La venezolana Iraida Tapias es fundamentalmente una antropóloga amante del teatro. Se ha dedicado a rescatar sagas y plasmar situaciones difíciles vividas especialmente por sus compañeras de género, las mujeres. Ha escrito, a buena hora, la conmovedora pieza teatral La peor de todas, la cual fue transformada en discreto, por no decir plúmbeo, espectáculo que realizó el director Juan José Martín, a pesar de las estremecedoras performances de Rebeca Alemán, Andreína Blanco, Giovanni Reali y Gerardo Soto. ¡Unas de sal y otras de arena!
La obra, resultado de una prolija investigación, como buena científica social que es Tapias, permite ponderar aspectos claves de la vida y la obra de la religiosa Sor Juana Inés de La Cruz (México, 12 de noviembre de 1648/17 de abril de 1695), un ser humano de rocambolesca biografía que destacó por su amor al saber, su poesía, su desprendimiento material; además de haber sido mujer de avanzada para el contexto histórico que le tocó vivir. Otras féminas de su tiempo se entregaron a la labor reproductiva o dar descendencia y “placeres mundanos” a sus parejas matrimoniadas, para cumplir así los preceptos religiosos. Eran tiempos durante los cuales ellas eran casi como unos “animalitos domésticos”.
La incomprensión del mundo y de los poderosos, marcó la vida de Sor Juana Inés de La Cruz hasta sus últimos días, ha dicho, en repetidas ocasiones la dramaturga Tapias, quien demuestra que la monja sí fue una visionaria, amante del placer del conocimiento y que sufrió en carne propia el abuso de poder. Un montaje más audaz, menos retorcido, ayudaría no solo a rescatar la poesía de la monjita si no a resaltar esa magia del amor que se dio entre dos desafiantes e inteligentes hembras, un amor platónico o de cualquier otro adjetivo que no mancha a ese sustantivo que sí es procreador de felicidad aún por encima de las retrogradas limitaciones sociales.
Esta producción, que transcurre en la celda de Sor Juana Inés, permite degustar, por el texto y las actuaciones, la hermosa y fluida poesía de un ser que sí luchó contra las injusticias, las limitaciones y las desigualdades sociales y el abuso del poder ejercido por los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica Apostólica y Romana del mexicano siglo XVII. Ahí se materializa un mundo femenino, incomprensible para esta cibernética centuria, cuando una mujer lucha, hasta sacrificar su vida, contra los prejuicios machistas, de clase y origen, logrando conmover al público no solo por su tozuda valentía si no por la belleza de sus palabras y la tesonera historia del amor que existió entre la religiosa y la esposa del gran jerarca español delegado en México.
Es gratificante encontrarse con una actriz como Rebeca Alemán que, a pesar de la incomodidad de ese “corsé de madera” de la puesta en escena, logra meterse en la piel de la auténtica revolucionaria monjita que luchó por plasmar en el papel su sentimiento amoroso, ya que no podía hacerlo sobre la piel de su amada, y logra dejar así modelos líricos de ese sentimiento, como cuando escribe:
La obra, resultado de una prolija investigación, como buena científica social que es Tapias, permite ponderar aspectos claves de la vida y la obra de la religiosa Sor Juana Inés de La Cruz (México, 12 de noviembre de 1648/17 de abril de 1695), un ser humano de rocambolesca biografía que destacó por su amor al saber, su poesía, su desprendimiento material; además de haber sido mujer de avanzada para el contexto histórico que le tocó vivir. Otras féminas de su tiempo se entregaron a la labor reproductiva o dar descendencia y “placeres mundanos” a sus parejas matrimoniadas, para cumplir así los preceptos religiosos. Eran tiempos durante los cuales ellas eran casi como unos “animalitos domésticos”.
La incomprensión del mundo y de los poderosos, marcó la vida de Sor Juana Inés de La Cruz hasta sus últimos días, ha dicho, en repetidas ocasiones la dramaturga Tapias, quien demuestra que la monja sí fue una visionaria, amante del placer del conocimiento y que sufrió en carne propia el abuso de poder. Un montaje más audaz, menos retorcido, ayudaría no solo a rescatar la poesía de la monjita si no a resaltar esa magia del amor que se dio entre dos desafiantes e inteligentes hembras, un amor platónico o de cualquier otro adjetivo que no mancha a ese sustantivo que sí es procreador de felicidad aún por encima de las retrogradas limitaciones sociales.
Esta producción, que transcurre en la celda de Sor Juana Inés, permite degustar, por el texto y las actuaciones, la hermosa y fluida poesía de un ser que sí luchó contra las injusticias, las limitaciones y las desigualdades sociales y el abuso del poder ejercido por los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica Apostólica y Romana del mexicano siglo XVII. Ahí se materializa un mundo femenino, incomprensible para esta cibernética centuria, cuando una mujer lucha, hasta sacrificar su vida, contra los prejuicios machistas, de clase y origen, logrando conmover al público no solo por su tozuda valentía si no por la belleza de sus palabras y la tesonera historia del amor que existió entre la religiosa y la esposa del gran jerarca español delegado en México.
Es gratificante encontrarse con una actriz como Rebeca Alemán que, a pesar de la incomodidad de ese “corsé de madera” de la puesta en escena, logra meterse en la piel de la auténtica revolucionaria monjita que luchó por plasmar en el papel su sentimiento amoroso, ya que no podía hacerlo sobre la piel de su amada, y logra dejar así modelos líricos de ese sentimiento, como cuando escribe:
“así cuando yo mía
te llamo, no pretendo
que juzguen que eres mía
sino solo yo ser tuya quiero…”
te llamo, no pretendo
que juzguen que eres mía
sino solo yo ser tuya quiero…”
La peor de todas es, pues, un evento artístico, de cuidadosa producción resuelta por Water People Theater Company que hace temporada en la Sala Trasnocho. Lo único que no aplaudimos es la poca creatividad exhibida por la realización escénica, la carencia de esos mínimos detalles o de gestos que hubiesen ayudado más a la comprensión del personaje protagónico, sin caer en la grosera obviedad, ya que, según otros investigadores, como Octavio Paz, vivió y sufrió las consecuencias de su amor lésbico hacia María Luisa Manrique de Lara, esposa del virrey de México.
El poeta Paz (Ciudad de México, marzo 31, 1914/abril 19, 1998), en una puntual biografía de la religiosa afirma que esos poemas que ella pergeño únicamente se pueden entender si se toma en cuenta que ese sentimiento era correspondido, que no todo era platónico, que había algo más que un simplemente intercambio de pensamientos para enriquecer mutuamente sus intelectos, en su acogedora celda del convento, según comenta Adriana Becerra Rojas en su mini ensayo Las lesbianas más famosas de la historia, publicado en la pagina Web anodis.com.
Verdaderamente, ya no importa si Sor Juana Inés de la Cruz era o no lesbiana. Simplemente, fue un ser maravilloso que amo, que fue amada y debe haber sido feliz hasta su mutis final. ¡Pocos vivos pueden hacer o sentir lo mismo en estos tiempos en que las libertades amatorias no están tan constreñidas, por lo que este espectáculo, a pesar de sus falencias detectadas, es aleccionador, por cuanto la poetisa -tal como lo revela y propone Tapias- enseña cómo superar obstáculos y amar en otras dimensiones extracorporales, como también lo hizo después Jean Genet, para evocar a uno de esos cientos de poetas guerreros!
El poeta Paz (Ciudad de México, marzo 31, 1914/abril 19, 1998), en una puntual biografía de la religiosa afirma que esos poemas que ella pergeño únicamente se pueden entender si se toma en cuenta que ese sentimiento era correspondido, que no todo era platónico, que había algo más que un simplemente intercambio de pensamientos para enriquecer mutuamente sus intelectos, en su acogedora celda del convento, según comenta Adriana Becerra Rojas en su mini ensayo Las lesbianas más famosas de la historia, publicado en la pagina Web anodis.com.
Verdaderamente, ya no importa si Sor Juana Inés de la Cruz era o no lesbiana. Simplemente, fue un ser maravilloso que amo, que fue amada y debe haber sido feliz hasta su mutis final. ¡Pocos vivos pueden hacer o sentir lo mismo en estos tiempos en que las libertades amatorias no están tan constreñidas, por lo que este espectáculo, a pesar de sus falencias detectadas, es aleccionador, por cuanto la poetisa -tal como lo revela y propone Tapias- enseña cómo superar obstáculos y amar en otras dimensiones extracorporales, como también lo hizo después Jean Genet, para evocar a uno de esos cientos de poetas guerreros!
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