“El teatro es un arte colectivo. Es la manera de comunicarnos nosotros, los actores. El teatro no sólo debe entretener sino que debe manifestar algo que transforme, que provoque una reacción humana en el público. El mundo de nuestros días queda revelado en el teatro. Yo creo que el teatro como arte debe rescatar su función como mensajero de una sociedad. Nosotros, los hacedores de teatro, debemos abogar por el arte y por ganar espacios como mensajeros”.
Así piensa y lo expresa a viva voz una trabajadora e importante mujer venezolana, nacida en Timotes hace 77 años, y quien lleva 58 actuando en escenarios, en sets de televisión y en platós cinematográficos. Es Aura Rivas, la actriz dramática que acaba de merecer el Premio Nacional de Teatro 2010, máximo galardón que le concede el Estado por intermedio del gobierno nacional de la República Bolivariana de Venezuela.
Aura, o Aurita como le dicen sus amigos, afirma que los venezolanos deben tener siempre un teatro de calidad. “Hay que rescatar el teatro de arte que tenga contenido social, que refleje nuestras situaciones y que conlleve a la reflexión. No debe ser un teatro pasivo, mero mercantilista; aún siendo de divertimento debe tener un contenido social. Creo en un teatro riguroso donde los actores sean integrales y que manejen bien su voz y su dicción. Y creo en la necesidad de la creación de un Teatro Nacional de Repertorio como fuente de trabajo para aquellos artistas del teatro venezolano que no están incorporados a los centros de producción establecidos y para los nuevos actores que egresan de nuestras escuelas y que buscan la profesionalización.
Los inicios
Aurita recuerda que sus primeros pasos en los escenarios teatrales los dio cuando trabajaba en las oficinas de Cartografía Nacional, una institución del Estado, ubicada en aquel entonces de Caño Amarillo a Estación, en la Quinta Santa Inés. Su director era el maestro José Antonio Calcaño, músico y creador que habilitó una sala de teatro para representaciones tanto del grupo de teatro como de la coral para familiares y amigos de los trabajadores. “Yo era oficinista y participé como actriz en el Grupo Experimental de Teatro CARNAC con la obra El otro hijo de Juan Martínez Toro, en noviembre de 1952, hace 58 años. Y la pieza más reciente fue Arráncame la vida, de Elio Palencia, con la cual hicimos una temporada en Unearte y en el Celarg. Sigo, pues, viva y trabajando en lo que ha sido mi oficio o mi profesión toda una vida”
Cuenta que en 1953 participó en el primer programa en vivo en Televisa (hoy Venevisión). “Allí me fui vinculando con gente de teatro como Alfredo Pérez Baptista y Pedro Marthán; así, en 1954 trabajé con el Grupo de Teatro del Búho que dirigían Pedro Marthán y Román Chalbaud, en la sede del Teatro Montecarlo con la obra Una madeja de lana azul celeste de José López Rubio. dirigida por José Gabriel de Pablos, con María Luisa Sandoval, Pablo Miró, Gladys Cáceres y Andrés Peinado. No recuerdo bien, pero creo que en aquél tiempo sólo dábamos una o dos funciones”.
“Donde me formé realmente fue con Romeo Costea, en 1956 con el Grupo Compás del cual soy fundadora. Trabaje en las piezas Fantasio de Musset; La crítica de la escuela de las mujeres de Moliere; Diálogo de las carmelitas de Bernanós; El abanico de Goldoni; Contrato de amor de Michel Durán; La niña casadera de Ionesco; Un curioso accidente de Goldoni; Grandes penas de Courteleine; El cliente de Jean Tardieu”.
“En 1958 fuimos a México con El cornudo, apaleado y contento de Bocaccio y El médico a la fuerza de Moliere, invitados para el Primer Festival Panamericano de Teatro. La escenografía era de Guillermo Zabaleta y mis compañeros actores eran Pedro Marthán, Eduardo Frank, Omar Gonzalo, Celeste Rossen, Mayra Chardiet, Roberto Hernández, Gil Vargas, Octavio Mitre y Felipe Rivas”.
-¿Cómo se vinculó con la televisión y el cine?
