Los teatreros no deben culpar más al Estado por lo que no tienen o no reciben para acrecentar y abrillantar su arte. Pero si pueden ayudarlo a formular políticas, poner en marcha proyectos y hasta bajar los recursos financieros que el teatro requiere para una mayor presencia en los escenarios. Entre esas precisas y estructuradas propuestas que los artistas pueden entregar a planificadores gubernamentales, hay que incluir talleres, concursos y estímulos destinados al incremento dramatúrgico, sin lo cual todo el movimiento escénico luce castrado porque sin obras sobre la realidad venezolana, sea pasada o contemporánea, no hay como convocar al público y estarán las salas abiertas ante una consentida invasión foránea de textos.
¿O será que quieren eliminar al teatro de autoria venezolana para que los habitantes de este país no piensen nada y tengan la mente en blanco?
No estamos reformulando un trasnochado nacionalismo teatral. No, nada de eso. César Rengifo (murió en 1980) liderizaba una lucha destinada a la reivindicación del autor venezolano y ahora nadie empuña esa bandera, salvo la cansada voz solitaria de Gilberto Pinto llamando a directores y productores a teatralizar criollos para matizar ese menú de comedias digestivas que han enchinchorrada a la audiencia. Necesario es relanzar la dramaturgia venezolana en este siglo XXI y continuar el legado de Cabrujas, Chocrón, Chalbaud y Santana.
Mientras tanto, la mayoría de los dramaturgos esperan que afuera los representen, como sí sucede con otros. El más reciente afortunado es Ángel Méndez (Caracas, 1950), destacado en México gracias a su texto Vacaciones en el purgatorio, melodrama sobre Pedro Infante y Jorge Negrete que pasó las 100 funciones y además ha visitado en dos ocasiones a Venezuela para ser aplaudido y comentado por los admiradores de esa pareja de ejemplares artistas.
Vacaciones en el Purgatorio está inspirada en el sencillo cantante Pedro Infante y en la orgullosa presencia del charro cantor Jorge Negrete, personajes de la época de oro del cine y la música popular de México, quienes despiertan de un sueño y, sin saberlo, se encuentran atrapados entre amoríos y hechos políticos, relacionados con sus vidas. Ahí los famosos actores esperan -mientras una línea central los separa simbólicamente en el escenario- que la justicia divina les permita entrar al cielo, hablan de sus infancias y sus familias, de sus competidas carreras artísticas, evocan las mujeres que amaron y las actrices del cine mexicano que compartieron.
Ellos son la base del espectáculo que trajeron de Guadalajara, los actores Frank Rodríguez y Luís Carlos Wong, quienes en una hora relatan las peripecias de tan insignes artistas, vistos a través de este valioso ejercicio dramatúrgico de Ángel Méndez, dirigidos por el reconocido puestista Markos Vargas
Hace dos años, vimos Vacaciones en el Purgatorio en el antiguo Ateneo de Caracas y ahora lo pudimos ponderar a fondo en el teatro del Colegio Francia, gracias al talento de Vargas para enriquecer el texto con elementos de la cinematografía de los protagonistas. Hay un generoso aporte de este director para enriquecer el texto original del venezolano. Ojala que cuando se monte aquí esa pieza, lo llamen o lo tomen en cuenta, ya que sabe muy bien su oficio-
¡Por ahora, los escenarios esperan más textos venezolanos!
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