Costa Palamides prosigue dando oportunidades a las nuevas generaciones actorales. Fehacientemente lo demuestra con su espectáculo El café de Carlo Goldoni, al cual versionó y montó con la cohorte que culmina el Taller Integral de Formación (2010-2011) del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, en el teatrino de la institución, ubicado entre la Estación de Metro Bellas Artes y el Hotel Alba Caracas.
No se había exhibido El café en Venezuela y ahora Costa completa su terceto goldoniano. Antes montó Los rústicos y La casa nueva con Teatrela y Escena de Caracas. Trilogía donde la dramaturgia del veneciano mezcla esa capacidad de vivenciar la palabra con el cuerpo y por supuesto ese aderezo de musicalidad y virtuosismo actoral que siempre exige a sus actores.
Por otra parte, la versión de El Café da contemporaneidad al texto e insufla un acercamiento territorial y atemporal. Transcurre en Maracaibo, porque el original ocurre en Venecia, ciudad con laguna. No en balde, por sus cercanías hicieron nombrar a este país “pequeña Venecia”. Goldoni da importancia al hecho que todos sus personajes tienen acentos regionales italianos y la versión lleva las diferentes pronunciaciones venezolanas, como también los cantos que van desde la copla llanera, a la gaita zuliana pasando por el bambuco andino.
Lo más difícil de lograr fue la creación de personajes que en el fondo es el gran arte actoral. Además la mayoría de los actores asumían más de uno. Los protagónicos también tenían sus dificultades pues requerían de gran expresividad corporal y una psicología muy particular que hace que Goldoni sea el gran precursor de Chejov. Con los ensayos también fue gestándose una danza actoral con los objetos, mesas y sillas que aquí cobran inusitada vida en esa sala mínima y maravillosa que es el teatrino.
La entrega de los estudiantes fue total y por supuesto ayudó la disciplina y el conocimiento ya impartido en las aulas. Los ensayos duraron casi tres meses, y en el último mes fueron diarios, incluyendo sábados, dedicados a trabajar con escenografía, máscaras y vestuario, donde tuvieron el ingenio del director de arte Marcos Prieto y al final llegaron las luces de Víctor Villavicencio y la asesoría de canto de Domingo Balducci. La producción estuvo en manos de su directora Carmen Jiménez, Gryselt Parra y Karla Fermín.
El Café de Goldoni y Costa es una brillante comedia de caracteres que denuncia el problema del juego y la corrupción moral de sus protagonistas. Ahí están, luciéndose: el bondadoso, honesto, servicial y atento propietario del café Rodolfo (encarnado por Mauro Costero). Eugenio, el incorregible jugador (actuado por Víctor Petit). Victoria, su desesperada esposa (Natacha Bonilla). Don Marcio, el insidioso (Fulvio Quintana). Lisaura (Juliana Ávila), la protegida de Leandro (Yordano Marquina). Y el pícaro Pandolfo (Yerson Castillo). Los estudiantes a egresar eran nueve pero en el rigor de los ensayos quedaron siete. ¡Deben seguir unidos para construir futuro!
Para Costa Palamides, estos alumnos talentosos están en busca de un camino en el mundo del teatro y El Café es una parada necesaria en su camino. Es la oportunidad de trabajar en grupo, de llevar a cabo una obra teatral ayudados por sus maestros y sentir por primera vez la sensación necesaria del estreno y una temporada que gracias al éxito se ha alargado perfilando nuevas presentaciones en otros espacios. La travesía siguiente no es fácil pero este principio los compromete a ser mejores y seguir afinando sus aptitudes para el mundo escénico. “Considero que estos nuevos recursos humanos del teatro egresados de escuelas y universidades, deben iniciar la lucha en colectivo para lograr un mejor teatro para nuestro país”,puntualiza el director y versionista.
No se había exhibido El café en Venezuela y ahora Costa completa su terceto goldoniano. Antes montó Los rústicos y La casa nueva con Teatrela y Escena de Caracas. Trilogía donde la dramaturgia del veneciano mezcla esa capacidad de vivenciar la palabra con el cuerpo y por supuesto ese aderezo de musicalidad y virtuosismo actoral que siempre exige a sus actores.
Por otra parte, la versión de El Café da contemporaneidad al texto e insufla un acercamiento territorial y atemporal. Transcurre en Maracaibo, porque el original ocurre en Venecia, ciudad con laguna. No en balde, por sus cercanías hicieron nombrar a este país “pequeña Venecia”. Goldoni da importancia al hecho que todos sus personajes tienen acentos regionales italianos y la versión lleva las diferentes pronunciaciones venezolanas, como también los cantos que van desde la copla llanera, a la gaita zuliana pasando por el bambuco andino.
Lo más difícil de lograr fue la creación de personajes que en el fondo es el gran arte actoral. Además la mayoría de los actores asumían más de uno. Los protagónicos también tenían sus dificultades pues requerían de gran expresividad corporal y una psicología muy particular que hace que Goldoni sea el gran precursor de Chejov. Con los ensayos también fue gestándose una danza actoral con los objetos, mesas y sillas que aquí cobran inusitada vida en esa sala mínima y maravillosa que es el teatrino.
La entrega de los estudiantes fue total y por supuesto ayudó la disciplina y el conocimiento ya impartido en las aulas. Los ensayos duraron casi tres meses, y en el último mes fueron diarios, incluyendo sábados, dedicados a trabajar con escenografía, máscaras y vestuario, donde tuvieron el ingenio del director de arte Marcos Prieto y al final llegaron las luces de Víctor Villavicencio y la asesoría de canto de Domingo Balducci. La producción estuvo en manos de su directora Carmen Jiménez, Gryselt Parra y Karla Fermín.
El Café de Goldoni y Costa es una brillante comedia de caracteres que denuncia el problema del juego y la corrupción moral de sus protagonistas. Ahí están, luciéndose: el bondadoso, honesto, servicial y atento propietario del café Rodolfo (encarnado por Mauro Costero). Eugenio, el incorregible jugador (actuado por Víctor Petit). Victoria, su desesperada esposa (Natacha Bonilla). Don Marcio, el insidioso (Fulvio Quintana). Lisaura (Juliana Ávila), la protegida de Leandro (Yordano Marquina). Y el pícaro Pandolfo (Yerson Castillo). Los estudiantes a egresar eran nueve pero en el rigor de los ensayos quedaron siete. ¡Deben seguir unidos para construir futuro!
Para Costa Palamides, estos alumnos talentosos están en busca de un camino en el mundo del teatro y El Café es una parada necesaria en su camino. Es la oportunidad de trabajar en grupo, de llevar a cabo una obra teatral ayudados por sus maestros y sentir por primera vez la sensación necesaria del estreno y una temporada que gracias al éxito se ha alargado perfilando nuevas presentaciones en otros espacios. La travesía siguiente no es fácil pero este principio los compromete a ser mejores y seguir afinando sus aptitudes para el mundo escénico. “Considero que estos nuevos recursos humanos del teatro egresados de escuelas y universidades, deben iniciar la lucha en colectivo para lograr un mejor teatro para nuestro país”,puntualiza el director y versionista.
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