sábado, mayo 26, 2012

Nazifascismo en Caracas


Gracias a Dios-el único que puede impedirlo-en América no hubo, ni hay  hasta ahora, intensos experimentos sociopolíticos como los que hicieron los nacionalsocialistas (nazis) en Alemania (1933-1945) y los fascistas en Italia (1922-1945). Sus líderes Adolfo Hitler y Benito Mussolini, quienes sí generaron y participaron en la Segunda Guerra Mundial, pagaron con sus vidas y las ruinas de sus naciones tales torpes apetencias de insensato poderío.
La tentación nazifascista acompaña a los  gobiernos americanos,  como sucedió en el  Cono Sur. Nunca se aplicó con el rigor italogermano, aunque no escasearon asesinatos y persecuciones racistas o étnicas.  Este continente no está vacunado contra tal maldición, pero las izquierdas políticas y culturales duermen con un ojo abierto por si acaso  “el huevo de la serpiente” vuelve a ser empollado.En esta Caracas libertaria hubo amagos mussolinianos en los años 40 y  los judíos estuvieron en la mira, pero el partido militar cambió de  diana y apuntó para otro lado, aconsejado por los sionistas de la Casa Blanca. 
 Nadie ignora en este siglo XXI los excesos nazifascistas porque  los medios de comunicación y la superindustria audiovisual, acrecentados desde los años 50,  han fabricado  una multisápida panoplia de espectáculos donde los archimalos ya se sabe quiénes son y además se reitera que no resucitarán, aunque  George Orwell, en su novelón  1984 , vislumbra  como la humanidad está amenazada por otro Frankestein, similar al de Hitler y Mussolini, aunque la reacción, quizás adelantada, han sido los movimientos de los indignados que recorren a Europa y parte de este balcanizada América para pedir o imponer un autentico cambio social.
Sin pretender rivalizar con ese emporio comunicacional, el venezolano Luigi Sciamanna ha recordado la maldad nazifascista con su obra La novia del gigante,  rocambolesca historia de amor de la  guía Lidia Montalcini (María Fernanda Ferro) de la Galería de la Academia de Florencia- que exhibe la monumental escultura  “David” de Miguel Ángel Buonarroti- y la estrujante persecución antisemita que le montan el comandante Talo( Antonio Delli) y su médico esbirro (Gerardo Soto), bajo las impotentes miradas del Cardenal de Florencia (Armando Cabrera) y el profesor Innocenti (Elio Petrini).Todo eso dentro de la alucinante alianza de Berlín y  Roma para apoderarse de Europa y del mundo.
Vimos dos veces este espectáculo ante la seriedad de su argumentación y el ultra profesionalismo del autor y director, además de las brillantes caracterizaciones, especialmente de la Ferro y Delli. Sin embargo, la pieza es  redundante en la información sobre  la locura nazifascista y la conducta de la Iglesia para no ser avasallada por los poderes terrenales, lo cual alarga  innecesariamente el discurso y el tiempo escénicos. Es, dicho en términos gastronómicos, mucha guarnición para servir la carne de cordero de esa cena teatral, o sea el sacrificio de esa amorosa judía italiana, y el tiempo es ahora muy importante en estos  inseguros tiempos. 

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