Una venezolana con nombre propio como teatrera gracias a sus largos 40 años de labores creativas y educativas dentro y fuera de la Universidad Católica Andrés Bello, es la artista Virginia Aponte. Ahí egresó como Comunicadora Social (1975) y además fundó al Teatro UCAB, al lado de Marco Reyes Andrade, para formar a varias personalidades del mundo del espectáculo.
Virginia Aponte lleva más de 100 puestas en escena y también es autora de seis textos dramáticos. Sabe, según enseña Henry Moore, que nunca hay jubilación para un artista y mucho menos para quienes sienten, piensan y usan al teatro como instrumento para la reflexión y eficaz disciplina pedagógica. Quiso regalarle al público de su agrupación AGOteatro las dos caras de una realidad latinoamericana y para ello estudió las obras Flores de papel (1970) y Tras una puerta cerrada (2000) y visitó al autor Egon Wolff (1926), en Santiago de Chile. Fortalecida y blindada tras el profundo dialogo con el dramaturgo, regresó para mostrarlas en la sala Escena 8.
Virginia Aponte lleva más de 100 puestas en escena y también es autora de seis textos dramáticos. Sabe, según enseña Henry Moore, que nunca hay jubilación para un artista y mucho menos para quienes sienten, piensan y usan al teatro como instrumento para la reflexión y eficaz disciplina pedagógica. Quiso regalarle al público de su agrupación AGOteatro las dos caras de una realidad latinoamericana y para ello estudió las obras Flores de papel (1970) y Tras una puerta cerrada (2000) y visitó al autor Egon Wolff (1926), en Santiago de Chile. Fortalecida y blindada tras el profundo dialogo con el dramaturgo, regresó para mostrarlas en la sala Escena 8.
Flores de papel, a través de los personajes de Eva (Soraya Siverio) y El Merluza (Wilfredo García), reitera las consecuencias de la incomunicación entre aquellos seres que subsisten sin escucharse y pueden culminar con una explosión de singular violencia. Ella ayuda al hombre, especie de pordiosero, y le aloja durante una noche en su apartamento, sin sospechar lo que pasaría después. La soledad de esos seres se mezcla y el resultado es aleccionador. Según la directora, Wolff no da respuestas sino que presenta los hechos para que el público saque sus propias conclusiones o se haga sus preguntas.
En Tras una puerta cerrada, por intermedio del enfermizo adulto Jorge (Unai Amenabar) y el joven Rodrigo (Marcos Salazar), Wolff usa una ambigua y nada extraña relación de intercambio de dinero a cambio de afecto o compañía entre esos dos hombres, para demostrar la fuerza del poder económico capaz de derrumbar preceptos y normas morales, pero lo turbio se aclara cuando el más débil logra dar una lección de humanidad a quien pretendía comprarle el alma o la conciencia.
Wilfredo García y Soraya Siverio con sus impactante performances consiguen transmitir las angustias de sus desesperados personajes, contando además con la intervención especial de Lerryns Hernández quien con su percusión musicaliza en vivo la pieza; mientras que Unai Amenabar y Marcos Salazar, además de la participación de Rebeca Pan-Dávila, atrapan a la audiencia en ese extraño o raro drama de un enfermo terminal que usa al muchacho para visualizar lo que él fue y lo que ahora no consigue resucitar.
AGOteatro, dice Virginia Aponte, montó estas piezas en conjunto porque cree en el maravilloso poder del diálogo para darle una respuesta a la vida por mas compleja que esta se muestre. Nosotros, al cabo de muchos años de experiencia, reconocemos que el teatro no se explica ni tampoco se cuenta, que es el crítico de las mil cabezas el que sacará conclusiones y hasta inventará fantasías. Pero como críticos sí podemos invitar al público a que haga sendos símiles con los complejos procesos politicos que ha vivido Chile: el de 1973 y su sangrienta historia y el de la recuperación democrática tutelada. Es posible que haya en estas piezas unos guiños o unas invitaciones para reflexionar.
En Tras una puerta cerrada, por intermedio del enfermizo adulto Jorge (Unai Amenabar) y el joven Rodrigo (Marcos Salazar), Wolff usa una ambigua y nada extraña relación de intercambio de dinero a cambio de afecto o compañía entre esos dos hombres, para demostrar la fuerza del poder económico capaz de derrumbar preceptos y normas morales, pero lo turbio se aclara cuando el más débil logra dar una lección de humanidad a quien pretendía comprarle el alma o la conciencia.
Wilfredo García y Soraya Siverio con sus impactante performances consiguen transmitir las angustias de sus desesperados personajes, contando además con la intervención especial de Lerryns Hernández quien con su percusión musicaliza en vivo la pieza; mientras que Unai Amenabar y Marcos Salazar, además de la participación de Rebeca Pan-Dávila, atrapan a la audiencia en ese extraño o raro drama de un enfermo terminal que usa al muchacho para visualizar lo que él fue y lo que ahora no consigue resucitar.
AGOteatro, dice Virginia Aponte, montó estas piezas en conjunto porque cree en el maravilloso poder del diálogo para darle una respuesta a la vida por mas compleja que esta se muestre. Nosotros, al cabo de muchos años de experiencia, reconocemos que el teatro no se explica ni tampoco se cuenta, que es el crítico de las mil cabezas el que sacará conclusiones y hasta inventará fantasías. Pero como críticos sí podemos invitar al público a que haga sendos símiles con los complejos procesos politicos que ha vivido Chile: el de 1973 y su sangrienta historia y el de la recuperación democrática tutelada. Es posible que haya en estas piezas unos guiños o unas invitaciones para reflexionar.
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