El escándalo de los “falsos positivos”, como denominan en Colombia a las ejecuciones extrajudiciales cometidas por miembros de las Fuerzas Armadas, aún no incrementa la temperatura social en la patria de Gabriel García Márquez y William Ospina, quienes tendrán ahí suficientes argumentos para otras novelas con récords de ventas. Especialmente ahora que un juzgado de Medellín condenó a 15 militares a 30 años de cárcel por el homicidio de los vendedores de arepas Arley Vallejo Cardona y Yon García Cardona, hermanos por parte de madre, el 25 de mayo de 2006, quienes fueron presentados al día siguiente como guerrilleros muertos en combate por unidades del Batallón de Infantería del Ejercito.
Al comenzar este 2009, la justicia penal investiga la muerte de 1.708 personas: 1.545 hombres, 110 mujeres y 53 menores de edad, en los llamados "falsos positivos", víctimas que los militares presentan como bajas en combate. A estos hechos han sido vinculados 1.150 uniformados: 1.081 del ejército, 35 de la policía, 29 de la armada y cinco del DAS. Hasta ahora hay 83 condenados y 795 detenidos.
¿Cómo era posible que oficiales o suboficiales del Ejército asesinaran a sangre fría a jóvenes de barrios populares para lograr un ascenso mediante bajas ficticias? ¿Cómo era posible que soldados profesionales disfrazaran de guerrilleros muertos en combate a jóvenes indefensos para obtener un descanso de fin de semana?, son algunas de las preguntas que se hacen los articulistas políticos en la fría Bogotá.
Al comenzar este 2009, la justicia penal investiga la muerte de 1.708 personas: 1.545 hombres, 110 mujeres y 53 menores de edad, en los llamados "falsos positivos", víctimas que los militares presentan como bajas en combate. A estos hechos han sido vinculados 1.150 uniformados: 1.081 del ejército, 35 de la policía, 29 de la armada y cinco del DAS. Hasta ahora hay 83 condenados y 795 detenidos.
¿Cómo era posible que oficiales o suboficiales del Ejército asesinaran a sangre fría a jóvenes de barrios populares para lograr un ascenso mediante bajas ficticias? ¿Cómo era posible que soldados profesionales disfrazaran de guerrilleros muertos en combate a jóvenes indefensos para obtener un descanso de fin de semana?, son algunas de las preguntas que se hacen los articulistas políticos en la fría Bogotá.
A 20 años
Mientras en la cara Colombia esos criminales van a la cárcel y se intenta resarcir así a la familia de las victimas inocentes y a la sociedad en general, aquí en Caracas la briosa agrupación Tumbarrancho Teatro, desde la sala Espacio Plural del Trasnocho, presenta su espectáculo 29.10.88, inspirado en “La Masacre del Amparo”, ocurrida el 20 de octubre de 1988, cuando un supuesto enfrentamiento con un grupo subversivo en el Caño la Colorada, en Apure, dejó un saldo de 14 muertos. Pero todo eso fue desmentido por dos hombres que sobrevivieron a los sucesos. Wolmer Pinilla y José Augusto Arias ofrecieron la verdad de los hechos, que según denunció la ONG Provea es un caso, a la criolla, de “falsos positivos”.
Inicialmente se dijo que era una operación de rutina, del policial Comando Especifico José Antonio Páez (Cejap), con lo cual se pretendía impactar la opinión publica al difundir la supuesta eficiencia de la lucha oficial contra la subversión y la delincuencia fronteriza, para lo cual prepararon esa masacre, antecedida por otras cuatro donde hubo menos victimas.
Sin lugar a dudas que el titulo del montaje y el texto del espectáculo aluden al hecho histórico del cual se cumplieron los primeros 20 años de impunidad, pero que también son 20 años de constancia y denuncia, en reclamo de justicia y castigo para los responsables materiales e intelectuales y para los cómplices y encubridores de esa masacre. No es un simple teatro periodístico. Es ficción cruelmente basada en los hechos reales que la nación venezolana conoce u que reclama.
La pieza está bien escrita por Karin Valecillos, bajo la pulcra dirección de Jesús Carreño, y actuada ejemplarmente por Nathalia Paolini, Giovanny García, Rober Calzadilla, Israel Moreno, José Manuel Vidal, Vicente Peña y Jesús Carreño, bajo la correcta producción general de Ciris Perruolo, con precisa música original de El Sagrado Familión, diseño de iluminación de Alfredo Caldera y la dirección de arte de Omar Borges.
El espectáculo es sobrecogedor por la simpleza de su estructura y el realismo de sus actuaciones, las cuales se desarrollan sobre “las aguas del río Arauca”, que hace parte de la metáfora escénica y es el superactor del evento artístico, donde además la música ayuda a crear el suspenso de la siniestra trampa. Es una pieza maestra dramática, como pocas se han visto en lo que va de este siglo venezolano, gracias a la pulcra ficción teatral creada por misma la autora que pergeñó a las ejemplares piezas Cuentos de guerra para dormir en paz y Lo que Kurt Cobain se llevó.
Tumbarracho, una vez más, le recuerda al público caraqueño que en tiempos revueltos el teatro es la mejor expresión artística para manifestarse críticamente, porque en el escenario se fusionan historias, realidades y reflexiones para una comunidad ansiosa y sedienta de justicia. Es un artístico pretexto que pretende impedir la desmemoria y hace parte de la milenaria lucha de los artistas contra el olvido ¡Venezuela y Colombia, hermanadas desde que fueron creadas, ahora también comparten el mismo horror de irrespeto a la vida y esa sórdida conspiración contra sus democracias que tantos sacrificios han costado!
Glosario
En medicina un “falso positivo” es cuando a alguien se le diagnostica una enfermedad que no padece, pero en la jerga militar un “falso positivo” es algo similar a declarar un resultado positivo del ejercito a algo que no lo es, tal como lo “enseña” la pagina Web Anarkismo.net.
Según este concepto, “falso positivo” es el montaje de auto-atentados de los cuales culpan a las fuerzas insurgentes o la supuesta frustración por parte del ejercito de algún plan terrorista; también es asesinar a civiles para luego presentarlos como guerrilleros dados de baja en supuesto combate y puede ser algo tan “inocente” como una desmovilización masiva ficticia. En síntesis, la lista de posibilidades de falsos positivos es bastante larga y extensa.
Los “falsos positivos” son también un siniestro espacio donde se puede dar una “efectiva” cooperación cívico militar. En las redes de informantes, hay muchos que se gana la vida sapeando y cuando no hay nada que sapear, pues no falta quien se dedica a inventar atentados o los montan ellos mismos en complicidad con algún oficial amigo. Al final, metafóricamente, Maquiavelo se hace presente para justificar por unos pesos o dólares que se obtienen por la recompensa y que son compartidos salomónicamente por uniformados y no uniformados.
Mientras en la cara Colombia esos criminales van a la cárcel y se intenta resarcir así a la familia de las victimas inocentes y a la sociedad en general, aquí en Caracas la briosa agrupación Tumbarrancho Teatro, desde la sala Espacio Plural del Trasnocho, presenta su espectáculo 29.10.88, inspirado en “La Masacre del Amparo”, ocurrida el 20 de octubre de 1988, cuando un supuesto enfrentamiento con un grupo subversivo en el Caño la Colorada, en Apure, dejó un saldo de 14 muertos. Pero todo eso fue desmentido por dos hombres que sobrevivieron a los sucesos. Wolmer Pinilla y José Augusto Arias ofrecieron la verdad de los hechos, que según denunció la ONG Provea es un caso, a la criolla, de “falsos positivos”.
Inicialmente se dijo que era una operación de rutina, del policial Comando Especifico José Antonio Páez (Cejap), con lo cual se pretendía impactar la opinión publica al difundir la supuesta eficiencia de la lucha oficial contra la subversión y la delincuencia fronteriza, para lo cual prepararon esa masacre, antecedida por otras cuatro donde hubo menos victimas.
Sin lugar a dudas que el titulo del montaje y el texto del espectáculo aluden al hecho histórico del cual se cumplieron los primeros 20 años de impunidad, pero que también son 20 años de constancia y denuncia, en reclamo de justicia y castigo para los responsables materiales e intelectuales y para los cómplices y encubridores de esa masacre. No es un simple teatro periodístico. Es ficción cruelmente basada en los hechos reales que la nación venezolana conoce u que reclama.
La pieza está bien escrita por Karin Valecillos, bajo la pulcra dirección de Jesús Carreño, y actuada ejemplarmente por Nathalia Paolini, Giovanny García, Rober Calzadilla, Israel Moreno, José Manuel Vidal, Vicente Peña y Jesús Carreño, bajo la correcta producción general de Ciris Perruolo, con precisa música original de El Sagrado Familión, diseño de iluminación de Alfredo Caldera y la dirección de arte de Omar Borges.
El espectáculo es sobrecogedor por la simpleza de su estructura y el realismo de sus actuaciones, las cuales se desarrollan sobre “las aguas del río Arauca”, que hace parte de la metáfora escénica y es el superactor del evento artístico, donde además la música ayuda a crear el suspenso de la siniestra trampa. Es una pieza maestra dramática, como pocas se han visto en lo que va de este siglo venezolano, gracias a la pulcra ficción teatral creada por misma la autora que pergeñó a las ejemplares piezas Cuentos de guerra para dormir en paz y Lo que Kurt Cobain se llevó.
Tumbarracho, una vez más, le recuerda al público caraqueño que en tiempos revueltos el teatro es la mejor expresión artística para manifestarse críticamente, porque en el escenario se fusionan historias, realidades y reflexiones para una comunidad ansiosa y sedienta de justicia. Es un artístico pretexto que pretende impedir la desmemoria y hace parte de la milenaria lucha de los artistas contra el olvido ¡Venezuela y Colombia, hermanadas desde que fueron creadas, ahora también comparten el mismo horror de irrespeto a la vida y esa sórdida conspiración contra sus democracias que tantos sacrificios han costado!
Glosario
En medicina un “falso positivo” es cuando a alguien se le diagnostica una enfermedad que no padece, pero en la jerga militar un “falso positivo” es algo similar a declarar un resultado positivo del ejercito a algo que no lo es, tal como lo “enseña” la pagina Web Anarkismo.net.
Según este concepto, “falso positivo” es el montaje de auto-atentados de los cuales culpan a las fuerzas insurgentes o la supuesta frustración por parte del ejercito de algún plan terrorista; también es asesinar a civiles para luego presentarlos como guerrilleros dados de baja en supuesto combate y puede ser algo tan “inocente” como una desmovilización masiva ficticia. En síntesis, la lista de posibilidades de falsos positivos es bastante larga y extensa.
Los “falsos positivos” son también un siniestro espacio donde se puede dar una “efectiva” cooperación cívico militar. En las redes de informantes, hay muchos que se gana la vida sapeando y cuando no hay nada que sapear, pues no falta quien se dedica a inventar atentados o los montan ellos mismos en complicidad con algún oficial amigo. Al final, metafóricamente, Maquiavelo se hace presente para justificar por unos pesos o dólares que se obtienen por la recompensa y que son compartidos salomónicamente por uniformados y no uniformados.
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