No existen sino el ayer
y el hoy. No tenemos los humanos otra
cita más segura que la muerte y por eso hay que disfrutar cada día como si
fuese el último. Así lo cantan los poetas y se puede corroborar si amanecemos y
aspiramos el estimulante aroma del café mañanero. Esto no es un recordatorio funerario
sino todo lo contrario. Es una reafirmación de vida y lo hacemos porque aquel
24 de julio de 2009 descubrimos una importante generación de artistas venezolanos,
alejados geográficamente de Caracas,
pero quienes gracias al Metro están ahora en el teatro Municipal haciendo
temporada con una de las obras más misteriosas, pero al mismo tiempo la más
humana, de William Shakespeare.
Aquel día, por la tarde,
presenciamos en la Casa de la Cultura de Los Teques la representación de La tempestad, pero más allá del impacto
visual que proporcionó aquel variopinto conglomerado de desconocidos comediantes,
detectamos la presencia de un puñado de jóvenes y adultos dispuestos a usar al
teatro como vía de realización personal. Conocimos y desde entonces admiramos a
la agrupación mirandina Veneteatro, empeñada en demostrar desde los escenarios
que su teatro es amplio y undívago como el mar y que cuenta con numerosas
ofertas estéticas para hacerse aplaudir y exaltar por la colectividad venezolana.
Desde la temporada 2009,
Veneteatro (ya había debutado en 1999 con Edipo
rey) no ha dejado de trabajar con otros proyectos, como han sido los
montajes de Antonio y Cleopatra (2010)
y Ricardo III (2011), también de Shakespeare, y ahora al presentarse en Caracas
lo hace con su germinal La tempestad,
siempre bajo la dirección general de Dante Gil y con un elenco, más diestro,
encabezado por el primer actor Henry Soto y con la participación de los talentosos comediantes Ulises Acosta, Henry Pantoja, James Prada, David
Serrano, William Pérez, Mara Flores, Juan Hernández, Alexis Márquez, Carolina
Cortes y el plausible debut en las tablas del periodista José Gabriel Díaz, además
de todo un brioso grupo de alumnos del Taller de Actuación Profesional 2012,para
reunir así en escena a 42 interpretes.
AVENTURAS DE PRÓSPERO
La tempestad es la
última obra que entregó Shakespeare, en 1611, y en ella se vislumbraba lo que
serían los siglos posteriores de la bárbara colonización europea en las tierras
americanas. Ahí se plasman las fantásticas experiencias de Próspero, alcalde
despojado de su cargo por su hermano Antonio, quienes lo abandonan junto a su
pequeña hija Miranda en una remota isla. Años después, el destino pone a sus
enemigos a su merced, por lo que Próspero fabrica una tempestad que hunde el
barco donde yacían el gobernador, el alcalde usurpador y otros marinos. Con los
náufragos en la isla, Próspero pone en marcha su venganza junto a su mágico
siervo Ariel, quien descubre la conspiración que traman Calibán, Esteban y
Trínculo en contra de su amo. Al final, Próspero reflexiona acerca de la vida,
la venganza, el amor y el perdón, y además anuncia las nupcias entre Miranda y
Fernando, tras despojarse de sus poderes y su vara mágica.
DOS MONTAJES
Del primer montaje que
vimos de La tempestad, nos queda el
haber disfrutado y ponderado las habilidades del puestista Dante Gil para las
acciones escénicas de masas, quien también es organizador y realizador de una
serie de didácticos talleres de capacitación actoral. Respetó la esencia del
texto y la filosofía shakesperiana, lo cual pudimos destacar en ese momento y
mucha más ahora en el montaje traído a Caracas.
Se
trata, pues, de otro espectáculo, convertido en
súper producción, una
fantástica aventura, saturada de luz y color, que expone el drama vivido por
Próspero, un hombre que desterrado de su reino buscará cobrar venganza.
Protagonizada
por el primer actor Henry Soto (quien regresa así exitosamente al
teatro), el espectáculo está
repleto de sorpresas que combinan el romance, el drama y la comedia, aderezadas
con música y danza, para dar vistosidad a la transición de las emociones
humanas vividas por un hombre que se vale de sus poderes mágicos para armar,
durante hora y media, un entuerto que al final lo llevará al perdón. Siendo
éste y la reconciliación las grandes protagonistas de la obra.
En el remontaje de La Tempestad, el director Gil logra una lectura muy personal de la obra,
pues no era su interés hacer una reproducción exacta del texto. En compañía de
sus actores hizo un severo proceso de investigación de la obra para definir el
contexto que querían y podían darle al montaje, así como la propuesta estética
del vestuario, ambientación y musicalización.
REIVENTAR AL SER HUMANO
“Dirigir un Shakespeare era algo que venía
germinando en mí desde hace algunos años. Quizás mi primera inspiración se dio
gracias a uno de mis maestros en teatro isabelino, Isaac Chocrón, quien nos
reiteraba que ese dramaturgo había reinventado al ser humano a través de su
teatro. Leerlo es enamorarse del teatro, pues para él, el amor entra por los
ojos. Así como Romeo y Julieta o Fernando y Miranda se enamoran a primera
vista, el espectador se enamora del teatro al ver una de sus piezas”, así se
presenta este director, y licenciado en artes en la UCV en el 2009, Dante Gil. Escogió
esta obra que tenía muy bien estudiada para realizar su primer taller montaje
de Shakespeare y el Teatro Isabelino con sus actores de Veneteatro. Pero para
un texto de este nivel necesitaba mucha inversión de tiempo, investigación y
producción.
“Al igual que del
contexto propuesto medularmente por el propio Shakespeare, la atemporalidad
implícita en su argumento, el hibridismo cultural de la estética griega y
renacentista, la atmosfera musical fue influenciada arábigamente, pues los
griegos y persas permanentemente intercambiaron culturas a través de la guerra
y la dominación de uno sobre el otro. Y finalmente el descubrimiento del Nuevo
Mundo, que significó una revolución para la comprensión humana y expansión del
conocimiento; pues siempre el hombre soñó desde la antigüedad con islas y
lugares utópicos, donde habitaban seres mitológicos, al igual que hoy en día
soñamos con otros mundos, otras tierras y otros seres estelares. Así que como
resultado he podido mostrar mi Tempestad, mucho más cercana al público
contemporáneo. Una clara alegoría a la fantasía, la comedía y la filosofía. Una
reconciliación con la vida y con el alma en sí misma”.
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