No existen sino el ayer y el hoy. No tenemos los seres humanos otra cita más segura que la muerte y por eso hay que disfrutar cada día como si fuese el último. Así lo cantan los poetas y se puede corroborar si amanecemos y aspiramos el estimulante aroma del café mañanero. Eso no pudo hacerlo más Mariana Escobar a sus 17 años. Unos desalmados la asesinaron cuando celebraba el grado de bachiller de sus amigos, en una casa del barrio Palo Alto de Los Teques.
Ella anhelaba estudiar Comunicación Social en la UCV y participaba con la agrupación Veneteatro en el espectáculo de La tempestad de William Shakespeare. El viernes 24 de julio hizo su última performance con las otras ninfas de Ariel y el vengativo filósofo Próspero. Sus compañeros y el público la despedimos con aplausos y un larguísimo minuto de silencio, el pasado domingo. Fue durante la postrera función de la temporada, de cuatro fines de semana, que ejecutó el joven director Dante Gil en la Casa de la Cultura de la capital mirandina.
Se frustró así una artista venezolana, como tantos otros habitantes de este país que perecen cada fin de semana por esa violencia cainítica que nadie detiene, ni nadie entiende. ¿Será esa la microguerra civil de que habla el filósofo alemán Hans Magnus Enzensberger?
Mientras la justicia humana castiga a los culpables del desagraciado suceso, hay que recordar que La tempestad es precisamente la última obra que entregó Shakespeare y en ella se vislumbraba lo que serían los siglos posteriores de la bárbara colonización europea en estas las tierras mal llamadas americanas. Ahí se plasman las fantásticas experiencias de Próspero, alcalde despojado de su cargo por su hermano Antonio, quien lo abandona junto a su pequeña hija Miranda en una remota isla. Años después, el destino pone a sus enemigos a su merced, por lo que Próspero fabrica una tempestad que hunde el barco donde yacían el gobernador, el alcalde usurpador y otros marinos. Con los náufragos en la isla, Próspero pone en marcha su venganza junto a su mágico siervo Ariel, quien descubre la conspiración que traman Calibán, Esteban y Trínculo en contra de su amo. Al final, Próspero reflexiona acerca de la vida, la venganza, el amor y el perdón, y además anuncia las nupcias entre Miranda y Fernando, se despoja de sus poderes y su vara mágica.
Ella anhelaba estudiar Comunicación Social en la UCV y participaba con la agrupación Veneteatro en el espectáculo de La tempestad de William Shakespeare. El viernes 24 de julio hizo su última performance con las otras ninfas de Ariel y el vengativo filósofo Próspero. Sus compañeros y el público la despedimos con aplausos y un larguísimo minuto de silencio, el pasado domingo. Fue durante la postrera función de la temporada, de cuatro fines de semana, que ejecutó el joven director Dante Gil en la Casa de la Cultura de la capital mirandina.
Se frustró así una artista venezolana, como tantos otros habitantes de este país que perecen cada fin de semana por esa violencia cainítica que nadie detiene, ni nadie entiende. ¿Será esa la microguerra civil de que habla el filósofo alemán Hans Magnus Enzensberger?
Mientras la justicia humana castiga a los culpables del desagraciado suceso, hay que recordar que La tempestad es precisamente la última obra que entregó Shakespeare y en ella se vislumbraba lo que serían los siglos posteriores de la bárbara colonización europea en estas las tierras mal llamadas americanas. Ahí se plasman las fantásticas experiencias de Próspero, alcalde despojado de su cargo por su hermano Antonio, quien lo abandona junto a su pequeña hija Miranda en una remota isla. Años después, el destino pone a sus enemigos a su merced, por lo que Próspero fabrica una tempestad que hunde el barco donde yacían el gobernador, el alcalde usurpador y otros marinos. Con los náufragos en la isla, Próspero pone en marcha su venganza junto a su mágico siervo Ariel, quien descubre la conspiración que traman Calibán, Esteban y Trínculo en contra de su amo. Al final, Próspero reflexiona acerca de la vida, la venganza, el amor y el perdón, y además anuncia las nupcias entre Miranda y Fernando, se despoja de sus poderes y su vara mágica.
