Grandes personajes para grandes actores, ademas. |
No se nos ocurre predecir lo que puede ser aquel
temido the closing de la historia de
Venezuela ni la asombrosa llegada al planeta Tierra de seres inteligentes
procedentes de las lejanas galaxias. Sendos epílogos o aperturas que nos quitan
el sueño.
Mientras esos sucesos ocurren o son glosados
por otros, durante los cuales difícilmente estaremos presentes, solamente podemos
dejar o aportar, al menos por ahora, unas cuantas páginas para la historiografía
criolla de sus artes escénicas.
Y entre esas crónicas teatrales hay
que incluir, por ahora la proporcionada por la gerente cultural Vilma Ramia, la
actual directora ejecutiva del Ateneo de Caracas, quien nos ha materializado
una gratísima sorpresa, muy positiva además para el teatro venezolano, con su
texto y el montaje de Érase una
vez un país
Sí, Vilma Ramia es dramaturga, por ahora con una pieza, y lo demuestra con ese
entretenido espectáculo logrado bajo la dirección de Marcos Moreno, que
presentan en la sala experimental del Centro Cultura BOD, con la correcta participación actoral de Alberto
Alifa, Vilma Ramia, Mario Sudano, Desirée Monasterios, Armando Cabrera,
Verónica Arellano, Eduardo Pinto y Violeta Alemán, los sábados y domingos a las
5:00 pm.
INSPIRACIÓN
Se atrevió Vilma Ramia y se lanzó a la escena como dramaturga después de
haber exhibido en un festival de teatro breve (aquellos que organizaba Dairo
Piñeres en el Urban Cuplé) su mini pieza ¡Y la quiero…! “Aquello fue tan positivo, a nivel de público
y de crítica, que me atreví a escribir otros tres textos para completar lo que
ahora se presenta como Érase una vez un país”, puntualizó la autora.
En resumen, de un experimento de literatura dramática le vino a Vilma
Ramia la inspiración para una correcta comedia dramática, en cuatro actos, cada
uno relacionado con un periodo de la historia contemporánea de Venezuela. Desde ¡Y la quiero…! sobre las vicisitudes del régimen del general Marcos Pérez Jiménez
(entre 1957 y 1958) hasta Nicolás Maduro (2017), con el comandante Hugo Rafael
Chávez Frías incluido. Todo un entretenido cuarteto hilvanado por las
diferencias políticas de un matrimonio, donde el marido es parte de una familia adinerada y
simpatizante de la dictadura y la esposa proviene de una familia conservadora,
clase media y opuesta discretamente al régimen, durante esa Venezuela de 1957 y
1958; que prosigue con Estación Parque Carabobo, donde
dos personajes muy distintos, por sus sexos y sus clases sociales, encuentran satisfacciones
en medio del toque de queda implantado tras el Caracazo de 1989, donde el
azar promueve que Rina y Camilo se amen
en la Estación Parque Carabobo del Metro de Caracas y compartan intensas
sensaciones en tan solo unos minutos, gracias a la atracción que surge
irremediablemente entre ambos, muy a pesar, de asumir de manera tan disímil la
realidad de un país; más tarde surge Yo tengo razón, centrado en el marco de
la polarización política de una familia caraqueña, donde Elizabeth, dueña de una formación
política y literaria amplia y sólida; imponente, de carácter fuerte, frontal,
decidida, valiente y que suele despreciar a aquellos que no lo son, es una
terca, intolerante, desadaptada con un carácter fuerte, que se enamoró de
Mario, un líder de la izquierda de aquella época, con quien se
casa y traen a la vida un varón, Ramiro, que trabajara para una revista digital de noticias
de la Resistencia y está en desacuerdo con el régimen de Maduro. Entre madre e
hijo persiste una constante tensión, porque ella trabaja para el gobierno.
Y todo concluye con Pa’ Miami, que
es el movimiento migratorio durante el desarrollo del gobierno de Chávez Frías,
caracterizado por Alberto que despide
su última noche en Caracas, antes de iniciar su exilio a Florida, con su
hermana Linda, en un encuentro cargado de cariño, de recuerdos de infancia, de
diferentes perspectivas del futuro y de
choques con respecto a sus vivencias durante el mandato de Chávez.
AMOR CON
DIFICULTADES
Son cuatro sagas sobre el amor a
pesar de los matices. El amor posible en medio de la ruindad de la política y
las diferencias sociales, el amor materno hacia los hijos y los sentimientos
fraternos que no tienen límites ni egoísmos. Vilma Ramia no lo dice pero se
transparenta en sus cuatro actos: una hermosa oda al amor que es lo único que
nos permite estar juntos a pesar de las diferencias y nos alimenta en la marcha
hacia la huida definitiva de la vida misma.
Cuatro historias breves, las
cuales oscilan entre la comedia, el humor y el drama, centrados en las vidas íntimas
de ocho personajes cercanos entre sí, pero con posiciones opuestas en relación
al país. Ahí se materializan cuatro momentos políticos claves de una Venezuela
contemporánea que vibra, cuatro momentos muy duros por sus contenidos pero respetuosos
con la diferencias de uno y otro lado. Algo difícil pero no imposible de alcanzar
al menos en el teatro. Y ahí está la clave de esta ópera prima de Vilma Ramia, que
deja al espectador que asuma la posición que mejor le parezca o la que crea la
correcta.
Marcos Moreno, un campesino andino que se comió a Caracas hace
no menos de 40 años, cambió su ya conocida condición de actor por la de un director
de actores en un montaje donde las atmósferas son claves, pues el montaje genera
la risa natural ante este drama nacional que vivimos todos y
que afecta o altera a todos.Ya los psicólogos han advertido que siempre nos reímos
ante las dificultades que nos impiden ser felices.
Por
supuesto que todas las actuaciones son acordes a las exigencias de los textos,
pero las mayores satisfacciones se logran con los roles cubiertos por Cabrera y
la Arellano, Sudano y Monasterios, por aquello de los amores satisfechos o
plenos
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