Con el estrujante espectáculo La visita de los generales, escrito y dirigido por Gilberto Pinto, (Caracas, 7 de septiembre de 1929), inició actividades la Sala de Conciertos de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Uneartes).Esta producción del grupo Teatro del Duende, con la colaboración de la Compañía Nacional de Teatro, la Uneartes, el IAEM y el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, ha sido posible por el profesional elenco que integran Carlos Márquez (Arthur Zenning, físico nuclear); Francis Rueda (Sara, esposa de Zenning); Germán Mendieta (general Médoc); Vito Lonardo (general Inra); Alexis Farías (doctor Kosta, oncólogo); y Daniel Jiménez (doctor Fátov, físico). Además participan: Víctor Villavicencio (iluminación), Enrique Tovar (espacio escénico) y Luis Iván Pinto (asistencia de dirección y diseño gráfico).
La visita de los generales remite de inmediato a la dramaturgia de Henrik Ibsen por la profundidad reflexiva sobre el tema, el diálogo de serena agresividad y la carnalidad con que conforma a sus personajes, como lo afirma Francis Rueda en el amoroso prólogo de la primera publicación de la pieza, resuelta por Fundarte. “Siguiendo la línea de Pacífico 45, Pinto vuelve en esta pieza a un tema universal de gran actualidad por tanta violencia globalizada y tecnología infernal: la frustración de los científicos deseosos de dedicarse a la investigación libre”.
Gilberto Pinto, autor de no menos de 18 obras teatrales, donde destacan, entre otras, Los fantasmas de Tulemón, La guerrita de Rosendo, El hombre de la rata y La muchacha del bluejean, ha comentado que La visita de los generales fue escrita para denunciar la miserable persecución que sufren los sabios o científicos atómicos. Es un tema que le había estado latiendo en la cabeza desde hace años, después de que leyó que un físico norteamericano, a quien le salió un cáncer inoperable, lo obligaron a pasar los pocos días que le quedaban de vida dictando los descubrimientos o reflexiones científicas que él no había asentado o escrito en sus informes. Eso le dio pie para esta pieza, porque consideró que hoy en día los sabios que quieren dedicarse a la investigación están dominados o chantajeados por los gobiernos o por “los perros de la guerra” para que construya artefactos mortales, cada vez más sofisticados. Esa es la idea principal de su obra.
La visita de los generales trata sobre la justicia. Bajo un estilo de realismo crítico con pinceladas de teatro épico, desarrolla uno de los temas actuales: la proliferación de armas de destrucción masiva que amenazan con una contienda que, por todas las perspectivas, acabará con la especie humana. Ahora, parecen sumarse las experimentaciones con la energía nuclear de Corea del Norte e Irán, que mantienen en una aguda expectación agónica a toda la humanidad. Y uno se pregunta ante esta enajenada carrera armamentista: ¿para qué? ¿para pelear contra quién? Su puesta en acción significaría un genocidio y un suicidio del cual no se escaparía nadie
La obra —nacida de exhaustiva investigación adelantada por Pinto- es un inteligente y ético alegato contra la irracional carrera armamentista de las grandes potencias mundiales, especialmente con la fabricación de las armas, por lo cual plasma las torturas psicológicas a que es sometido un destacado científico nuclear por los líderes de las fuerzas militares de su nación, sin tener en cuenta que el sabio —un ser justo que únicamente pide tranquilidad en su hogar-- padece un cáncer en etapa terminal, pero quien no niega su temor a que una mentalidad guerrerista y criminal pueda desencadenar una conflagración mundial capaz de destruir la especie humana.
El espectáculo, una auténtica joyita del teatro minimalista, concebido con elementos propios de las estéticas del realismo critico y del épico, acentúa el inhumano mecanismo de la presión y el chantaje que la casta militarista aplica al investigador atómico Arthur Zenning y la habilidosa trampa que él tiende a sus verdugos para burlarse finalmente de ellos y evitar el mal uso que puedan hacer de sus conocimientos sobre la aplicación de una especial desintegración nuclear. “Un hombre tiene derecho a sus propios sentimientos y a su propia dignidad como ser vivo”, sentencia el acorralado, pero victorioso, Zenning.
