Nació en
Caracas el 25 de octubre de 1944, en el hogar de Carlos y Aura Salas de
Santana. En 1950, sus padres se divorciaron y a Rodolfo se lo llevaron a vivir
con sus otros hermanos (Carlos, Salvador, Jesús Manuel y Alejandro) a la casa
del abuelo Antonio Ramón Salas, en Guarenas.
La maestra
Aura Salas, además de recibir el apoyo incondicional de su familia y el
respaldo de su hermana Margot de Vera,
trabajó para formar y educar a sus cinco muchachos, quienes estudiaron en los
colegios salesianos San Juan Bosco (Sarría) y Domingo Sabio (Los Teques). Ella
se casó con Ovidio Esteban Portto Espinoza el 12 de diciembre de 1959 y
procrearon a Ovidio Esteban Portto Salas.
Desde muy joven, Rodolfo Santana Salas se incorporó
a las actividades teatrales. Formó grupos en Petare y para poder capturar tan
díscolas audiencias tuvo que empezar a escribir sus primeras piezas, a los 17 años. A los 27 se insertó
activamente en el movimiento teatral
universitario. En 1977 fundó el grupo Cobre con el cual representó varias de
sus obras. Fue director artístico de no menos de 15 filmes y agudo guionista,
al cual se vinculó por el soporte técnico y tecnológico que le permitió
escribir más y mejor teatro, además de la estabilidad económica que le permitió
invertir, casi todo lo que ganaba, en las
puestas en escena y las producciones. Hasta el 31 de diciembre de 1994 había
escrito 84 piezas, como lo contó para el libro biográfico Como es Rodolfo Santana, editado en 1995; pero ya entrado el siglo
XXI, admitió que cometía “obricidio”, o sea que reescribía algunos textos que
no lo convencían plenamente, por lo que su producción paso fácilmente de 100 obras, buena parte de ellas editadas o en la
web.
Murió a
consecuencia a un ACV, en el Hospital del IVSS de Guarenas, el domingo 21 de
octubre de 2012. Lo sobrevive su único hijo Roberto, algunos hermanos y su
vasta y copiosa obra teatral.
Los halcones dorados
De su papá Carlos,
Rodolfo tenía pocos recuerdos, algunos
esenciales. “Cuando estuve a punto de morir, por primera vez, mi madre contó
que él estuvo día y noche junto a la cuna. Lloraba. Se divorciaron cuando yo
tenía unos seis años y había más hijos. De repente aparecía, muy atildado, a
visitarnos en Guarenas. Provocaba el natural revuelo entre mis tías y genera
comidas en restaurantes con nosotros, sus hijos. Muchos años después, viví un
tiempo en su casa de El Hatillo y le di a leer mi primera novela, Los halcones dorados. Lo recuerdo en el
desayuno: rompe un huevo tibio en una copita y alaba mi novela, dice que le
cuesta creer que yo la hubiese escrito. Entonces, yo muy orgulloso, le digo que
quiero publicarla y necesito que me proporcione el dinero para hacerlo. Termina
de desayunar, me ve y me dice: “¿Tú crees que voy a gastar dinero para publicar
esa mierda?” Me provocó matarlo. ¿Acabas
de alabar la novela y ahora me dices que es una mierda? ¿Cuándo te pido plata
para publicarla?”, le digo. Toma su jugo de naranja y dice: “Escucha, me
gustó la novela, pero es el trabajo temprano de un muchacho de 17 años. Ya veo
en ella lo que puedes ser, lo que puedes lograr más adelante, trabajando duro.
Si publicas esa novela, otras personas se van a cebar en tus errores antes que
en tus virtudes y no quiero que se burlen de mi hijo”. Nos despedimos para
siempre. El 11 de octubre de 1969
fallece de un infarto al miocardio. Tenía 51 años. Era diputado al Congreso de
la República por la fracción perezjimenista. Se desposó otras veces y dejó más
hijos”.
Mirando al tendido
Para este
octubre, Fundarte y su Circuito Teatral organizó una variada muestra de montajes
con piezas del dramaturgo Rodolfo
Santana, como homenaje a quien escribió piezas importantes para la historia del
arte venezolano. El ciclo teatral, llamado Santana:
un año en la eternidad, culmina con el drama de Orlando Núñez, obrero que
tras 20 años de trabajo alienante en una fábrica comienza a padecer de
alucinaciones, será presentado en La empresa perdona un momento de locura, que exhibirá el Teatro Nacional el
sábado 26 y domingo 27 de octubre. Pero esta singular muestra comenzó con Mirando al tendido, poética reflexión
sobre la vida y la muerte que usa como referencia una corrida de toros; se mostró
el sábado 5 y el domingo 6 en el Teatro Nacional. Nunca entregues tu corazón a una muñeca sueca cuenta, de manera esperpéntica, la
historia de dos hermanos cuyo sueño es vivir en Suecia, tienen un extraño
aprecio por una muñeca y un inmenso
repudio hacia los bancos e instituciones financieras; la representó la
Fundación Teatro San Martín, el sábado 12 y domingo 13, también en el Teatro
Nacional. Las experiencias de tres amigos (Miguel, Javier y Rudi) son plasmadas
en Una tarde poco fastidiosa,
una de las últimas creaciones de Santana; en esta ocasión, el grupo Séptimo
Piso, en el Teatro Principal, los días 11 y 12, dio vida a estos tres
jovencitos que luchan por adecuarse a una sociedad que los somete a burlas y
maltratos.
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