Se tienen noticias, según la Biblia, que uno de los
primeros asesinatos en la historia de los seres humanos fue provocado por la
envidia. Se cuenta como Caín envidiaba a su
hermano Abel porque este ofrecía lo mejor de sus ganados a Dios y prosperaba
con abundancia; mientras Caín ofrecía lo peor de su cosecha, y Dios no le veía
con beneplácito. Entonces Caín, decidió matarlo para no ver más como era
bendecido por sus buenos actos, los
cuales le recordaban que él no lo hacía nada bien.
Y si a la cainítica envidia se
la agrega la traición, el irrespeto a la lealtad que es la base de la amistad,
tenemos la dos caras de la sórdida conducta de un peligroso criminal, un ser
que no tiene escrúpulos, un paria social cuya muerte es algo a quien nadie
afecta, salvo a sus familiares si es verdad que logró que alguien lo amara.
Recordamos esto -que puede irritar o molestar
a los envidiosos y desleales, quienes pululan- porque durante 34 noches, en
el teatro Trasnocho, estuvieron presentando el drama Una lluvia constante (Steady Rain) del norteamericano Keith Huff,
versionada por F. Masllorens y F.
González del Pino, según la puesta
escena que se inventó Héctor Manrique, quien también actúa al lado de
Iván Tamayo, y con la producción de Carolina Rincón.
Se trata de un exigente
espectáculo de alta teatralidad que muestra-una vez más- como la envidia y la
deslealtad están siempre al asecho y pueden desgraciar a una o varias personas
de cualquier nivel social o económico. Nadie está exento de perder los estribos
por la envidia y de ahí a cometer un delito no hay mucho que esperar. Es la
locura misma porque significa sepultar los parentescos sanguíneos y la amistad
por una grave debilidad de la personalidad.
En Una lluvia constante,
llevada a Broadway, el afamado circuito teatral de Nueva York, durante la
temporada 2010, se desnudan las “cataduras morales” de dos agentes policiales
de Chicago, Joel y Danny. Es la tragedia de una amistad desde la infancia, ambos
enfrentarán una serie de acontecimientos inevitables que les arruinara la vida
para siempre, porque el sobreviviente no podrá silenciar jamás su conciencia,
ese pepegrillo que le recordará el mal que hizo, ese recuerdo de lo que
realmente sucedió, cuando la lluvia constante no cesó de caer, y ese fantasma
le remachará siempre la necesidad de
hacer justicia o venganza.
En la saga de Una lluvia constante, la cual se
desarrolla con saltos al pasado para
explicar las situaciones del presente,
están en juego la amistad, los valores, el sentido del honor y la lealtad. Sin
embargo, al final el envidioso amigo infiel se queda con la casa, la mujer y
los hijos del otro, quien se suicida por sus excesos racistas y porque ese
amigo en quien confiaba no lo fue fiel.
Cuando se vive lo suficiente y se toman
decisiones, “y la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas, en rutiles
monedas tasando el bien y el mal”, hay
que reconocer como Héctor e Iván se superaron como actores hasta lograr esos
personajes monstruosos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario