A sus 58 años, este venezolano nacido en la catalana Barcelona,ha logrado un equilibro entre lo que es y lo que ambiciona. Es el primer actor de una generación que ha batallado para llegar a los lugares más privilegiados y además desde ahí dictar cátedra de actuación y de dramaturgia. Ahora encarna a un personaje de la historia civilista de Venezuela, al político Diógenes Escalante, protagonista de su más reciente pieza, Diógenes y las camisas voladoras, estrenada el 1 de julio a las 8:00 PM, en el teatro Trasnocho del Trasnocho Cultural del C.C. Paseo Las Mercedes.
La empresa MJM Producciones realiza con éste su segundo montaje-buscan repetir el éxito de de Ciertas condiciones aplican- con el dramaturgo y actor Javier Vidal Pradas, el director Moisés Guevara, el director de arte Fernando Calzadilla y la productora Margarita Lamas. Para ello la producción basó su trabajo en la concepción del país moderno que nacía de algún modo en el ecuador de la década de los 40. A pocos pasos de la revolución del 18 de octubre de 1945 y las asonadas militaristas de los años 50, Calzadilla marcó una síntesis diacrónica de esa estilística y el resultado es un montaje desmesuradamente teatral. Todo un acierto estético que comulga con la puesta en escena y las actuaciones de los tres comediantes en cuestión.
Pero dejemos que sea Javier Vidal Prada quien cuente como llegó a la obra que hace temporada en el Teatro Trasnocho:
-Descubro las complejidades psicológicas de Diógenes Escalante a través del periodista Oscar Yánez, jefe de redacción para el año 1945, del diario Ultimas Noticias. cuando lo invité a una lectura de una pieza mía por estrenar, Su novela romántica en el aire (1987), donde aprovechó el veterano periodista a revelarme a través de su verbo vibrante este curioso y olvidado personaje del pasado mediato. Años más tarde, con su libro Amores de Última Página Yáñez le imprimía a la anécdota el carácter de “leyenda urbana” cuando ponía en boca de los lectores del matutino que Escalante vio como sus camisas salían volando por su ventana. Mi turbación de dramaturgo quedó ahí pero tímida e inmóvil. Veinte años después y, uno detrás de otro, salieron los trabajos de Maye Primera Garcés en la Biblioteca Biográfica Venezolana y la novela de no ficción El pasajero de Truman de Francisco Suniaga. Fue cuando me atreví a subir a la escena a un personaje que zigzagueaba por la leyenda, crónica, ensayo y novelística.
-¿Qué pasó? ¿Cómo hace teatro todo aquello?
-Me hacía falta el teatro… pero para crear un personaje escénico me hacían falta más elementos documentales y así fueron apareciendo los trabajos de investigación y documentación. Como los de Rafael Simón Jiménez: Cinco sucesos que cambiaron la historia; de Simón Alberto Consalvi (1945 y la otra mitad del siglo XX. Revista 111) y la reseña hemerográfica de los meses de agosto y principios de septiembre de 1945 en los diarios Ultimas Noticias, El Nacional, El Universal, La Esfera, Ahora y la revista Elite.
-¿Y de toda esa investigación que salió?
- Una obra sobre Diógenes Escalante, su secretario privado Hugo Orozco y el periodista Ramón J. Velásquez. Son los hombres de carne y hueso que suben a la escena para recrear esos últimos momentos de lucidez del embajador a pocos meses de entrar a “la casa del pez que escupe agua”, o sea el Palacio de Miraflores, para ese entonces ocupado por Isaías Medina Angarita.
-¿Cómo es su Diógenes Escalante?
-Interpreto el papel del pre-candidato en otra nueva faceta de mi carrera después del Oscar Wilde de Moisés Kaufman y del, aún en temporada, personaje de la comedia flamenca Baraka. A mi lado esta mi hijo Jan Vidal-Restifo quien interpreta el papel del “secretario”, leal discípulo quien trata de salvar a su amo, preceptor y casi padre de la desgracia para el país si se enteran de los dislates del embajador. Trabajar por primera vez junto a mi hijo de 22 años es algo difícil de explicar en palabras pero fácil de demostrar en emociones. Nada fácil igual será para él, iniciar esta carrera de actor en un “suelo que siempre está temblando”. El tercer personaje en discordia es “el coleguita” interpretado por el joven actor José Miguel Dao (quien ya lo vimos en Ciertas condiciones aplican de mi propia autoría) quien entabla la controversia al develar frente a las altas autoridades la demencia de Diógenes y con ello, la caída de la esperanza de un futuro promisorio, progresista, civil y democrático.
-¿Teatro de ficción o teatro histórico?
-Los tres personajes no son de ficción, pero sí el grueso de sus diálogos. Estaríamos hablando pues de un teatro de no-ficción, mas no de un teatro histórico. No sé cuán político puede ser esta obra, el público será el encargado de calificarlo o catalogarlo. Debo aclarar o advertir que los personajes usan el lenguaje dialectal gocho (andino tachirense) lo cual, para mi, hace trascender la anécdota en una pieza de varones que utiliza el pasado para poder desgarrar el presente y no para recrear la nostalgia o para emborracharnos históricamente en el imposible “si hubiera…”. En este aspecto, quizá, aprendemos algo de lo que nos legó papá Brecht.
-¿Qué pretende o que persigue con este texto y su espectáculo?
-La pretensión de esta pieza teatral sigue siendo el entretenimiento por encima de cualquier lección estética, tomando en cuenta que la evasión y el divertimento son dos de los más importantes mandamientos de la deontología teatral. Siendo un personaje que ya ha transitado por el ensayo, la biografía, la crónica y la novela, el teatro complementa la mitología cotidiana de un personaje de nuestra historia injustamente arrinconado. Sin embargo no se puede evadir, por una parte, el compromiso de la juventud representada por los personajes de “secretario” y “coleguita” y, por otra, la estatura moral de un hombre como Diógenes Escalante a quien el destino le jugó una carta cabal que desmoronó y trunco esa historia que Venezuela jamás pudo contar.
-¿Satisfecho como autor y como actor?
-Admito, que este Diógenes, mi Diógenes, tiene la reiteración estilística de un dramaturgo que ha sido leído por un gran amigo, Moisés, un irreductible hombre de teatro que siente el teatro con sus seis sentidos como una manifestación escénica esencial. El espectáculo no ocurre en el hotel Ávila, ni tampoco estamos en 1945, esto no es una habitación, luego tampoco es Diógenes Escalante. Quien está ahí es Vidal vivo y viviendo sobre la escena con un personaje trágico en una situación absurda y, por momentos, desagradablemente cómica ¿tragicomedia?
-Debo reconocer que la mayoría de mis experiencias escénicas he estado rodeado de gente joven y muy joven. En esta oportunidad tengo la alegría y emoción generacional de compartir la escena con mi propio hijo Jan, por vez primera, al lado de otro de mis hijos escénicos, José Miguel. Sangre fresca y pura que me limpian las venas de viejo cómico de la legua que tiene la vida eterna bajo la piel que inmortaliza el teatro al convertirnos en personajes que interpretamos personajes. No es tarea fácil, como actores, involucrar al público en un acto de reflexión mientras se distrae de la realidad que huye de la quema.
La empresa MJM Producciones realiza con éste su segundo montaje-buscan repetir el éxito de de Ciertas condiciones aplican- con el dramaturgo y actor Javier Vidal Pradas, el director Moisés Guevara, el director de arte Fernando Calzadilla y la productora Margarita Lamas. Para ello la producción basó su trabajo en la concepción del país moderno que nacía de algún modo en el ecuador de la década de los 40. A pocos pasos de la revolución del 18 de octubre de 1945 y las asonadas militaristas de los años 50, Calzadilla marcó una síntesis diacrónica de esa estilística y el resultado es un montaje desmesuradamente teatral. Todo un acierto estético que comulga con la puesta en escena y las actuaciones de los tres comediantes en cuestión.
Pero dejemos que sea Javier Vidal Prada quien cuente como llegó a la obra que hace temporada en el Teatro Trasnocho:
-Descubro las complejidades psicológicas de Diógenes Escalante a través del periodista Oscar Yánez, jefe de redacción para el año 1945, del diario Ultimas Noticias. cuando lo invité a una lectura de una pieza mía por estrenar, Su novela romántica en el aire (1987), donde aprovechó el veterano periodista a revelarme a través de su verbo vibrante este curioso y olvidado personaje del pasado mediato. Años más tarde, con su libro Amores de Última Página Yáñez le imprimía a la anécdota el carácter de “leyenda urbana” cuando ponía en boca de los lectores del matutino que Escalante vio como sus camisas salían volando por su ventana. Mi turbación de dramaturgo quedó ahí pero tímida e inmóvil. Veinte años después y, uno detrás de otro, salieron los trabajos de Maye Primera Garcés en la Biblioteca Biográfica Venezolana y la novela de no ficción El pasajero de Truman de Francisco Suniaga. Fue cuando me atreví a subir a la escena a un personaje que zigzagueaba por la leyenda, crónica, ensayo y novelística.
-¿Qué pasó? ¿Cómo hace teatro todo aquello?
-Me hacía falta el teatro… pero para crear un personaje escénico me hacían falta más elementos documentales y así fueron apareciendo los trabajos de investigación y documentación. Como los de Rafael Simón Jiménez: Cinco sucesos que cambiaron la historia; de Simón Alberto Consalvi (1945 y la otra mitad del siglo XX. Revista 111) y la reseña hemerográfica de los meses de agosto y principios de septiembre de 1945 en los diarios Ultimas Noticias, El Nacional, El Universal, La Esfera, Ahora y la revista Elite.
-¿Y de toda esa investigación que salió?
- Una obra sobre Diógenes Escalante, su secretario privado Hugo Orozco y el periodista Ramón J. Velásquez. Son los hombres de carne y hueso que suben a la escena para recrear esos últimos momentos de lucidez del embajador a pocos meses de entrar a “la casa del pez que escupe agua”, o sea el Palacio de Miraflores, para ese entonces ocupado por Isaías Medina Angarita.
-¿Cómo es su Diógenes Escalante?
-Interpreto el papel del pre-candidato en otra nueva faceta de mi carrera después del Oscar Wilde de Moisés Kaufman y del, aún en temporada, personaje de la comedia flamenca Baraka. A mi lado esta mi hijo Jan Vidal-Restifo quien interpreta el papel del “secretario”, leal discípulo quien trata de salvar a su amo, preceptor y casi padre de la desgracia para el país si se enteran de los dislates del embajador. Trabajar por primera vez junto a mi hijo de 22 años es algo difícil de explicar en palabras pero fácil de demostrar en emociones. Nada fácil igual será para él, iniciar esta carrera de actor en un “suelo que siempre está temblando”. El tercer personaje en discordia es “el coleguita” interpretado por el joven actor José Miguel Dao (quien ya lo vimos en Ciertas condiciones aplican de mi propia autoría) quien entabla la controversia al develar frente a las altas autoridades la demencia de Diógenes y con ello, la caída de la esperanza de un futuro promisorio, progresista, civil y democrático.
-¿Teatro de ficción o teatro histórico?
-Los tres personajes no son de ficción, pero sí el grueso de sus diálogos. Estaríamos hablando pues de un teatro de no-ficción, mas no de un teatro histórico. No sé cuán político puede ser esta obra, el público será el encargado de calificarlo o catalogarlo. Debo aclarar o advertir que los personajes usan el lenguaje dialectal gocho (andino tachirense) lo cual, para mi, hace trascender la anécdota en una pieza de varones que utiliza el pasado para poder desgarrar el presente y no para recrear la nostalgia o para emborracharnos históricamente en el imposible “si hubiera…”. En este aspecto, quizá, aprendemos algo de lo que nos legó papá Brecht.
-¿Qué pretende o que persigue con este texto y su espectáculo?
-La pretensión de esta pieza teatral sigue siendo el entretenimiento por encima de cualquier lección estética, tomando en cuenta que la evasión y el divertimento son dos de los más importantes mandamientos de la deontología teatral. Siendo un personaje que ya ha transitado por el ensayo, la biografía, la crónica y la novela, el teatro complementa la mitología cotidiana de un personaje de nuestra historia injustamente arrinconado. Sin embargo no se puede evadir, por una parte, el compromiso de la juventud representada por los personajes de “secretario” y “coleguita” y, por otra, la estatura moral de un hombre como Diógenes Escalante a quien el destino le jugó una carta cabal que desmoronó y trunco esa historia que Venezuela jamás pudo contar.
-¿Satisfecho como autor y como actor?
-Admito, que este Diógenes, mi Diógenes, tiene la reiteración estilística de un dramaturgo que ha sido leído por un gran amigo, Moisés, un irreductible hombre de teatro que siente el teatro con sus seis sentidos como una manifestación escénica esencial. El espectáculo no ocurre en el hotel Ávila, ni tampoco estamos en 1945, esto no es una habitación, luego tampoco es Diógenes Escalante. Quien está ahí es Vidal vivo y viviendo sobre la escena con un personaje trágico en una situación absurda y, por momentos, desagradablemente cómica ¿tragicomedia?
-Debo reconocer que la mayoría de mis experiencias escénicas he estado rodeado de gente joven y muy joven. En esta oportunidad tengo la alegría y emoción generacional de compartir la escena con mi propio hijo Jan, por vez primera, al lado de otro de mis hijos escénicos, José Miguel. Sangre fresca y pura que me limpian las venas de viejo cómico de la legua que tiene la vida eterna bajo la piel que inmortaliza el teatro al convertirnos en personajes que interpretamos personajes. No es tarea fácil, como actores, involucrar al público en un acto de reflexión mientras se distrae de la realidad que huye de la quema.
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