Marcella Mosca vino a Venezuela en el 1952 y en el 1969 se entregó de lleno a las actividades culturales del Centro Italiano Venezolano de Caracas. Desde entonces sería muy extenso describir todo lo que esta dama ha hecho para que el teatro, la danza, el baile, la música y el canto fuesen el pan cotidiano o de los fines de semana entre los socios y sus hijos.
Recientemente, en ocasión de la realización del XIX Festival de Teatro Interclubes, la agrupación Maschere le entrego un premio especial a Marcella Mosca para festejar sus 42 intensos años entregados a la vida cultural de la comunidad italiana y fue en esa ocasión que ella leyó dos cuartillas que son como el testamento de una artista, a sus 92 años de vida útil.
Recordó Marcella que a lo largo de esta vida, “muchos son los recuerdos que atesoro, algunos muy buenos, otros no tan buenos, muchas luchas, a veces estériles, pero para seguir debe haber voluntad de levantarse y, como Lázaro, otra vez caminar hacia la vida .La vida es un continuo aprendizaje, no en vano se dice: el teatro es la vida, la vida es un teatro”.
Comentó que no había cumplido 15 añitos cuando hizo su primer encuentro con el teatro.”Fue en Torino, en un periodo en que muchos consideraban a este arte como algo frívolo, fantasioso y hasta peligroso. Ni siquiera existían cursos, surgían las estrellas, las divas, gracias a su talento y vocación especiales. Pero en cada barrio, en cada parroquia había una filodramática, y en la pensión donde me alojaba también y no tarde en quedar flechada por esta actividad, a la cual empecé a dedicar todo mi tiempo libre. Los inicios fueron duros: había que ocuparse de limpiar, ordenar, pintar telones y bambalinas, de la utilería, el vestuario y todas las tareas que la mayoría trata d evadir, pero créanme que es una buena practica, porque así es que el teatro te entra bien adentro, se siente, se interioriza. También pasaban cosas agradables, como, por ejemplo, el cariño de la gente, que, al ser yo de la región Toscana, en mi primer aparición me habían cambiado el nombre de Marcella a Toscanina”.
Reflexiona que el teatro aficionado no tiene dueño, es libre, no necesita de un libreto famoso para agradar al público. “El texto se elige según la necesidad de aprendizaje y de comunicación entre el que actúa y el que asiste y sinceramente es el que yo, con todo el respeto para el teatro profesional, he preferido desarrollar en todos estos años”.
Advierte que lo que hace falta, “y esa mi gran inquietud, es una continuidad después del estreno; todos sabemos el trabajo que representa montar una obra, todo eso no puede terminar en el estreno o, al máximo, en dos representaciones, pues se limita el trabajo de autocrítica y perfeccionamiento”.
Afirmó que con la creación del Festival de Teatro Interclubes se dio un paso adelante, aunque el anhelo de competir hizo dejar de lado el objetivo más importante, que es el intercambio. Me gustaría regresar a la época en que se dedicaba un día para conversar y conocernos, y complementarnos con nosotros mismos. Les pido a los organizadores de hoy y del mañana estimular a los participantes a presentar sus obras en cada uno de los diferentes centros sociales, para el beneficio de sus socios y así promover el intercambio artístico y cultural”.
“Espero que mis palabras le lleguen a los jóvenes para que entiendan que el teatro es progreso y mejoramiento personal y en los adultos es una forma de prolongar la juventud”.
“Un saludo cordial a todos y felicitaciones a los participantes. Una vez más, gracias a mis ex alumnos y sus compañeros por haberme concedido este honor y gran regalo, y también a todos cuanto me acompañaron a lo largo de estos 42 años, porque a todos los llevo en mi corazón, porque dar es sinónimo de amor”.
Recientemente, en ocasión de la realización del XIX Festival de Teatro Interclubes, la agrupación Maschere le entrego un premio especial a Marcella Mosca para festejar sus 42 intensos años entregados a la vida cultural de la comunidad italiana y fue en esa ocasión que ella leyó dos cuartillas que son como el testamento de una artista, a sus 92 años de vida útil.
Recordó Marcella que a lo largo de esta vida, “muchos son los recuerdos que atesoro, algunos muy buenos, otros no tan buenos, muchas luchas, a veces estériles, pero para seguir debe haber voluntad de levantarse y, como Lázaro, otra vez caminar hacia la vida .La vida es un continuo aprendizaje, no en vano se dice: el teatro es la vida, la vida es un teatro”.
Comentó que no había cumplido 15 añitos cuando hizo su primer encuentro con el teatro.”Fue en Torino, en un periodo en que muchos consideraban a este arte como algo frívolo, fantasioso y hasta peligroso. Ni siquiera existían cursos, surgían las estrellas, las divas, gracias a su talento y vocación especiales. Pero en cada barrio, en cada parroquia había una filodramática, y en la pensión donde me alojaba también y no tarde en quedar flechada por esta actividad, a la cual empecé a dedicar todo mi tiempo libre. Los inicios fueron duros: había que ocuparse de limpiar, ordenar, pintar telones y bambalinas, de la utilería, el vestuario y todas las tareas que la mayoría trata d evadir, pero créanme que es una buena practica, porque así es que el teatro te entra bien adentro, se siente, se interioriza. También pasaban cosas agradables, como, por ejemplo, el cariño de la gente, que, al ser yo de la región Toscana, en mi primer aparición me habían cambiado el nombre de Marcella a Toscanina”.
Reflexiona que el teatro aficionado no tiene dueño, es libre, no necesita de un libreto famoso para agradar al público. “El texto se elige según la necesidad de aprendizaje y de comunicación entre el que actúa y el que asiste y sinceramente es el que yo, con todo el respeto para el teatro profesional, he preferido desarrollar en todos estos años”.
Advierte que lo que hace falta, “y esa mi gran inquietud, es una continuidad después del estreno; todos sabemos el trabajo que representa montar una obra, todo eso no puede terminar en el estreno o, al máximo, en dos representaciones, pues se limita el trabajo de autocrítica y perfeccionamiento”.
Afirmó que con la creación del Festival de Teatro Interclubes se dio un paso adelante, aunque el anhelo de competir hizo dejar de lado el objetivo más importante, que es el intercambio. Me gustaría regresar a la época en que se dedicaba un día para conversar y conocernos, y complementarnos con nosotros mismos. Les pido a los organizadores de hoy y del mañana estimular a los participantes a presentar sus obras en cada uno de los diferentes centros sociales, para el beneficio de sus socios y así promover el intercambio artístico y cultural”.
“Espero que mis palabras le lleguen a los jóvenes para que entiendan que el teatro es progreso y mejoramiento personal y en los adultos es una forma de prolongar la juventud”.
“Un saludo cordial a todos y felicitaciones a los participantes. Una vez más, gracias a mis ex alumnos y sus compañeros por haberme concedido este honor y gran regalo, y también a todos cuanto me acompañaron a lo largo de estos 42 años, porque a todos los llevo en mi corazón, porque dar es sinónimo de amor”.
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