María Cristina Lozada y Jorge Palacios cerrando el evento del Trasnocho . |
Culmina en el Teatro Trasnocho Cultural la
temporada del espectáculo Cartas de amor de Albert Ramsdell Gurney,
donde se pueden conocer deseos y
aspiraciones, además de sufrimientos y
sueños presentes en la melodramática historia del exitoso
abogado y político Andrew Makepeace Ladd III y la artista frustrada y
alcohólica Melissa Gardner, a través
de una relación epistolar de más de 50 años; una saga que habría podido ser otra historia de intenso amor físico, pero que
el destino quiso separar, y sin embargo siguió vivo a través de las misivas, las
cuales transmitieron emociones que se fueron
consolidando a lo largo del tiempo a pesar de las distancias.
Hasta el próximo 8 de octubre el público podrá
descubrir lo que revelan esas misivas de amor, y también de dolores y
frustraciones, escritas y enviadas a lo largo de medio siglo. Esta puesta en
escena conserva la dirección original de la recientemente fallecida directora teatral
Miriam Dembo, bajo la supervisión de Héctor Manrique, asistido por Gisela Rojas
y con la producción general de Carolina Rincón con el apoyo de María José
Castro.
Este montaje de la
temporada 2017 de Cartas de Amor comenzó con la pareja formada por Mariángel
Ruiz y Héctor Manrique, pero las siguientes semanas fue asumido por los
actores Julie Restifo y Javier Vidal; luego Prakriti Maduro y Sócrates Serrano y
ahora finaliza con María Cristina Lozada y Jorge Palacios. Todos encarnaron a Melissa
y Andrew, exquisitos personajes que desde su infancia se intercambian cartas,
hermosa tradición que continúan en la madurez a pesar que sus vidas tomaron
rumbos totalmente diferentes, aunque ambos pertenecen a la misma clase social
de familias ricas y de muy buena posición.
El espectador conoce así sus vidas, el amor
fraternal, espiritual, erótico, las diversas sensibilidades entre el hombre y
la mujer, el desasosiego y la fragilidad del ser humano frente a la soledad y
la importancia del valor de la pertenencia en la sociedad. Cartas y
postales de viajes repletas de esperanzas, ambiciones, sueños, victorias y
fracasos son el hilo conductor de esta magistral pieza, escrita originalmente
como novela, pero fue rechazada por la editorial The New Yorker. Su autor el estadounidense Albert Ramsdell Gurney (Buffalo,
1 de noviembre de 1930/Nueva York, 13 de junio de 2017) se propuso reescribir
el libro como una simple obra de teatro donde dos personas leen mutuamente
una serie de cartas. Nunca imaginó que la obra se convertiría en finalista de
los premios Pulitzer y en la más exitosa de su carrera profesional.
ÉXITO TEATRAL Y CINEMATOGRÁFICO
El éxito de este espectáculo radica en la sencillez
del montaje que propone el autor y, sobre todo, porque habla de la vida: el
primer amor, las enfermedades, la pérdida de oportunidades y del amor, lo que
termina siendo un agudo y punzante retrato de la decadencia de la clase alta
norteamericana.
Cartas de
amor se estrenó
en el Promenade Theatre, de Off-Broadway, Nueva York, en 1989 con los comediantes
John Rubinstein como Andrew y Joanna Gleason como Melissa, ambos ganadores de
un Tony. En principio estaba programada para presentarla solo los días lunes,
pero ante las excelentes críticas de la prensa especializada y del público pasó
a 8 funciones semanales durante varias temporadas.