Es, pues, un teatro de total vigencia que exalta la mejor tradición artística venezolana. Y donde además hay un elenco de lujo, un grupo de profesionales que encabeza el primer actor Carlos Márquez, dando ejemplo de calidad profesional y de dignidad humana al materializar al sabio acorralado pero victorioso al derrotar al mal.
La visita de los generales remite de inmediato a la dramaturgia de Henrik Ibsen por la profundidad reflexiva sobre el tema, el diálogo de serena agresividad y la carnalidad con que conforma a sus personajes, como lo afirma Francis Rueda en el amoroso prólogo de la primera publicación de la pieza, resuelta por Fundarte. “Siguiendo la línea de Pacífico 45, Pinto vuelve en esta pieza a un tema universal de gran actualidad por tanta violencia globalizada y tecnología infernal: la frustración de los científicos deseosos de dedicarse a la investigación libre”.
Gilberto Pinto, autor de no menos de 18 obras teatrales, donde destacan, entre otras, Los fantasmas de Tulemón, La guerrita de Rosendo, El hombre de la rata y La muchacha del bluejean, ha comentado que La visita de los generales fue escrita para denunciar la miserable persecución que sufren los sabios o científicos atómicos. Es un tema que le había estado latiendo en la cabeza desde hace años, después de que leyó que un físico norteamericano, a quien le salió un cáncer inoperable, lo obligaron a pasar los pocos días que le quedaban de vida dictando los descubrimientos o reflexiones científicas que él no había asentado o escrito en sus informes. Eso le dio pie para esta pieza, porque consideró que hoy en día los sabios que quieren dedicarse a la investigación están dominados o chantajeados por los gobiernos o por “los perros de la guerra” para que construya artefactos mortales, cada vez más sofisticados. Esa es la idea principal de su obra.
La visita de los generales trata sobre la justicia. Bajo un estilo de realismo crítico con pinceladas de teatro épico, desarrolla uno de los temas actuales: la proliferación de armas de destrucción masiva que amenazan con una contienda que, por todas las perspectivas, acabará con la especie humana. Ahora, parecen sumarse las experimentaciones con la energía nuclear de Corea del Norte e Irán, que mantienen en una aguda expectación agónica a toda la humanidad. Y uno se pregunta ante esta enajenada carrera armamentista: ¿para qué? ¿para pelear contra quién? Su puesta en acción significaría un genocidio y un suicidio del cual no se escaparía nadie
La obra —nacida de exhaustiva investigación adelantada por Pinto- es un inteligente y ético alegato contra la irracional carrera armamentista de las grandes potencias mundiales, especialmente con la fabricación de las armas, por lo cual plasma las torturas psicológicas a que es sometido un destacado científico nuclear por los líderes de las fuerzas militares de su nación, sin tener en cuenta que el sabio —un ser justo que únicamente pide tranquilidad en su hogar-- padece un cáncer en etapa terminal, pero quien no niega su temor a que una mentalidad guerrerista y criminal pueda desencadenar una conflagración mundial capaz de destruir la especie humana.
El espectáculo, una auténtica joyita del teatro minimalista, concebido con elementos propios de las estéticas del realismo critico y del épico, acentúa el inhumano mecanismo de la presión y el chantaje que la casta militarista aplica al investigador atómico Arthur Zenning y la habilidosa trampa que él tiende a sus verdugos para burlarse finalmente de ellos y evitar el mal uso que puedan hacer de sus conocimientos sobre la aplicación de una especial desintegración nuclear. “Un hombre tiene derecho a sus propios sentimientos y a su propia dignidad como ser vivo”, sentencia el acorralado, pero victorioso, Zenning.
Es, pues, un teatro de total vigencia que exalta la mejor tradición artística venezolana. Y donde además hay un elenco de lujo, un grupo de profesionales que encabeza el primer actor Carlos Márquez, dando ejemplo de calidad profesional y de dignidad humana al materializar al sabio acorralado pero victorioso al derrotar al mal.
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