Cayó abatido un malandro infiltrado en la Policía Municipal de Caracas, durante un asalto a una entidad bancaria. Esta información, publicada en “las páginas rojas” de Últimas Noticias, permitió que el dramaturgo y cineasta Román Chalbaud escribiera y mostrara, hacia 1964, su pieza teatral La quema de Judas, la cual después llevó al cine.
Desde la temporada teatral venezolana del 2006, el director José Jesús González y su agrupación Teatro del Encuentro han estado exhibiendo, en Maracay y Caracas, diversas versiones escénicas de tan original obra, hasta ahora no superada, nacida de las entretelas sociales criollas.
Adaptada para este 2011, La quema de Judas, que se mostró en los espacios de Banco Central de Venezuela y la Casa del Artista, reitera su denuncia sobre la corrupción en los cuerpos policiales, pero va más allá de subrayar tal o cual episodio social y se adentra en los orígenes de la descomposición de los núcleos familiares donde los hijos se crían sin Dios y sin ley alguna.
Su anécdota es simple: una madre desconsolada vela el cadáver de su hijo, un agente policial muerto por los atracadores de un banco, mientras un periodista la bombardea con preguntas precisas sobre el pasado de su muchacho. Ahí van desfilando todos los antecedentes de esa familia y sus amigos o compinches, en especial lo que hacía el occiso antes de ingresar al cuerpo de seguridad. Era un delincuente de poca monta que aceptó ponerse el uniforme y portar el revólver y un rolo para facilitar una serie de atracos posteriores, especialmente a las entidades bancarias, planificados por unos asaltantes adiestrados para tales fines, pero a esa delincuencia organizada le salió un rival inesperado: un grupo de guerrilleros decidió dar el golpe primero, porque necesitaban urgentes recursos económicos para su lucha reivindicativa, y por eso eliminan al hijo de la desconsolada mujer, sin saber lo que había detrás.
Precisamente, el director González ha dicho que La quema de Judas es la obra de Chalbaud que mejor expone la gran problemática latinoamericana sobre la violencia, la traición y la corrupción. Un teatro donde el tiempo es vital por esa conexión entre pasado y presente, lo cual para un puestista es un reto; hay que establecer esa diferencia y llegar así a la piel del público. Es una obra dramatúrgicamente perfecta y con todos sus personajes afinadamente delineados.
El espectáculo, que se realizó en un espacio a la italiana, transcurrió con excelente ritmo y estremecedoras imágenes, entre atmósferas de brutal realismo y refinada fantasía onírica. Fue una depurada muestra del mejor teatro contemporáneo, que hizo énfasis en los contenidos, gracias a las actuaciones de Iliana Hernández, Anthony Gómez, Ingrid Muñoz e Ivor Muñoz, además de los roles que desempeñaron José Torres (Ganzúa) y Augusto Galíndez (el periodista).
Desde la temporada teatral venezolana del 2006, el director José Jesús González y su agrupación Teatro del Encuentro han estado exhibiendo, en Maracay y Caracas, diversas versiones escénicas de tan original obra, hasta ahora no superada, nacida de las entretelas sociales criollas.
Adaptada para este 2011, La quema de Judas, que se mostró en los espacios de Banco Central de Venezuela y la Casa del Artista, reitera su denuncia sobre la corrupción en los cuerpos policiales, pero va más allá de subrayar tal o cual episodio social y se adentra en los orígenes de la descomposición de los núcleos familiares donde los hijos se crían sin Dios y sin ley alguna.
Su anécdota es simple: una madre desconsolada vela el cadáver de su hijo, un agente policial muerto por los atracadores de un banco, mientras un periodista la bombardea con preguntas precisas sobre el pasado de su muchacho. Ahí van desfilando todos los antecedentes de esa familia y sus amigos o compinches, en especial lo que hacía el occiso antes de ingresar al cuerpo de seguridad. Era un delincuente de poca monta que aceptó ponerse el uniforme y portar el revólver y un rolo para facilitar una serie de atracos posteriores, especialmente a las entidades bancarias, planificados por unos asaltantes adiestrados para tales fines, pero a esa delincuencia organizada le salió un rival inesperado: un grupo de guerrilleros decidió dar el golpe primero, porque necesitaban urgentes recursos económicos para su lucha reivindicativa, y por eso eliminan al hijo de la desconsolada mujer, sin saber lo que había detrás.
Precisamente, el director González ha dicho que La quema de Judas es la obra de Chalbaud que mejor expone la gran problemática latinoamericana sobre la violencia, la traición y la corrupción. Un teatro donde el tiempo es vital por esa conexión entre pasado y presente, lo cual para un puestista es un reto; hay que establecer esa diferencia y llegar así a la piel del público. Es una obra dramatúrgicamente perfecta y con todos sus personajes afinadamente delineados.
El espectáculo, que se realizó en un espacio a la italiana, transcurrió con excelente ritmo y estremecedoras imágenes, entre atmósferas de brutal realismo y refinada fantasía onírica. Fue una depurada muestra del mejor teatro contemporáneo, que hizo énfasis en los contenidos, gracias a las actuaciones de Iliana Hernández, Anthony Gómez, Ingrid Muñoz e Ivor Muñoz, además de los roles que desempeñaron José Torres (Ganzúa) y Augusto Galíndez (el periodista).
También se lució un grupo de jóvenes artistas, como José Gregorio Becerra, Theylor Plaza, Ulises Gudiño, Delvin Barrios, José Barrera y Alexander Vicuña. Son jóvenes con evidente talento histriónico, quienes ahora buscan más y mejores oportunidades para exhibirse y alcanzar sus metas artisticas y profesionales.
¿Lo conseguirán? Ellos solos no, por supuesto, con otros como ellos y con la comunidad, además del Estado. De todos modos tienen futuro y están construyéndolo.
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