Del director
“Dirigir un Shakespeare era algo que venía germinando en mí desde hace algunos años. Quizás mi primera inspiración se dio gracias a uno de mis maestros en teatro isabelino, Isaac Chocrón, quien nos reiteraba que ese dramaturgo había reinventado al ser humano a través de su teatro. Leerlo es enamorarse del teatro, pues para él, el amor entra por los ojos. Así como Romeo y Julieta o Fernando y Miranda se enamoran a primera vista, el espectador se enamora del teatro al ver una de sus piezas”, así se presenta y explica su trabajo este director, y licenciado en artes en la UCV en el 2009, Dante Gil.
Escogió esta obra que tenía muy bien estudiada para realizar el taller montaje de Shakespeare y el Teatro Isabelino con sus actores de Veneteatro. Pero para un texto de este nivel necesitaba mucha inversión de tiempo, investigación y producción, por lo cual durante el proceso de estudio y montaje invitó a un colega director y productor teatral José Gregorio Yánez y su agrupación “Una nueva luz joven para el mañana”, para realizar una co-producción como pocas veces ha podido disfrutar el público mirandino.
Emprender este montaje de La Tempestad le significó una aventura fantástica, por su condición de taller experimental, pero eso le permitió a él y su gente descubrir el carácter profundamente humano que Shakespeare imprimió a cada uno de sus personajes. Y gracias a la universalidad temática le permitió hacer una lectura muy personal de la obra, pues no era su interés hacer una reproducción exacta del texto.
En compañía de sus actores hizo un severo proceso de investigación de la obra para definir el contexto que querían y podían darle al montaje, así como la propuesta estética del vestuario, ambientación y musicalización. “Al igual que del contexto propuesto medularmente por el propio Shakespeare, la atemporalidad implícita en su argumento, el hibridismo cultural de la estética griega y renacentista.,la atmosfera musical fue influenciada arábigamente, pues los griegos y persas permanentemente intercambiaron culturas a través de la guerra y la dominación de uno sobre el otro. Y finalmente el descubrimiento del Nuevo Mundo, que significó una revolución para la comprensión humana y expansión del conocimiento; pues siempre el hombre soñó desde la antigüedad con islas y lugares utópicos, donde habitaban seres mitológicos, al igual que hoy en día soñamos con otros mundos, otras tierras y otros seres estelares. Así que como resultado he podido mostrar mi Tempestad, mucho más cercana al público contemporáneo. Una clara alegoría a la fantasía, la comedía y la filosofía. Una reconciliación con la vida y con el alma en sí misma”.
Del montaje
El espectáculo, que lució fresco y sin mayores complicaciones, reveló las crecientes habilidades del puestista, quien también es organizador y realizador de una serie de didácticos talleres de capacitación actoral. Respetó la esencia del texto y la filosofía shakesperiana. Y además permitió apreciar el talento en desarrollo de los compañeros de Mariana. Ahí estaban, muy especialmente Henry Pantoja, quien demostró que su discapacidad física no le impedía actuar con dignidad y gran solvencia, además dotado de un peculiar rictus cómico, al lado de sus compañeros Lázaro Rodríguez, Débora Fuentes, María José Cova, Luisana Ortiz, William Pérez, Juan Carlos Piñango, Álvaro Villamizar, Antonio Rodríguez, Daniel Álvarez, José Linarez, Miguel Oliveros, Siul Toro, Jaqueline Flores, Andrea Morao, Gabriela Guzmán, Mara Flores, Diana Mendoza, Diana Segovia, Yuleidy Martínez, Siriney Carrillo, Diana Cordovez y Ledymar Monzón.
Lamentamos, pues, que Mariana Escobar no haya podido mostrarse durante las dos ultimas funciones de la primera temporada de La Tempestad mirandina o de Los Teques, pero sus compañeros cubrieron su ausencia y el espectáculo solamente se detuvo una noche. ¡No la olvidarán jamás, ni las circunstancias de su muerte!