-Durante las presentaciones del Grupo Experimental de Cartografía Nacional, a finales de 1952 se nos acercó un compañero de trabajo, francés, que trabajaba también para Televisa y nos invitó a las dos actrices de la obra para que participáramos en el primer programa en vivo que se iba a realizar en esa televisora. Los padres de mi amiga no la dejaron porque en aquél tiempo ser “artista” era mal visto. Mis padres, en cambio, siempre me apoyaron en todo. Así que, en 1953, participé con un pequeño papel en el programa “Aquella taza de café”, no recuerdo el autor. Entre 1953 y 54, trabajé tanto en Televisa como en el Canal 5 en los programas “Motivos Venezolanos” y “Teleteatro” dirigidos por Román Chalbaud y Alberto de Paz y Mateos. En 1955 fui contratada por Televisa. Trabajé en los programas: “Los casos del Inspector Nick”; “Teatro del Hogar”; “Telenovela de las 7”; “El lente podría ser usted”; “Cuentos venezolanos”; “Historia de mujeres”. Al mismo tiempo hice radio, radionovelas y radioteatro en Radio Libertad, Radio Rumbos y Radio Continente.
“Al cine entré desde mi actividad teatral. Los mismos directores o amigos actores me convocaron a participar. La primerita experiencia en ese medio fue en México por ahí a principios de los 60; luego, aquí en Venezuela, Reconcomio, dirigida por Alfredo Lugo; La gata borracha de Chalbaud; La matanza de Santa Bárbara de Luis Correa y con la cual me gané el Premio Crepúsculo Dorado; Retén de mujeres dirigida por Carlos Pérez; Pandemónium de Chalbaud; Una abuela virgen de Olegario Barrera y la más reciente Sheila, una casa pa’ maíta dirigida por Barberena.
- ¿En qué medida o cómo influyó Jorge Godoy en su carrera?
- Yo ya tenía mi carrera como dama joven antes de conocer al productor mexicano Jorge Godoy. Nos conocimos en Televisa y cuando decidimos hacer vida juntos, en 1959, nos estimulamos al estudio. Él estudió dirección teatral y yo actuación en el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) de México y con Seki Sano, maestro japonés, discípulo de Stanislavsky. Como ambos compartíamos la misma actividad fue fácil vincularnos en diversos proyectos y crecer juntos en la cotidiana confrontación de las ideas. Juntos fundamos en México, en 1965, el Centro Cultural Coyoacán en donde, además de las actividades administrativas, él dirigía la Compañía Teatral del Centro y yo actué en diversas propuestas tanto con él como con otros directores. Pero yo aprendí mucho con él como director y como promotor intenso, lo apoyé constantemente en sus proyectos y trabajamos en varios montajes teatrales agradecidos por público y crítica tanto en México como aquí: La mandrágora de Maquiavelo; Las sillas de Ionesco; Los fusiles de la madre Carrar de Brecht; Que Dios la tenga en la gloria de Carlota Martínez, entre muchas otras. El estudio profundo del contexto, un buen trabajo de mesa previo a las improvisaciones, el trabajo del Método, pues, y sus precisas diferenciaciones entre los diversos estilos; el compromiso social que representa cada actividad, eso aprendí de Jorge Godoy y ambos fuimos muy disciplinados en nuestro trabajo. Procreamos dos hijas: Naghiely y Citlally. Después de su muerte, seguí trabajando y tengo no menos de 60 montajes teatrales
-¿Qué obra quisiera montar?
-Me gustaría montar La visita de la vieja dama de Dürenmatt, Carlos Giménez. Y la obra de Henrik Ibsen Dama Inger de Ostraat (1855). Ese personaje es muy similar a Lady Macbeth, que siempre quise interpretar.
- ¿Y los monólogos le gustan?
- Un monólogo es muy difícil por el rigor dramatúrgico y de interpretación. Nunca me gustaron los monólogos.Elio Palencia siempre quiso escribir uno para mí, pero ante mi confesión, entonces introdujo en Arráncame la vida el personaje del hijo con poca, pero significativa participación. Lo hice dirigida por Chalbaud y con el actor Frank Silva, Me gustan los diálogos, la interacción. Y cuando hice el monólogo Como agua que corre de Levy Rossel y dirigida por él, fui convencida porque se trataba de un homenaje a Amalia Pérez Díaz, recientemente fallecida; la obra había sido escrita para ella, y además, era a beneficio de las Residencias Caraballeda, Hogar para la Tercera Edad. Por cierto, con ese monólogo, Levy también me rindió homenaje por mis 50 años de trayectoria.
