Hacer de oráculo para el teatro no es tarea grata, porque su acrecentamiento es muy complejo y en su crecimiento participan muchísimos factores, los cuales van desde lo económico-social hasta lo cultural, sin obviar el necesario talento presente en sus artistas, ya que “Salamanca non da lo que Natura non presta”.
Si aceptamos que hay autores novedosos y actores capaces, sí hacen falta directores creadores, capaces de reescribir o reestructurar una pieza, de tallar en el comediante el personaje requerido y, fundamentalmente, dotados del mágico poder para mostrar en escena formidables imágenes brotadas de palabras y situaciones que propone el escritor teatral.
Los directores no se fabrican en universidades, pero en esos claustros pueden aprender a manejar los mapas de la teatralidad y después tendrán que cambiar de oficio o demostrar lo inventado.
No es director el que solo mueve actores o recrea aquellas acciones que recomienda el dramaturgo con sus didascalias. Esos falsos directores abundan y aburren al público y por consiguiente sepultan a productores y actores junto a la pieza que cae en sus manos.
Carlos Giménez hace 20 años confesaba que veía con tristeza cuando el teatro huía de la poesía, cuando los actores vagaban por la escena falsamente engañados por directores que no lo son. “Hay que dudar de aquel que no se enamora del escenario, que no te convence del profundo significado de una puerta que se abre, una luz que se enciende, un trozo de cielo que se inventa con solo mirar para arriba. Ello es más grave cuando los jóvenes-viejos se declaran oficialmente presos o muertos. Hablan del mismo lenguaje de los viejos artesanos prescindibles de nuestra historia reciente. Dicen centrarse en el actor y el texto pero abandonan a ambos, los someten a la más espantosa soledad: la ausencia de poesía. No hay arte. Son gente que se mueve sin saber por qué, recitando un texto con más o menos emoción Y los espectáculos se suceden unos a otros en un proceso que los devora sin piedad. No hay una sola escena a discutir, una propuesta que emocione, una idea que deslumbre. Se vuelve rutina”.
El fundador de Rajatabla –“se fue de gira” el 27 de marzo de 1993- no pudo ver precisamente, durante la temporada 2010, a directores como Rufino Dorta, Vladimir Vera y Luis Alfredo Ramírez dándole excitante vida escénica a textos como Promoción honor a mis padres, Crónicas de Palahniuk y Ensayo sobre la sumisión y Mujeres en oferta de Federico Roca. Cuatro memorables montajes que advierten la presencia de nuevas maneras de dirigir, de macerar textos y actores para impactar al público que cada vez exige más y más, porque tiene alternativas como el cine y la televisión, y acude al teatro por aquello que no le dan en esas pantallas.
En lo que resta del siglo XXI hay que esperar y superar más obstáculos o escollos que tratarán de afectar la marcha del teatro, al incrementarse el desarrollo del cine y la televisión, pero siempre habrá algunos catecúmenos empeñados en preservar la esencia del teatro, esa que la tecnología no puede substituir.
Po ahora no hay mucho que temer, porque como en Venezuela estamos como los pasajeros del último vagón, como una vez lo apuntara Rómulo Gallegos, esos cambios no llegaran mañana, por lo que ellos, los nuevos directores Dorta (hizo una creativa puesta en escena del texto de Elio Palencia), Vera (reescribió un texto de Palahniuk y una pieza de Ionesco) y Ramírez (jugó con las memorias íntimas y sacó buena parte del talento de su femenino elenco), sin miedo alguno, son la vanguardia de nuevas y vigorosas maneras de hacer teatro. Lo demostraron con economía de recursos y dando nuevas dimensiones a las palabras y los gestos. ¡Ya tienen futuro!
Si aceptamos que hay autores novedosos y actores capaces, sí hacen falta directores creadores, capaces de reescribir o reestructurar una pieza, de tallar en el comediante el personaje requerido y, fundamentalmente, dotados del mágico poder para mostrar en escena formidables imágenes brotadas de palabras y situaciones que propone el escritor teatral.
Los directores no se fabrican en universidades, pero en esos claustros pueden aprender a manejar los mapas de la teatralidad y después tendrán que cambiar de oficio o demostrar lo inventado.
No es director el que solo mueve actores o recrea aquellas acciones que recomienda el dramaturgo con sus didascalias. Esos falsos directores abundan y aburren al público y por consiguiente sepultan a productores y actores junto a la pieza que cae en sus manos.
Carlos Giménez hace 20 años confesaba que veía con tristeza cuando el teatro huía de la poesía, cuando los actores vagaban por la escena falsamente engañados por directores que no lo son. “Hay que dudar de aquel que no se enamora del escenario, que no te convence del profundo significado de una puerta que se abre, una luz que se enciende, un trozo de cielo que se inventa con solo mirar para arriba. Ello es más grave cuando los jóvenes-viejos se declaran oficialmente presos o muertos. Hablan del mismo lenguaje de los viejos artesanos prescindibles de nuestra historia reciente. Dicen centrarse en el actor y el texto pero abandonan a ambos, los someten a la más espantosa soledad: la ausencia de poesía. No hay arte. Son gente que se mueve sin saber por qué, recitando un texto con más o menos emoción Y los espectáculos se suceden unos a otros en un proceso que los devora sin piedad. No hay una sola escena a discutir, una propuesta que emocione, una idea que deslumbre. Se vuelve rutina”.
El fundador de Rajatabla –“se fue de gira” el 27 de marzo de 1993- no pudo ver precisamente, durante la temporada 2010, a directores como Rufino Dorta, Vladimir Vera y Luis Alfredo Ramírez dándole excitante vida escénica a textos como Promoción honor a mis padres, Crónicas de Palahniuk y Ensayo sobre la sumisión y Mujeres en oferta de Federico Roca. Cuatro memorables montajes que advierten la presencia de nuevas maneras de dirigir, de macerar textos y actores para impactar al público que cada vez exige más y más, porque tiene alternativas como el cine y la televisión, y acude al teatro por aquello que no le dan en esas pantallas.
En lo que resta del siglo XXI hay que esperar y superar más obstáculos o escollos que tratarán de afectar la marcha del teatro, al incrementarse el desarrollo del cine y la televisión, pero siempre habrá algunos catecúmenos empeñados en preservar la esencia del teatro, esa que la tecnología no puede substituir.
Po ahora no hay mucho que temer, porque como en Venezuela estamos como los pasajeros del último vagón, como una vez lo apuntara Rómulo Gallegos, esos cambios no llegaran mañana, por lo que ellos, los nuevos directores Dorta (hizo una creativa puesta en escena del texto de Elio Palencia), Vera (reescribió un texto de Palahniuk y una pieza de Ionesco) y Ramírez (jugó con las memorias íntimas y sacó buena parte del talento de su femenino elenco), sin miedo alguno, son la vanguardia de nuevas y vigorosas maneras de hacer teatro. Lo demostraron con economía de recursos y dando nuevas dimensiones a las palabras y los gestos. ¡Ya tienen futuro!
4 comentarios:
En que libro estan documentadas esas entrevistas a Carlos Giménez?
En que libro se encuentran documentadas las entrevistas a Carlos Giménez?
En que libro estan documentadas esas entrevistas a Carlos Giménez?
En qu elibro se encuentran documentadas estas entrevistas a Carlos Giménez?
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