Hay que releer a Jung para encontrar explicaciones naturales. |
En los tiempos convulsos que vivimos en este planeta,
el teatro todavía es una íntima y grata lección de esperanza y coraje, de trabajo
en equipo, de empeño colectivo, parafraseando al crítico español Marco Ordóñez.
El teatro es un inobjetable modelo de conducta que debería ser copiado por nuestros
políticos y comerciantes, porque es una disciplina donde hombres y mujeres
hablando a hombres y mujeres, respirando y latiendo juntos en la oscuridad, y anhelando
salir de las salas de representación para continuar ese viaje con final que es
la vida misma, tras emerger con satisfacción de ese oasis en que se convierte
la escena; porque nadie puede negar que “el teatro une, ilumina, calienta y
salva”.
Y como prueba de ello está la
grata sorpresa que hemos recibido del montaje La foto, auténtica creación artística del Grupo Actoral 80, el cual
bajo, la dirección y con la actuación protagónica
de Héctor
Manrique se atrevió a mostrar el
delicado tema del uso de las
redes sociales, a raíz del manejo indelicado de una fotografía de un mujer semidesnuda,
gracias a un inteligente y atrevido mecanismo
dramatúrgico de Gustavo Ott (Caracas, 1963)
para proponer una reflexión profunda -bordeando las teorías de Carl Gustav
Jung- sobre los precipicios afectivos de la mediana edad de hombres y mujeres y
además logra enfrentar a dos
generaciones dentro de los nada fácil de controlar que son los fenómenos virales y el efecto devastador de aquellos
escándalos prefabricados y exaltados gracias a las redes sociales, cuando estas
son usadas con impericia y envenenadas con esa “salsa maldita” de una nefasta incultura
machista o sexista.
Toda una temática compleja y una inteligente y bien cuidada representación
por parte del GA-80 que permite el valioso y estético espectáculo, además de didáctico,
y relativamente corto (75 minutos), que no es más que un viaje íntimo sobre los
precipicios afectivos de la mediana edad colocando en juicio la dinámica de dos
generaciones enfrentadas dentro del fenómeno viral, y el efecto devastador de
los escándalos prefabricados. Toda una temática de mucha actualidad y una peculiar
representación poco frecuente en los escenarios venezolanos, que termina siendo un orgullo para la institución Trasnocho Cultural y para las sufridas y
comprometidas artes escénicas criollas.
LA FOTO
Para los malos tiempos siempre hay
muy buenas caras de actores comprometidos con sus proyectos profesionales y lo
decimos porque Juan Carlos Gardié, Martha Estrada, Patty Oliveros, Angélica
Arteaga, Pedro Borgo y Claudia Rojas son los comediantes que ensayaron La
foto, para que, bajo la producción de Carolina
Rincón, se presentara hasta el 13 de diciembre, allá en el Centro Comercial
Paseo Las Mercedes, donde espera, en los sótanos, el Teatro Trasnocho Cultural.
Pero el hombre dispone y el diablo siempre cambia las cosas: un accidente de salud
pospuso el estreno durante una semana, porque se le desprendió o desgarró una
retina a Gardié y tuvo que ser sustituido por el director Manrique,
precisamente en un rol que además no era nada fácil.
La foto, de Gustavo Ott , cuyo texto hemos leído gratamente, es
una pieza melodramática que ganó el concurso del Centro Cultural Trasnocho
Cultural para la promoción de los autores venezolanos. Hasta ahora se
puede adelantar para los lectores, eventuales espectadores del
montaje, una sinopsis, bien comprimida, de esta nueva pieza de Ott,
quien reside actualmente en Estados Unidos donde trabaja como docente en una
universidad de Washington, y es el autor criollo más representado en los
escenarios venezolanos e internacionales durante los últimos años, además
de ser uno de los mejores escritores teatrales.
En La
foto, Laura (Estrada), madre de la adolescente, Kelly, (Rojas), quien está a
punto de cumplir los 50 años y no tiene esposo, se ha reencontrado a través de las redes
sociales con un viejo amor de cuando estudiaban el bachillerato. Se trata de
Denis (Manrique).Y aunque todo ocurre a través de sms privados y contactos vía
Facebook, sin encuentro físico, la emoción de esta nueva posibilidad es
experimentada por ambos con una intensidad incontenible. Es la comezón de la
edad mediana. Pero Denis está casado y también tiene un hijo adolescente,
Fran (Borgo), además le ha hecho saber a Laura que su matrimonio no marcha nada
bien. Leña para esa hoguera de pasiones de los espíritus que nunca se apaga.
