Una escena del montaje neoyorquino |
La versión venezolana de la gran novela 1984 de George Orwell hace temporada en el teatro Trasnocho con notable éxito de público y de crítica, pero en Nueva York también está en cartelera, según la crónica que publica la página web del caraqueño periódico El Universal (@ElUniversal), en su edición del pasado 25 de septiembre, con el titular "El Gran Hermano llegó para perturbar a perturbar
Broadway", la cual insertamos a continuación:
Nueva York.- Si Jesucristo hubiese nacido en 1984 estaría muriendo ahora. Han pasado
33 años de aquella fecha en la que la novela más famosa de George Orwell,
publicada en 1949, perfiló el ocaso del siglo XX como el triunfo del
totalitarismo, del partido/estado capaz de imponer que dos más dos suma cinco,
aniquilando el derecho a dudar y hasta amar, amparado en una férrea burocracia
que se fortalece decretando la ignorancia.
En los años noventa, la caída del
muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética hizo pensar que Orwell
había exagerado en su visión sombría y fatalista del futuro de la humanidad.
Pero a la vista del siglo XXI pareciera que simplemente se adelantó de fecha.
Hoy, los paralelismos con la novela
lucen más evidentes que cuando fue concebida a principios de la Guerra Fría,
justo antes del macartismo estadounidense. No en vano las ventas del libro se
han disparado este año.
La “sociedad orwelliana” no sólo es
el omnipresente apellido del inquilino de la Casa Blanca, que identifica
propiedades por doquier y acapara escándalos; el despotismo en Rusia; la
censura en China; la vigilancia masiva en las naciones desarrolladas con la
excusa del terrorismo; la represión política y social en países con
instituciones débiles que promueven dependencia, miseria y mentiras; y también
la exposición invasiva que las redes sociales generan, supervisadas por el
mercadeo ávido de estrategias de consumo “personalizadas”.
Perturbadora, tétrica, angustiante,
retadora, sofocante, sin concesiones. No podía ser de otra manera la versión
teatral adaptada y dirigida a cuatro manos por los británicos Robert Icke y
Duncan Macmillan, estrenada en Londres en 2013 y traída ahora a Broadway para
retar al público amante de los musicales y las obras digeribles. En el
remodelado Teatro Hudson de Nueva York, el elenco lo lideran Tom Sturridge,
Olivia Wilde y Reed Birney.
Llevada al cine y TV en varias
oportunidades -incluyendo la última película de Richard Burton-, la novela
nunca había sido adaptada al teatro. El reto no era fácil y quizá se pudo
concretar justamente porque los coescritores también asumieron la dirección de
la pieza.
El resultado bien podría marcar una
nueva etapa en lo que es posible o no hacer en una sala de teatro: el video
permite seguir a los personajes tras bastidores, en un escenario paralelo,
cuando se supone se esconden para ser “humanos”, pero siguen bajo la
supervisión extrema del burocrático Gran Hermano, que todo lo vigila. Para
controlar el futuro, el líder tortura sádicamente e incluso ordena reescribir
el pasado, imponiendo falacias como verdades y cacerías de brujas al estilo
Tascón y hasta Assange con su controversial WikiLeaks.
Así, los efectos visuales y sonoros
han sido concebidos para que la audiencia viva el mismo suplicio del
arrinconado protagonista, a quien le imponen la puntual tarea de adaptar la
historia y entregar su cuerpo, alma y mente, so pena de sufrir torturas y
mutilaciones. Todo muy gráfico, pero manejado con sobriedad, como puñetazos
dados con guantes de seda a la audiencia.
Incluso cuando el escenario queda
totalmente vacío de muebles, es capaz de incomodar, aturdir y encandilar.
Tampoco importa si los personajes dan la espalda al público, una regla
supuestamente inviable en teatro. Para garantizar esa “magia”, la obra se
realiza sin intermedio y con una disciplina que prohíbe entrar tarde a la sala,
y quien sale no puede volver.
El personaje principal en un momento
mira a miembros del público y los acusa de cómplices por su apatía: “¿Se van a
quedar sentados allí sin hacer nada?”, grita mientras es torturado atado a una
silla. La gente no sabe si reaccionar o no, ni cómo. Desde el estreno en mayo,
se han reportado casos de indisposición, incluyendo desmayos, náuseas y hasta
intervención policial para calmar al histérico ocasional, como ya había
sucedido en Londres.
Convencido de su concepto, el
codirector Icke declaró que “si este espectáculo es la parte más perturbadora
del día, no estás leyendo los titulares de las noticias. Las cosas (afuera) son
mucho peores que una pieza de teatro que se te meta un poco bajo la piel”.
En Broadway la temporada está
prevista hasta el 8 de octubre. No siendo teatro de entretenimiento, la
taquilla ha respondido muy bien, con más de 100 mil espectadores en cuatro
meses. En varios aspectos, 1984 quizá ha redefinido el futuro de Broadway.
Casualidad o no, en Caracas el Grupo
Actoral Dram-ON también está presentando una versión, codirigida por Aníbal
Cova y Abel García, en Trasnocho Cultural, hasta el 29 de octubre.
acorrea@eluniversal.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario