del anciano primer actor Minetti que, pretendiendo encarnar al shakesperiano rey Lear, acepta una invitación para reunirse con el director de un pequeño teatro de una ciudad, en un misterioso hotel, precisamente antes de la medianoche de un 31 de diciembre. Pero no le cumplen la cita y esa angustiada espera, que precede a su muerte, la tiene que matizar con un complejo dialogo que le brinda una misteriosa dama (Maia Francia), de rojo vestida, al tiempo que enmascarados personajes los vigilan o los incitan a una rumbosa fiesta para recibir el Año Nuevo.
Esta obra, o mejor dicho la versión que presentan, con cuidada producción minimalista, Ianni y Gené, la cual pudimos apreciar el sábado 23 de mayo, nos permitió hilvanar un conjunto de densas reflexiones sobre verdades y mentiras del mundo artístico, y, en especial, el desolado drama de los actores cuando envejecen y su soledad la nutren con proyectos fabulosos que nunca realizarán o con fantasmas de un pasado mejor, que si estuvo muy acompañado. Pero más allá de ser una pieza existencialista sobre los hacedores de las artes escénicas, cinematográficas y televisivas, es una seria invitación a reflexionar sobre la vida de todos los seres humanos al llegar al limite de sus fuerzas físicas en medio de una sociedad o una comunidad que no acepta la vejez, ni menos la muerte, a las cuales niegan; una sociedad que prefiere suicidarse con sus desaforadas actitudes antes de aceptar el derrumbe biológico, sin darse cuenta que la ancianidad anida en sus cerebros, aunque el espejo muestre rostros tersos por las terapias del bisturí.
La obra Minetti, como tal, tiene una rocambolesca historia sobre sus orígenes que no debe interesar al publico común y corriente, pero, para nosotros, lo más importante es haber visto, una vez más, al maestro Gené dando una clase magistral de actuación y degustar, tambien, su estremecedora arenga sobre la vida de un actor capaz de desafiar a la muerte misma, un ritual maravilloso, apuntalado en un profesional equipo.
Creemos que los dramaturgos experimentales, esos que están en pos de revelar facetas oscuras o no muy transparentes de la historia de las artes escénicas, podrían indagar en las biografías del dramaturgo austríaco Thomas Bernhard (1931-1989) y Bernhard Minetti, el actor que lo inspiró. Así quedaría más completa la información sobre esos dos caballeros del teatro y hasta podrían crear sendas piezas, que seguramente el público digerirá por los problemas humanos que estarán ahí calcados.
El escritor Bernhard plasma en su monólogo a un arquetipo de artista romántico, solitario, patético, vencido, en eterna e inútil protesta contra un mundo insensible. Pero esa descripción del personaje que inspiró la pieza es totalmente falsa pese a lo cual el verdadero actor o sea Bernhard Minetti no vaciló en interpretar al falso Minetti, como acotan algunos investigadores.
Cuentan que Minetti, el actor alemán de ascendencia italiana, vivió una extensa y hasta exitosa vida (1905-1998) y, contrariamente al Minetti ficticio de Bernhard, fue un gran intérprete de autores clásicos. Nunca estuvo exilado y la pasó muy bien durante el Tercer Reich, actuando entre 1930 y 1945 en el Teatro Estatal de Berlín bajo la dirección de Gustav Gründgens. Y además no vaciló en participar en películas nazis y antisemitas como Los Rothschild y El judío Süss. Después de la guerra, reinició su carrera en teatros de provincia y en los 70 se convirtió en el actor de carácter más famoso y reconocido de Alemania. Integró el elenco del Teatro Schiller de Berlín hasta que éste se cerró en 1985. A los 80 años ingresó al Berliner Ensemble, célebre grupo de Berthold Brecht, y su última actuación tuvo lugar en la puesta de Heiner Müller de El resistible ascenso de Arturo Ui de Brecht. ¡Estuvo con Dios y con el Diablo!
La saga del dramaturgo Thomas Bernhard, según lo investigado, fue menos romántica y quizás más atormentada, y, sin lugar a dudas, carente de la poesía del otro Minetti que creó y que ahora Gené ha mostrado en este año bisagra que vivimos.¿Cuándo en Venezuela estaremos al día con ese teatro que se muestra allende las fronteras?
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