“Dirigir un Shakespeare era algo que venía germinando en mí desde hace algunos años. Quizás mi primera inspiración se dio gracias a uno de mis maestros en teatro isabelino, Isaac Chocrón, quien nos reiteraba que ese dramaturgo había reinventado al ser humano a través de su teatro. Leerlo es enamorarse del teatro, pues para él, el amor entra por los ojos. Así como Romeo y Julieta o Fernando y Miranda se enamoran a primera vista, el espectador se enamora del teatro al ver una de sus piezas”, así se presenta y explica su trabajo este director, y licenciado en artes en la UCV en el 2009, Dante Gil.
Escogió esta obra que tenía muy bien estudiada para realizar el taller montaje de Shakespeare y el Teatro Isabelino con sus actores de Veneteatro. Pero para un texto de este nivel necesitaba mucha inversión de tiempo, investigación y producción, por lo cual durante el proceso de estudio y montaje invitó a un colega director y productor teatral José Gregorio Yánez y su agrupación “Una nueva luz joven para el mañana”, para realizar una co-producción como pocas veces ha podido disfrutar el público mirandino.
Emprender este montaje de La Tempestad le significó una aventura fantástica, por su condición de taller experimental, pero eso le permitió a él y su gente descubrir el carácter profundamente humano que Shakespeare imprimió a cada uno de sus personajes. Y gracias a la universalidad temática le permitió hacer una lectura muy personal de la obra, pues no era su interés hacer una reproducción exacta del texto.
En compañía de sus actores hizo un severo proceso de investigación de la obra para definir el contexto que querían y podían darle al montaje, así como la propuesta estética del vestuario, ambientación y musicalización. “Al igual que del contexto propuesto medularmente por el propio Shakespeare, la atemporalidad implícita en su argumento, el hibridismo cultural de la estética griega y renacentista.,la atmosfera musical fue influenciada arábigamente, pues los griegos y persas permanentemente intercambiaron culturas a través de la guerra y la dominación de uno sobre el otro. Y finalmente el descubrimiento del Nuevo Mundo, que significó una revolución para la comprensión humana y expansión del conocimiento; pues siempre el hombre soñó desde la antigüedad con islas y lugares utópicos, donde habitaban seres mitológicos, al igual que hoy en día soñamos con otros mundos, otras tierras y otros seres estelares. Así que como resultado he podido mostrar mi Tempestad, mucho más cercana al público contemporáneo. Una clara alegoría a la fantasía, la comedía y la filosofía. Una reconciliación con la vida y con el alma en sí misma”.
Del montaje
El espectáculo, que lució fresco y sin mayores complicaciones, reveló las crecientes habilidades del puestista, quien también es organizador y realizador de una serie de didácticos talleres de capacitación actoral. Respetó la esencia del texto y la filosofía shakesperiana. Y además permitió apreciar el talento en desarrollo de los compañeros de Mariana. Ahí estaban, muy especialmente Henry Pantoja, quien demostró que su discapacidad física no le impedía actuar con dignidad y gran solvencia, además dotado de un peculiar rictus cómico, al lado de sus compañeros Lázaro Rodríguez, Débora Fuentes, María José Cova, Luisana Ortiz, William Pérez, Juan Carlos Piñango, Álvaro Villamizar, Antonio Rodríguez, Daniel Álvarez, José Linarez, Miguel Oliveros, Siul Toro, Jaqueline Flores, Andrea Morao, Gabriela Guzmán, Mara Flores, Diana Mendoza, Diana Segovia, Yuleidy Martínez, Siriney Carrillo, Diana Cordovez y Ledymar Monzón.
Lamentamos, pues, que Mariana Escobar no haya podido mostrarse durante las dos ultimas funciones de la primera temporada de La Tempestad mirandina o de Los Teques, pero sus compañeros cubrieron su ausencia y el espectáculo solamente se detuvo una noche. ¡No la olvidarán jamás, ni las circunstancias de su muerte!
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