Así piensa y lo expresa a viva voz una trabajadora e importante mujer venezolana, nacida en Timotes hace 77 años, y quien lleva 58 actuando en escenarios, en sets de televisión y en platós cinematográficos. Es Aura Rivas, la actriz dramática que acaba de merecer el Premio Nacional de Teatro 2010, máximo galardón que le concede el Estado por intermedio del gobierno nacional de la República Bolivariana de Venezuela.
Aura, o Aurita como le dicen sus amigos, afirma que los venezolanos deben tener siempre un teatro de calidad. “Hay que rescatar el teatro de arte que tenga contenido social, que refleje nuestras situaciones y que conlleve a la reflexión. No debe ser un teatro pasivo, mero mercantilista; aún siendo de divertimento debe tener un contenido social. Creo en un teatro riguroso donde los actores sean integrales y que manejen bien su voz y su dicción. Y creo en la necesidad de la creación de un Teatro Nacional de Repertorio como fuente de trabajo para aquellos artistas del teatro venezolano que no están incorporados a los centros de producción establecidos y para los nuevos actores que egresan de nuestras escuelas y que buscan la profesionalización.
Los inicios
Aurita recuerda que sus primeros pasos en los escenarios teatrales los dio cuando trabajaba en las oficinas de Cartografía Nacional, una institución del Estado, ubicada en aquel entonces de Caño Amarillo a Estación, en la Quinta Santa Inés. Su director era el maestro José Antonio Calcaño, músico y creador que habilitó una sala de teatro para representaciones tanto del grupo de teatro como de la coral para familiares y amigos de los trabajadores. “Yo era oficinista y participé como actriz en el Grupo Experimental de Teatro CARNAC con la obra El otro hijo de Juan Martínez Toro, en noviembre de 1952, hace 58 años. Y la pieza más reciente fue Arráncame la vida, de Elio Palencia, con la cual hicimos una temporada en Unearte y en el Celarg. Sigo, pues, viva y trabajando en lo que ha sido mi oficio o mi profesión toda una vida”
Cuenta que en 1953 participó en el primer programa en vivo en Televisa (hoy Venevisión). “Allí me fui vinculando con gente de teatro como Alfredo Pérez Baptista y Pedro Marthán; así, en 1954 trabajé con el Grupo de Teatro del Búho que dirigían Pedro Marthán y Román Chalbaud, en la sede del Teatro Montecarlo con la obra Una madeja de lana azul celeste de José López Rubio. dirigida por José Gabriel de Pablos, con María Luisa Sandoval, Pablo Miró, Gladys Cáceres y Andrés Peinado. No recuerdo bien, pero creo que en aquél tiempo sólo dábamos una o dos funciones”.
“Donde me formé realmente fue con Romeo Costea, en 1956 con el Grupo Compás del cual soy fundadora. Trabaje en las piezas Fantasio de Musset; La crítica de la escuela de las mujeres de Moliere; Diálogo de las carmelitas de Bernanós; El abanico de Goldoni; Contrato de amor de Michel Durán; La niña casadera de Ionesco; Un curioso accidente de Goldoni; Grandes penas de Courteleine; El cliente de Jean Tardieu”.
“En 1958 fuimos a México con El cornudo, apaleado y contento de Bocaccio y El médico a la fuerza de Moliere, invitados para el Primer Festival Panamericano de Teatro. La escenografía era de Guillermo Zabaleta y mis compañeros actores eran Pedro Marthán, Eduardo Frank, Omar Gonzalo, Celeste Rossen, Mayra Chardiet, Roberto Hernández, Gil Vargas, Octavio Mitre y Felipe Rivas”.
-¿Cómo se vinculó con la televisión y el cine?
