Djamil Jassir en su doble rol actoral |
Miguel de Cervantes Saavedra murió hace 400
años pero su máxima obra, El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha, vive y aún estremece audiencias de teatros
y cines e incluso avasalla desde la televisión. Por eso, ahora, en el Aula
Magna de la UCV muestran al valiente y exultante montaje del musical El hombre de la Mancha, como lo concibió Dale Wasserman para
Broadway (1965), con música y líricas de Mitch Leigh y Joe Darion,
protagonizado y dirigido por Djamil Jassir, quien además es un soñador productor,
acompañado de orgulloso y valioso equipo de actores y técnicos venezolanos.
Este musical es una joya del teatro dentro
del teatro, bien hecho. No es fiel versión de la saga de Cervantes ni de su
obra maestra. Presenta al novelista, apuntalado en sus compañeros de
prisión, plasmando alternadamente segmentos biográficos y de su novela,
mientras esperan al Tribunal de la Inquisición. No permite aburrirse por la vistosa
complejidad del montaje, aunque el espacio teatral adolece de tramoya e implementos
básicos para el ritmo de un montaje de tales proporciones. Gracias a la profesional
entrega de actores y balsámica música de la Sinfónica Gran Mariscal de
Ayacucho, que dirige puntualmente Elisa Vegas, los 110 minutos escénicos son
suficientes para que el público reflexione y digiera algunas sentencias del
Quijote, como: “La libertad, Sancho, es uno de
los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no
pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad,
así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
El Quijote no fue un político revolucionario sino un hombre conservador
y creyente en el Dios cristiano, quien predica que por la fe hay que
luchar a brazo partido, así la cerquen la fealdad y la injusticia, la traición,
la deslealtad y la perfidia. Fe que se sobrepone, incluso a la irrefutable
realidad circundante, al burdo y descaecido acontecer y crea, como emanación de
lo real, una mágica sobrerrealidad que pueda darle sentido y hermosura a la
existencia, como enseña el poeta colombiano Eduardo Carranza.
Tantos
años leyendo y releyendo al Quijote y de repente nos topamos que es un heroico
guerrero de la fe, capaz de volver a crear el mundo, que convierte molinos en
gigantes, que hace a las zafias campesinas en estilizadas princesas y damas de
alcurnia, que transforma la modesta posada en castillo señorial y torreado. Y
el novelón de Cervantes es gran epopeya de la fe, como reitera Carranza, contundente
metáfora contra los tiranos, jamás superada por nadie, hasta ahora.
No es
frecuente encontrar en temporadas criollas un montaje donde todo está en su
sitio: actores, correctamente vestidos y maquillados, compiten por caracterizar,
decir bien y cantar con corrección, tales son los casos de Dora Mazzone (triunfadora
de la noche del 22 de abril), Juan Carlos Gardié, Aroldo Betancourt, Rolando
Padilla, Rodolfo Drago, Tania Sarabia y el barítono Cayito Aponte. Mención
aparte para Djamil Jassir, auténtica revelación, al asumir al escritor y al Quijote,
y además capaz de materializar su sueño, al cual vio hace 12 años en Buenos
Aires. ¡Felicitaciones!
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