Hemos disfrutado del étnico espectáculo Iakere y los espíritus, hermosa
y fina teatralización de la leyenda yekuana sobre Medatia, quien viajó
al cielo en busca del dios bueno Wanadi para aprender a luchar contra el dios
malo Odosh, cuyos espíritus imperaban en la Tierra y hacían padecer necesidades
a su comunidad.
Gracias al Teatro UCAB y su director Nicolás Barreto Rangel,
quienes utilizan la versión que José Rafael Briceño elaboró a partir del cuento
de Henriett Arriaza sobre la fábula de
Medatia, pudimos ponderar y disfrutar aquel fantástico viaje del mítico yekuana
quien supera, gracias a su astucia, los peligrosos obstáculos que le impiden
avanzar, al tiempo que se hace sabio y
finalmente retorna para enseñar a su pueblo que todo se puede hacer o
lograr gracias a “la fuerza del querer”, especie de cántico o conjuro sagrado
capaz de impulsarlos a la lucha contra las adversidades.
En ese canto sagrado, los yekuanas se plantean reconocer la dimensión real de la vida, encontrar las respuestas
en ellos mismos y sin esperar que otros vengan a resolver o arreglar sus
dificultades. Es la fortaleza espiritual del hombre o la mujer lo que debe
enfrentar los males de la Tierra, a partir de la fuerza del querer, del yo
puedo hacerlo. ¡Sabias palabras de una cultura milenaria!
Pero lo notable del montaje, que firma Barreto Rangel, es el
segundo nivel que se desarrolla dentro del espectáculo, y de ahí su nombre,
donde el niño yekuana Iakere perdido en la selva escucha el conjuro de “la
fuerza del querer”, lo entiende, lo asimila y finalmente reencuentra a su madre
que también estaba extraviada y regresan juntos a la tribu para derrotar, como
Medatia, al hambre, las enfermedades y la
tristeza.
Uno se pregunta qué vasos comunicantes hay entre la cultura
yekuana y la griega, especialmente con
Prometeo y otros fantásticos personajes
que salvaron al género humano en sus primeras etapas civilizatorias. Y todavía,
en este proceloso siglo XXI que no termina de arrancar, hay muchas dudas e
interrogantes que nos acosan.
Si la versión teatral es sintética y respetuosa de la cosmogonía
yekuana, captada por el escritor Arriaza, capaz de atrapar con sus rituales al
público, lo mismo podemos decir del lúdico montaje, dentro del más sólido y
bien ensayado teatro físico, donde 21 jóvenes intérpretes, usando pulcra y
convincente coreografía y además un vestuario apropiado (monos negros y cintas
multicolores, además de máscaras alusivas), crean el espacio y los personajes
mágicos que acompañan a Medatia, por un lado, mientras en otro nivel al
muchacho Iakere y su madre viven prólogos, desarrollos y desenlaces de sus
historias paralelas. Hay un manejo súper profesional del elenco y además una
marcación milimétrica para los actores. Algo que no es frecuente en
producciones universitarias, pero que en la UCAB es norma monolítica.
Es larga la lista de los
teatreros ahí involucrados- su edad promedio no supera los 23 años-
y por eso exaltamos a Romer González,
Ámbar Chacín, Ricardo Espinoza,Jorge Patiño, Caterina Nastassi, Desirée Castro,
Andrea Moreno, Gabriela Medina, Verónica
Jiménez, Andreína Montilla, Vaneska Viloria, Daniel Puga, Eduardo León,
Mariela Segovia, Diego Maggi, Ayleen Cabas, Ligia Pérez, Eugenia Morgado,
Marcel Serrano, Isaac Perezosa e Ivanova Marcano.
Cabe subrayar que el Teatro UCAB, fundado en 1975 por Virginia
Aponte, con no menos de 100 montajes y unos 60 miembros activos, es referencia
obligada para la historiografía de las artes escénicas, por ayudar a formar actores y público. Ha salido de los
muros universitarios y se ha mostrado en las comunidades caraqueñas de
Antímano, La Vega y Carapita, y además en el poblado merideño de San Rafael de
Muchuchíes, el más alto de Venezuela, donde tiene un singular espacio para las
actividades culturales.
En síntesis, Teatro UCAB adelanta una tarea silenciosa, ignorada
en la mayoría de los medios de comunicación, pero nunca por miles de familiares
y allegados de los estudiantes y el
profesorado, además del agradecido público.
2 comentarios:
Hermoso =o)
Hermoso =o)
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