sábado, diciembre 25, 2010

Los 89 de Romeo

Lleva 57 navidades en Caracas y ya perdió la cuenta de las hallacas que ha devorado hasta ahora, porque “siempre tuve muy buen diente”, comentó ufano. También ha comido, durante las tradicionales festividades decembrinas, el sarmale, vianda greco rumana, cuya receta le reveló su madre Caterina, allá en Braila, y la cual aquí en Venezuela ha preparado numerosas veces para sus amistades.
El director de teatro Romeo Costea explicó, tras advertir que “se trata de una receta muy laboriosa”, que el sarmale es una especie de guiso, combinado de carne molida de res y cerdo, la cual se envuelve en hojas de repollo y después se hornea, para finalmente servirlo con polenta, especie de potaje de origen romano que ahora se hace con maíz amarillo. Pero en estos tiempos lo come poco porque debe cuidar su salud en general y en especial su corazón. “Uso marcapasos y me lo han cambiado tres veces, hasta ahora”, comenta y agradece las atenciones que siempre ha recibido en el Hospital Clínico Universitario. “Son unos profesionales maravillosos”, puntualiza.
Próximo a cumplir 89 años -nació el 14 de enero de 1922- ya tiene planes para los venideros meses de marzo y abril, cuando en los espacios de la Alianza Francesa, en Chacaíto, dictará una conferencia sobre “Los años locos”, esa etapa de la vida europea que va de 1920 a 1930, antes del ascenso del fascismo italiano y el nacional socialismo germano, y después presentará La niña casadera de Eugene Ionesco, traducida del francés por René De Sola.
La niña casadera es un juego de palabras, que por la continua repetición desde un cierto nivel de incoherencia situado en el lenguaje, se convierte en una situación cómica. Es, en cierto modo, un análisis del lenguaje cotidiano, que produce sorpresa al espectador. “La gente no se da cuenta que habla como Ionesco, mi compatriota rumano”, asegura Costea, quien advierte que la pieza está en la dualidad del si y del no.
El Compás desde 1955
Por supuesto que Costea aún no piensa retirarse de la actividad teatral. Recuerda que en la temporada de 1955 fundó, con el respaldo de Gaston Dihel, René De Sola y Alejandro Lasser, entre otros, al grupo Compás. Son más de 50 años promocionando a los mejores actores y haciendo conocer el mejor teatro europeo, además de lo más importante de la producción dramatúrgica venezolana. “Me duelen un tanto las articulaciones, pero tengo una memoria prodigiosa que debe producir molestias a unos cuantos”.
Con el grupo Compás, que siempre ha contado con el apoyo de la embajada de Francia, ha adelantado un incesante y atinado trabajo artístico, haciendo énfasis en la producción y exhibición, durante continuas temporadas, de los maestros del teatro francés, como Moliere, Marivaux, Cocteau y Musset; además de lo más representativo de su vanguardia: Ionesco, Tardieu, Adamov y Westphal, entre otros. Como es natural, incluyó una selección del teatro rumano, con Caragiale a la cabeza. También ha incluido en su producción escénica otros autores, como Cervantes, Casona, Pirandello, Mihura y por supuesto a lo más destacado de la dramaturgia venezolana, como Arturo Uslar Pietri, Alejandro Lasser, José Gabriel Núñez, Sergei Vintrin y Jean Zune. Lanzó, por así decirlo, a Isaac Chocrón, cuando le montó su ópera prima Mónica y el florentino, en 1959.
Costea ha perdido un poco la cuenta de los montajes realizados y de esas largas cinco décadas de trabajo en Venezuela le queda, como testimonio irrebatible, una pared de su apartamento tapizada, por así decirlo, con una selección de los afiches de sus espectáculos. Cree que ha escenificado más de unas 104 piezas, sin contar las reposiciones.
Además de su dilatada actividad como director y maestro de actores y actrices -Omar Gonzalo y Aura Rivas recibieron, entre otros, sus enseñanzas en sus años mozos- Romeo ha sido actor en varias películas francesas rodadas aquí en Venezuela, así como también es uno de los intérpretes favoritos del cineasta Román Chalbaud, su amigo. Admite que uno de sus mejores roles fue en La gata borracha, aunque aparece en gran parte de la cinematografía del maestro merideño.
Eso por todo eso, además de haber sido profesor en la Escuela Nacional de Teatro, además de su inquebrantable amor y fe en Venezuela, que un idóneo jurado le concedió el Premio Nacional de Teatro en 1996.
Dos milagros
Rezó dos veces, junto a su mamá Caterina, una novena a San Antonio para rogar aunque fuese un sólo milagro: conseguir enrolarse en la tripulación de un barco y escapar así del naciente comunismo de Rumania, donde había nacido en Braila. Y el santo lo escuchó: fue aceptado para tareas muy específicas, pues hablaba muy bien el francés y el inglés, en el buque “Transilvania” y logró así salir del puerto de Constanza; atracó el 11 de julio de 1948 en Marsella. Desertó y el 14 de julio lo festejó en París. Nunca se imaginó Romeo Costea lo que sería su vida en las siguientes seis décadas ni que viajaría al continente americano para dejar una huella cultural en un país petrolero. Ese fue el otro milagro que le hicieron, pero ambos los ha disfrutado y ha sido feliz, a pesar de los humanos contratiempos con su salud. En la Universidad de la Sorbona continuó sus estudios teatrales, iniciados en Bucarest; trabajó con Marcel Marceau y en la Comedia Francesa, para luego emprender, hacia 1950, una serie de giras internacionales. Eso mismo año fundó en “La Ciudad Luz” su propia agrupación y se presentó en el Theatre de Poche (Teatro de Bolsillo) hasta 1952; luego hizo lo mismo, en 1953, en el Theatre de la Huchette. A raíz de una prolongada huelga obrera que lo dejó sin espacio teatral para exhibirse optó por venir a Caracas de vacaciones, invitado por unos familiares. Compró un boleto en el buque italiano “Auriga” y el 23 de diciembre de 1953 desembarcó en La Guaira para nunca más irse. Costea se adaptó rápidamente a la vida caraqueña, tras aprender el castellano, y es en junio de 1955 cuando presenta, con el invalorable apoyo de la embajada de Francia por intermedio de su instituto cultural, al grupo Compás. Su historia en Venezuela empezaba así.
Nacido en Europa
A Costea no le gusta y muestra su enojo cuando le recuerdan su origen europeo. Él insiste en que es un director venezolano y no rumano, pues “aquí llevo más de medio siglo y además ostento su máximo premio para los teatreros; creo que merecer que no me consideren más un director extranjero. De Rumania no tengo sino imborrables recuerdos, pero no poseo ningún documento, como célula ni pasaporte de mi país de origen. Soy un artista venezolano nacido en Europa, que ha realizado más de un centenar de montajes y numerosos programas para la televisión cuando estaba en su etapa inicial. También hay que aclararle a las nuevas generaciones que antes de la llegada de Alberto de Paz y Mateos y otros foráneos a Caracas, aquí sí había teatro de calidad y además los sainetes divertían a los venezolanos. Lo que ellos hicieron fue actualizar la cartelera y formar a nuevos comediantes, como yo también lo hice. Es mi saga, corroborada por otros premios y reconocimientos”.

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