Un espectáculo inolvidable. |
El teatrero Luis Bernal insiste
en producir, dirigir, actuar, promover y hacer temporadas con su estremecedor espectáculo
La razón blindada, el cual presenta actualmente en la Sala La Viga del Centro
Cultural Chacao.
Este Bernal, nacido
en el tachirense San Cristóbal y quien desde aquel año 1972 está sin reposar
por los avatares de su existencia, ha buscado ser útil a la patria y su familia
por intermedio del esmerado cultivo de las artes escénicas. En el Taller
Nacional de Teatro (fundado por Carlos Giménez en el mejor momento de su
huracanada existencia aquí en Caracas) se hizo teatrero hace más de 20 años y
ahora, al frente de su agrupación productora “Con los pies en las tablas”, repone
ese poético texto del teatrero argentino Arístides Vargas (Córdoba, 1954) sobre
sendos quijotescos personajes.
Esta es la segunda vez
que vemos este montaje, después de haberlo ponderado el año pasado en el Teatro
San Martín, de Artigas. Y ahora prosigue con el mismo valioso equipo humano que
ha logrado armar, como lo es el primer actor Salomón Adames, con la asistencia de Demis Gutiérrez y el soporte
escenográfico creador por Armando Zullo: dos monstruosas sillas que se
convierten en celdas y muros para impedirles soñar.
Calificada como un poema dramático para exaltar el
poder liberador de la imaginación y como forma de resistencia a la represión, La razón blindada está basada en la vida real de “Chicho”, hermano de
Vargas, otra víctima de la dictadura argentina, y toma ideas y conceptos
de El Quijote de
Miguel de Cervantes y La verdadera
historia de Sancho Panza de Franz Kafka.
Se ha elaborado una
especie de libreto o guión sobre la supervivencia de dos presos políticos, de
esos que a mala hora pululan en este balcanizado continente: De la Mancha y
Panza, quienes se encuentran a las tres de la tarde de cada domingo, el único
día que se pueden ver en el patio de la cárcel, para tratar de
representar una historia que les permita “liberarse” a través de la imaginación
del encierro al cual fueron sometidos. Ambos sobreviven en el inframundo que
representa la prisión a la cual fueron condenados injustamente. Ellos se
entregan a un ritual con sus personajes entregados al frenesí de la locura real
o imaginaria donde la ficción y la realidad deben cohabitar para que la vida
sea posible. Ya que la creación de un mundo paralelo al infierno diario hace
posible la salvación, ha dicho el mismo Bernal, quien encarna a Sancho Panza.
Ya Arthur Miller recordó,
en una ocasión menos dramática que la plasmada en la escena actual, que el
teatro es el único lugar que tiene el hombre para vivir y soñar en libertad,
aunque en La razón blindada todo es más patético y hasta lacerante. Los “dos
privados de libertad” física se salvan porque sueñan con el amor, hacen teatro
y esperan que llegue la justicia. No puede haber amor sino hay justicia, dijo el
poeta Juan Liscano años ha, quien, precisamente, predicó “que los poetas tenemos que
seguir envenenando las cosas reales del mundo para que no las olviden los
hombres del poder, quienes andan siempre entre sus cifras, sus monedas, sus
novedades o sus máquinas”.
En La razón blindada se sufre con estos
seres humanos sometidos a un castigo brutal e injusto, donde se desprende el
terror que nos imponemos con las desgracias a las que nos sometemos y la
grandeza que nos pueden dejar los momentos más degradantes de nuestra
existencia.
Cabe destacar que estos
dos antihéroes de Arístides Vargas sobrellevan humillaciones y derrotas, pero se
empecinan en retener el espíritu lúdico, el afán de aventuras. Van de la
llanura manchega a la Patagonia, cruzan montes y ríos para arribar al páramo
andino… pasan el “túnel intangible” y con la frágil pero imbatible fuerza de
aquellos presos políticos, exiliados, rebeldes- que conservan la ternura, la
risa, y la pasión por jugar y crear- historias para alcanzar la libertad
profunda; esa utopía que todos parecemos perseguir alguna vez.
Es, sin lograr
dudas, un espectáculo agotador, que atrapa al público y prácticamente lo hace
parte de sus lacerantes vivencias, lo cual se logra por la veracidad de sus actuaciones
y por la intensidad y la dinámica de la puesta en escena.
De La Mancha, personaje
creado por el primer actor Salomón Adames, es aquel caballero sediento de
aventuras y desbordante pasión por su Dulcinea, loco-lúcido, manchego,
patagónico o tropical, que por encima de su origen geográfico, es el paradigma
del idealista. Un Quijote que confunde cárceles con paraísos y desiertos, y que
se exilia en la sinrazón, en ese extraño desorden que no hace mal a nadie pero
que ayuda profundamente a vivir. Mientras que Panza,encarnado sobriamente por
el actor y director Luis Bernal, representa a la perfección la dualidad entre
el personaje literario y el creador de historias coexistentes en él. Dos
personajes muy expresivos y convincentes capaces de hacer reír, llorar, sufrir
por ellos y con ellos hasta el final de la obra.
Esta puesta en
escena de Bernal se caracteriza por su depurada sencillez y por la autenticidad
de las actuaciones y la escenografía –un par de sillas que se convierten en
rejas y en otros marcos básicos para apuntalar las acciones actorales- es una
especie de tercer personaje, metálico en su esencia pero hermosamente útil y
hasta “frágil”. Un gran aporte de Zullo.
Con un tono,
lúdico, algunas veces trágico y otras veces humorístico, La razón blindada mantiene cautivada
la atención del espectador de principio a fin, en sus intensos 80 minutos de
representación.
Y tenemos que reconocer,
parafraseando al inolvidable Carlos Giménez, que Bernal es un auténtico comunicador
moderno, insertado y profundamente comprometido con los tiempos que vivimos en
esta América, y es, ante todo, un promotor del futuro. Él podía dedicarse a
cualquier otra actividad teatral con piezas “más digestivas” y le iría “comercialmente”
muy bien, pero lo suyo es el teatro comprometido, de honestos contenidos, más
nada. ¡Un acto existencial muy respetable en estos tiempos!
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