-Durante las presentaciones del Grupo Experimental de Cartografía Nacional, a finales de 1952 se nos acercó un compañero de trabajo, francés, que trabajaba también para Televisa y nos invitó a las dos actrices de la obra para que participáramos en el primer programa en vivo que se iba a realizar en esa televisora. Los padres de mi amiga no la dejaron porque en aquél tiempo ser “artista” era mal visto. Mis padres, en cambio, siempre me apoyaron en todo. Así que, en 1953, participé con un pequeño papel en el programa “Aquella taza de café”, no recuerdo el autor. Entre 1953 y 54, trabajé tanto en Televisa como en el Canal 5 en los programas “Motivos Venezolanos” y “Teleteatro” dirigidos por Román Chalbaud y Alberto de Paz y Mateos. En 1955 fui contratada por Televisa. Trabajé en los programas: “Los casos del Inspector Nick”; “Teatro del Hogar”; “Telenovela de las 7”; “El lente podría ser usted”; “Cuentos venezolanos”; “Historia de mujeres”. Al mismo tiempo hice radio, radionovelas y radioteatro en Radio Libertad, Radio Rumbos y Radio Continente.
“Al cine entré desde mi actividad teatral. Los mismos directores o amigos actores me convocaron a participar. La primerita experiencia en ese medio fue en México por ahí a principios de los 60; luego, aquí en Venezuela, Reconcomio, dirigida por Alfredo Lugo; La gata borracha de Chalbaud; La matanza de Santa Bárbara de Luis Correa y con la cual me gané el Premio Crepúsculo Dorado; Retén de mujeres dirigida por Carlos Pérez; Pandemónium de Chalbaud; Una abuela virgen de Olegario Barrera y la más reciente Sheila, una casa pa’ maíta dirigida por Barberena.
- ¿En qué medida o cómo influyó Jorge Godoy en su carrera?
- Yo ya tenía mi carrera como dama joven antes de conocer al productor mexicano Jorge Godoy. Nos conocimos en Televisa y cuando decidimos hacer vida juntos, en 1959, nos estimulamos al estudio. Él estudió dirección teatral y yo actuación en el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) de México y con Seki Sano, maestro japonés, discípulo de Stanislavsky. Como ambos compartíamos la misma actividad fue fácil vincularnos en diversos proyectos y crecer juntos en la cotidiana confrontación de las ideas. Juntos fundamos en México, en 1965, el Centro Cultural Coyoacán en donde, además de las actividades administrativas, él dirigía la Compañía Teatral del Centro y yo actué en diversas propuestas tanto con él como con otros directores. Pero yo aprendí mucho con él como director y como promotor intenso, lo apoyé constantemente en sus proyectos y trabajamos en varios montajes teatrales agradecidos por público y crítica tanto en México como aquí: La mandrágora de Maquiavelo; Las sillas de Ionesco; Los fusiles de la madre Carrar de Brecht; Que Dios la tenga en la gloria de Carlota Martínez, entre muchas otras. El estudio profundo del contexto, un buen trabajo de mesa previo a las improvisaciones, el trabajo del Método, pues, y sus precisas diferenciaciones entre los diversos estilos; el compromiso social que representa cada actividad, eso aprendí de Jorge Godoy y ambos fuimos muy disciplinados en nuestro trabajo. Procreamos dos hijas: Naghiely y Citlally. Después de su muerte, seguí trabajando y tengo no menos de 60 montajes teatrales
-¿Qué obra quisiera montar?
-Me gustaría montar La visita de la vieja dama de Dürenmatt, Carlos Giménez. Y la obra de Henrik Ibsen Dama Inger de Ostraat (1855). Ese personaje es muy similar a Lady Macbeth, que siempre quise interpretar.
- ¿Y los monólogos le gustan?
- Un monólogo es muy difícil por el rigor dramatúrgico y de interpretación. Nunca me gustaron los monólogos.Elio Palencia siempre quiso escribir uno para mí, pero ante mi confesión, entonces introdujo en Arráncame la vida el personaje del hijo con poca, pero significativa participación. Lo hice dirigida por Chalbaud y con el actor Frank Silva, Me gustan los diálogos, la interacción. Y cuando hice el monólogo Como agua que corre de Levy Rossel y dirigida por él, fui convencida porque se trataba de un homenaje a Amalia Pérez Díaz, recientemente fallecida; la obra había sido escrita para ella, y además, era a beneficio de las Residencias Caraballeda, Hogar para la Tercera Edad. Por cierto, con ese monólogo, Levy también me rindió homenaje por mis 50 años de trayectoria.
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