Gurney no se esperaba tal éxito de taquilla y que
Cartas de Amor se convertiría en finalista de los Premios Pulitzer y
en el mayor éxito de su carrera como dramaturgo. A partir de ese momento se siguió
representando en todos los teatros más importantes del mundo. El productor
Martin Starger compró los derechos para la versión cinematográfica y en 1999
fue rodada con los actores Laura Linney y Stephen Weber, bajo la dirección de
Stanley Donen. El guión de cine era del mismo
EN CARACAS
En Venezuela se estrenó
en 1991 con las actuaciones de Fausto Verdial y María Cristina Lozada, bajo la
dirección de Miriam Dembo. Después de ese debut ha sido interpretada por los actores
más importantes del país. Nosotros vimos ese estreno el 8 de septiembre de 1993
en el auditorio del Centro Cultural Consolidado, donde funciona ahora el Centro
Cultural BOD.Y a escasos 24 años de ese evento
cultural, ahora en el Trasnocho Cultural, aplaudimos el remontaje de la misma
traducción y versión de Cartas de amor, con las excelentes
caracterizaciones asumidas por Mariángel Ruiz y Héctor Manrique, como
primera pareja.
Y para cerrar este ciclo hemos ponderado las caracterizaciones asumidas por
Maria Cristina Lozada y Jorge Palacios, actores destacadisimos, a quienes vimos
por vez primera en el Aula Magna de la UCV y
el teatro Las Palmas, respectivamente; ella encarnando a Polly Pechum (1970) de
La ópera de Tres centavos de Bertold
Brecht; y a él caracterizado como Albín (1976), uno de los homosexuales del musical
La jaula de locas de Jean Poiret.
Ver a Lozada y Palacios leyendo y actuando a sus complejos y enamoradizos
personajes, fue comprender una vez más la grandeza del teatro bien actuado, y
en especial ese espectáculo que transcurre en el cerebro del espectador, y no
ante sus ojos, porque los actores-personajes están sentados frente sus escritorios
y deben transmitir sus emociones, así como el paso del tiempo a lo largo de 50
años; desde los inicios infantiles hasta los complejos años de la madurez.
Por supuesto que María Cristina y Jorge agarran a sus personajes y los van
llevado paso a paso hasta que el problema social, y familiares de sus
personajes, los colocan al borde del precipicio de sus existencias. Ella cae en
el alcoholismo y él la busca desesperadamente por la pureza de ese amor de su infancia
y adolescencia, que no llega al matrimonio porque se dejaron arrinconar por sus
compromisos sociales, profesionales y políticos. Ella era una artista con aspiraciones
y él un abogado con los ojos puestos en el poder político de su pais. A ella la
hunden las bebidas espirituosas y él alcanza el éxito profesional, pero con una
familia problematizada.
No hay duda alguna que la madurez física y profesional de Maria Cristina
y Jorge la da a sus personajes una contundente lección de moral y también de
ética para quienes aman y deben decidir entre los asuntos del corazón y los
asuntos comerciales y/o profesionales. Es una advertencia porque el tiempo no
se detiene y en el amor es como una hoguera que consume todo y no deja sino
cenizas o recuerdos, amargos la mayoría de las veces, o esas mudas fotografías
de lo que ha pasado. Los seres humanos esclavizados por sus compromisos
sociales y negándose la libertad de cambiar.
PARA CURAR O MORIR
Cuando vimos por primer vez a Cartas
de amor escribimos, y aquí lo reiteramos de nuevo, que es una oportuna
invitación a reflexionar sobre el amor, único sentimiento que iguala a todos
los seres humanos y que es capaz de hacerlos acometer las más grandes
conquistas o proezas, o, en el caso opuesto, de sumergirse en las más abyectas
y siniestras conspiraciones, con tal de obtener o preservar al ser amado o de
impedir que otros lo disfruten.
Por supuesto que Cartas de
amor es un gran espejo que muestra todo lo que puede ocurrir a quienes
no se atreven a dar el gran salto, a vivir de acuerdo a sus impulsos y
abandonar las conductas caducas de una sociedad anquilosada y atada al pasado.
Ahí es cuando hay que lamentarse de lo no hecho. Ahí queda solamente queda
llorar amargamente lo realizado, más nada., como lo hace conmovedoramente el
personaje de Jorge Palacios.
Este espectáculo del año 2017, como
aquel del 1993, sin ser novedosos, como tampoco lo es el hecho de que dos seres
humanos se carteen consecuentemente, es educativo y entretenido.
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