Sin fanfarrias, ni ruedas de prensa, ni collares de micrófonos ni videograbadores que propalaran su presencia en la temporada caraqueña, llegó, desde su natal Buenos Aires, el autor José María Muscari (34 años) por intermedio de su obra En la cama, la cual ha sobrevivido a la versión y la dirección que le hiciera Xiomara Moreno. Y afirmamos esto porque habríamos preferido verla sin adaptación alguna, o sea tal como la escribió y montó el dramaturgo. Pero la realidad siempre es superior a nuestros sueños y aquí se hizo lo que salió de las manos de los artistas criollos. Y nosotros evaluamos lo mostrado.
Muscari ha dicho -para Télan, 13 de enero de 2008- que su pieza es tripolar, porque los interpretes tienen que actuar en tres niveles de actuación: un plano realista para lo que pasa entre los personajes; otro de distanciamiento para lo que hacen los actores reales relacionándose con el publico y entre ellos como actores que están haciendo esa obra. Y un último plano que tiene que ver con una zona intermedia entre las otras dos que encierra el erotismo. “Yo definiría a mi obra como una comedia altamente perturbable, que va a provocar entre el publico una fuente de identificación. Mi obra se puede definir como lo que uno nunca diría o haría en público. Es la privacidad al desnudo”.
Cama criolla
A lo largo de mi ejercicio periodístico y crítico he visto nacer, desarrollarse y hasta fenecer varios centenares de artistas del espectáculo teatral. También he conocido y ponderado los delicados y pesados pasos de unos seres que saben pasar desapercibidos y nunca compiten con actores, ni con directores y jamás con autores. Son encargados de suministrar o controlar el dinero, entre otras cosas, para hacer posible, físicamente, el montaje de la pieza que pueda arrojar ganancias o perdidas, porque son, en última instancia, beneficiados o afectados por el evento artístico que hayan comandado, ellos son los productores.
Algunos hay que hasta merodean por salas teatrales o computadores de los dramaturgos en pos de una obra que pueda significar lucros. Son codiciados porque tienen ojos para seleccionar eventuales éxitos. Y por eso hoy nos referirnos a Eduardo Fermín (Caracas, 20 de agosto de 1981), quien actualmente destaca por su trabajo con la comedia de costumbres En la cama, del argentino José María Muscari (1976),versión y dirección de Xiomara Moreno, con el soporte actoral de Jean Carlos Simancas, Rafael Romero, Catherina Carozo y Emma Rabbe, la cual hace temporada en el Celarg.
A Fermín lo conocí cuando acudí a un excelente taller de dramaturgia con Mónica Montañés, porque quería abordar una pieza a dos voces sobre Carlos Giménez. Ese proyecto se congeló para darle salida al monologante transexual Esdras Quinto de Novia en rojo (estrenada en Mar del Plata, durante 2009) y al discapacitado Abdón y el irascible intelectual Antonio de El fantasma de Bonnie (en proceso de montaje).
Fermín no escribió nada y tras dejar de vender instrumentos médicos se entregó a producir los montajes del Centro de Directores para el Nuevo Teatro y de otras agrupaciones. Ya su récord alcanza 20 espectáculos y ahora exhibe una obra que aborda de manera desprejuiciada, divertida, irónica, feroz y dolorosa los vínculos de pareja y los conflictos de cuatro personajes heterosexuales, pero con una quinta persona: una cama cómplice, donde todo se resuelve.
Xiomara Moreno tomó el texto original y lo puso en venezolano. Son dos parejas, una con 17 años de vida en común y otra solamente con siete. Una está a punto de romperse por la infidelidad y otra bordea el fracaso ante la carencia de un hijo. La versión permite el lucimiento de todo el elenco, gracias al tratamiento realista del montaje y al desenfado de Simancas y Romero, equilibrada pareja de “tenistas” verbales, y la dulzura y la inteligencia de Rabbe y Cardozo, “esposas” de tan habilidosos caballeros.
Es, pues, una pieza sobre dos matrimonios, con sus rutinas y sus desilusiones, sus angustias y sus alegrías, sobre desesperadas caminatas hacia un horizonte sombrío, a veces, o sin perspectivas felices. La pieza sirve para demostrar, una vez más, que la formula tradicional de la familia burguesa está en crisis porque no resuelve problemas verdaderamente íntimos de las parejas y se convierte en una empresa de equilibrada convivencia.
Muscari ha dicho -para Télan, 13 de enero de 2008- que su pieza es tripolar, porque los interpretes tienen que actuar en tres niveles de actuación: un plano realista para lo que pasa entre los personajes; otro de distanciamiento para lo que hacen los actores reales relacionándose con el publico y entre ellos como actores que están haciendo esa obra. Y un último plano que tiene que ver con una zona intermedia entre las otras dos que encierra el erotismo. “Yo definiría a mi obra como una comedia altamente perturbable, que va a provocar entre el publico una fuente de identificación. Mi obra se puede definir como lo que uno nunca diría o haría en público. Es la privacidad al desnudo”.
Cama criolla
A lo largo de mi ejercicio periodístico y crítico he visto nacer, desarrollarse y hasta fenecer varios centenares de artistas del espectáculo teatral. También he conocido y ponderado los delicados y pesados pasos de unos seres que saben pasar desapercibidos y nunca compiten con actores, ni con directores y jamás con autores. Son encargados de suministrar o controlar el dinero, entre otras cosas, para hacer posible, físicamente, el montaje de la pieza que pueda arrojar ganancias o perdidas, porque son, en última instancia, beneficiados o afectados por el evento artístico que hayan comandado, ellos son los productores.
Algunos hay que hasta merodean por salas teatrales o computadores de los dramaturgos en pos de una obra que pueda significar lucros. Son codiciados porque tienen ojos para seleccionar eventuales éxitos. Y por eso hoy nos referirnos a Eduardo Fermín (Caracas, 20 de agosto de 1981), quien actualmente destaca por su trabajo con la comedia de costumbres En la cama, del argentino José María Muscari (1976),versión y dirección de Xiomara Moreno, con el soporte actoral de Jean Carlos Simancas, Rafael Romero, Catherina Carozo y Emma Rabbe, la cual hace temporada en el Celarg.
A Fermín lo conocí cuando acudí a un excelente taller de dramaturgia con Mónica Montañés, porque quería abordar una pieza a dos voces sobre Carlos Giménez. Ese proyecto se congeló para darle salida al monologante transexual Esdras Quinto de Novia en rojo (estrenada en Mar del Plata, durante 2009) y al discapacitado Abdón y el irascible intelectual Antonio de El fantasma de Bonnie (en proceso de montaje).
Fermín no escribió nada y tras dejar de vender instrumentos médicos se entregó a producir los montajes del Centro de Directores para el Nuevo Teatro y de otras agrupaciones. Ya su récord alcanza 20 espectáculos y ahora exhibe una obra que aborda de manera desprejuiciada, divertida, irónica, feroz y dolorosa los vínculos de pareja y los conflictos de cuatro personajes heterosexuales, pero con una quinta persona: una cama cómplice, donde todo se resuelve.
Xiomara Moreno tomó el texto original y lo puso en venezolano. Son dos parejas, una con 17 años de vida en común y otra solamente con siete. Una está a punto de romperse por la infidelidad y otra bordea el fracaso ante la carencia de un hijo. La versión permite el lucimiento de todo el elenco, gracias al tratamiento realista del montaje y al desenfado de Simancas y Romero, equilibrada pareja de “tenistas” verbales, y la dulzura y la inteligencia de Rabbe y Cardozo, “esposas” de tan habilidosos caballeros.
Es, pues, una pieza sobre dos matrimonios, con sus rutinas y sus desilusiones, sus angustias y sus alegrías, sobre desesperadas caminatas hacia un horizonte sombrío, a veces, o sin perspectivas felices. La pieza sirve para demostrar, una vez más, que la formula tradicional de la familia burguesa está en crisis porque no resuelve problemas verdaderamente íntimos de las parejas y se convierte en una empresa de equilibrada convivencia.
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