Por su parte Laura, esperando que Denis tome una decisión y para animarlo o
estimularlo se toma una foto desnuda y, de manera privada (Facebook), se la
envía a su teléfono celular. Este hecho desencadena una serie de
acontecimientos típicos, con los dimes y diretes de las parejas en conflicto que
sacudirá no solo la vida de los directamente implicados sino también la de sus
familiares más cercanos y hasta en las instituciones educativas en las que sus
hijos se desenvuelven, además de divorcios inesperados, nuevas viviendas para
los separados y reiniciar caminos. Todo por una broma fotográfica.
Es, pues, la depurada saga teatral de
una foto que nunca debió ser llevada a las redes sociales porque fue vista o
malentendida por los demás, generándose así una grave crisis en un círculo íntimo
y muchas otras cosas que alteran las cotidianas vidas de un grupo de clase
media de cualquier pais americano. La realidad es superior a lo que ha
planteado Ott.
ESPECTACULO
Este montaje, como el que hizo
Manrique, hace varios años, con Art, de Jazmina Reza, es una clase
magistral de la simplificación escénica: todo reducido al único espacio escénico vacío, donde varias sillas
y mesitas de metal son utilizadas por
los actores-personajes para crear las habitaciones o zonas que sus situaciones requieren, mientras atrás, el foro, un gigantesco panel traslucido funge como ventanal público o como la fachada cual tótem sagrado de un
celular inteligente, uno de esos que Laura usa para sus juegos nada inocentes con Denis. Una iluminación correcta y un ritmo
que se hará más preciso a medida que los actores concreten la vida íntima de
sus convulsos personajes. Un montaje económico, creemos, adecuado para los
tiempos de crisis económica, pero de contundentes contenidos
Es una lección de cómo llevar a la
escena un texto que podría pecar de demasiado literario, pero que Ott debe
haberlo creado mirando a los habitantes de su bucólico Washington, la capital
del imperio, urbe donde ha pergeñado otras obras.
Las actuaciones son óptimas, especialmente
Martha que saca provecho y Manrique, así como Patty Oliveros quien encarna a “la
esposa de armas tomar” de Denis. Los jóvenes Borges y Rojas son “el infeliz complemento”
de ese ritual tan doloroso, pero que en la ficción escénica se quedan con sus
hogares desechos, porque sus padres rompen la cama matrimonial, dejando a Fran y Kelly
como los perdedores, por así decirlo. Son las verdaderas víctimas de los
excesos de sus padres, que ahora achacan a las redes sociales, que es como
acusar al automóvil de ser el causante de los accidentes de tránsito.
La foto no es más que un viaje íntimo sobre los precipicios
afectivos de la mediana edad colocando en juicio la dinámica de dos
generaciones enfrentadas dentro del fenómeno viral, y el efecto devastador de
los escándalos prefabricados. Toda una temática y una peculiar representación
poco frecuentes en los escenarios venezolanos, donde la crisis del matrimonio
como institución es el telón de fondo.
MATRIMONIO EN CRISIS
Esta obra de Ott, obliga al
espectador que quiera explicarse el más allá de los personajes que ha creado el
autor y conocer así algunos aspectos del proceso de
transformación psíquica dentro la relación matrimonial –que está profundamente
cuestionada en La foto- bajo los parámetros
de Jung. Este enseña que para el hombre común el amor en su verdadero sentido
coincide con la institución del matrimonio, mientras que para la mujer el
matrimonio no es una institución sino una relación humana de amor. En tanto la
mujer es mucho más “psicológica” y en esa medida más abierta al inconsciente,
en el hombre predomina la lógica que, más que un apoyo, constituye un obstáculo
para la integración de los contenidos del inconsciente. “Esta ventaja de la
mujer moderna sobre el hombre en el proceso de individuación ayuda a explicar
la crisis moderna del matrimonio. La integración por parte de la mujer de
elementos considerados culturalmente como masculinos, tales como la autonomía y
el juicio crítico, problematizan el matrimonio tradicional para la mujer,
mientras que para aquellos enamorados con la masculinidad y la feminidad per
se, el matrimonio tradicional es suficiente”, según el jungiano doctor Javier Sáenz Obregón. Ojo, pues, con el
matrimonio. ¿Un mal necesario?
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