miércoles, septiembre 27, 2017

Nueva York y Caracas presentan versiones teatrales de "1984"

Una escena del montaje neoyorquino
La versión venezolana de la gran novela 1984 de George Orwell hace temporada en el teatro Trasnocho con notable éxito de público y de crítica, pero en  Nueva York también está en cartelera, según la crónica que publica la página web del caraqueño periódico El Universal (@ElUniversal), en su edición del pasado 25 de septiembre, con el titular "El Gran Hermano llegó para  perturbar a perturbar Broadway", la cual insertamos a continuación:
Nueva York.- Si Jesucristo hubiese nacido en 1984 estaría muriendo ahora. Han pasado 33 años de aquella fecha en la que la novela más famosa de George Orwell, publicada en 1949, perfiló el ocaso del siglo XX como el triunfo del totalitarismo, del partido/estado capaz de imponer que dos más dos suma cinco, aniquilando el derecho a dudar y hasta amar, amparado en una férrea burocracia que se fortalece decretando la ignorancia. 
En los años noventa, la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética hizo pensar que Orwell había exagerado en su visión sombría y fatalista del futuro de la humanidad. Pero a la vista del siglo XXI pareciera que simplemente se adelantó de fecha.  
Hoy, los paralelismos con la novela lucen más evidentes que cuando fue concebida a principios de la Guerra Fría, justo antes del macartismo estadounidense. No en vano las ventas del libro se han disparado este año.
La “sociedad orwelliana” no sólo es el omnipresente apellido del inquilino de la Casa Blanca, que identifica propiedades por doquier y acapara escándalos; el despotismo en Rusia; la censura en China; la vigilancia masiva en las naciones desarrolladas con la excusa del terrorismo; la represión política y social en países con instituciones débiles que promueven dependencia, miseria y mentiras; y también la exposición invasiva que las redes sociales generan, supervisadas por el mercadeo ávido de estrategias de consumo “personalizadas”.
Perturbadora, tétrica, angustiante, retadora, sofocante, sin concesiones. No podía ser de otra manera la versión teatral adaptada y dirigida a cuatro manos por los británicos Robert Icke y Duncan Macmillan, estrenada en Londres en 2013 y traída ahora a Broadway para retar al público amante de los musicales y las obras digeribles. En el remodelado Teatro Hudson de Nueva York, el elenco lo lideran Tom Sturridge, Olivia Wilde y Reed Birney.
Llevada al cine y TV en varias oportunidades -incluyendo la última película de Richard Burton-, la novela nunca había sido adaptada al teatro. El reto no era fácil y quizá se pudo concretar justamente porque los coescritores también asumieron la dirección de la pieza.
El resultado bien podría marcar una nueva etapa en lo que es posible o no hacer en una sala de teatro: el video permite seguir a los personajes tras bastidores, en un escenario paralelo, cuando se supone se esconden para ser “humanos”, pero siguen bajo la supervisión extrema del burocrático Gran Hermano, que todo lo vigila. Para controlar el futuro, el líder tortura sádicamente e incluso ordena reescribir el pasado, imponiendo falacias como verdades y cacerías de brujas al estilo Tascón y hasta Assange con su controversial WikiLeaks.
Así, los efectos visuales y sonoros han sido concebidos para que la audiencia viva el mismo suplicio del arrinconado protagonista, a quien le imponen la puntual tarea de adaptar la historia y entregar su cuerpo, alma y mente, so pena de sufrir torturas y mutilaciones. Todo muy gráfico, pero manejado con sobriedad, como puñetazos dados con guantes de seda a la audiencia.
Incluso cuando el escenario queda totalmente vacío de muebles, es capaz de incomodar, aturdir y encandilar. Tampoco importa si los personajes dan la espalda al público, una regla supuestamente inviable en teatro. Para garantizar esa “magia”, la obra se realiza sin intermedio y con una disciplina que prohíbe entrar tarde a la sala, y quien sale no puede volver.
El personaje principal en un momento mira a miembros del público y los acusa de cómplices por su apatía: “¿Se van a quedar sentados allí sin hacer nada?”, grita mientras es torturado atado a una silla. La gente no sabe si reaccionar o no, ni cómo. Desde el estreno en mayo, se han reportado casos de indisposición, incluyendo desmayos, náuseas y hasta intervención policial para calmar al histérico ocasional, como ya había sucedido en Londres.
Convencido de su concepto, el codirector Icke declaró que “si este espectáculo es la parte más perturbadora del día, no estás leyendo los titulares de las noticias. Las cosas (afuera) son mucho peores que una pieza de teatro que se te meta un poco bajo la piel”.
En Broadway la temporada está prevista hasta el 8 de octubre. No siendo teatro de entretenimiento, la taquilla ha respondido muy bien, con más de 100 mil espectadores en cuatro meses. En varios aspectos,  1984  quizá ha redefinido el futuro de Broadway.
Casualidad o no, en Caracas el Grupo Actoral Dram-ON también está presentando una versión, codirigida por Aníbal Cova y Abel García, en Trasnocho Cultural, hasta el 29 de octubre.
acorrea@eluniversal.com


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