Nohely y Rafael en comprometida comedia romántica. |
Para los teatreros
argentinos como Juan Carlos Gené y Mario Diament no hay teatro comercial (por
aquello de cobrar taquilla y estar encapsulado en supuestas situaciones
banales). Lo que sí hay es teatro bien hecho o mal hecho, teatro vacuo o teatro
con contenidos y predicas. Recordamos esto porque una pieza del mejor teatro comercial
se exhibe, con éxito, en el santo sanctorum, del teatro
caraqueño: Trasnocho Cultural, al cual calificamos nosotros como el Ateneo de
Caracas del siglo XXI.
A Mario Diament se le conoce en Caracas
gracias el éxito de taquilla y público que generaron los espectáculos Cita a ciegas (2007), Un informe sobre la banalidad del amor (2011)
y Franz y Albert (2016), basados en
sus obras homónimas, dirigidas por Daniel Uribe y Luigi Sciamanna,
respectivamente. Ahora, este destacado intelectual y periodista (Buenos Aires,
17
de abril de 1942), está de nuevo en la cartelera del teatro Trasnocho Cultural gracias a su
pieza Pequeñas infidelidades, resuelta
convincentemente por los intérpretes Nohely Arteaga y Rafael Romero, y puesta en escena,
perfectamente, por Luigi Sciamanna. Plausible espectáculo, cuya duración no
supera los 90 minutos, el cual deberá asombrar al público caraqueño, integrado
principalmente por mujeres, porque ahí subraya como las deudas que dejan los
amores mal clausurados o cerrados, se
suelen pagar con la propia sangre, o desencadenar con un lio judicial metafóricamente
hablando.
Pero antes de echar el cuento sobre Pequeña infidelidades, “que tiene que ver con otro costado mío muy importante, como son la
pasión y el amor”, según palabras del propio Diament, debemos subrayar que sí es un triunfador en su arte
dramatúrgico –sus textos se representan en Europa y en América- aunque no le
gusta reconocerlo, pero aquí contamos un poco de esa faceta que ha consumido su
vida entera y dado bienes en su tránsito existencial, aristotélicamente
hablando.
PERIODISTA Y TEATRERO
El invitado, Guayaquil: una historia de amor, Escenas de un secuestro, Esquirlas,
El libro de Ruth, Tango perdido, Equinoccio, Interviú, Por amor a Lou, Moscú y
Tierra de fuego, son algunos de los textos más
representados de Diament, a quienes hemos tratado personalmente durante un
par de visitas que hizo a Caracas.
Estrenó hacia 1971 su primera pieza Crónica de un secuestro, en Buenos Aires, y desde entonces encontró el modo de desarrollar una
carrera dramatúrgica en paralelo con su tarea periodística, hasta que se dedicó
de lleno a la docencia, pues lleva más de 10 años en Miami, en la Universidad
Internacional de La Florida, y además está vinculado al New Theatre, la
compañía que suele estrenar sus textos (escritos en español y luego traducidos
al inglés).
Diament escribe y difunde continuamente sus obras que, en muchas
oportunidades, recalan en los sitios más diversos. Sus textos los montan
talleres de teatro, conjuntos filodramáticos, elencos profesionales y hasta un
grupo de indígenas en la Puna de Atacama, las han representado, ha puntualizado
el escritor con cierto asombro.
Ante la polémica de lo comercial y lo artístico en el teatro, él afirma
que esa división de comercial y artístico no
pertenece al teatro. No se plantea hacer teatro comercial o artístico. Lo que se
propone “es hacer teatro y punto; después trato de colocarlo en algún lado,
pensando en que tiene que tener algunas premisas que ayuden a quien invierte
dinero en el montaje y que pueda ser disfrutado por cualquier espectador. El
mal teatro puede ser un buen negocio comercial. El buen teatro naturalmente si
se hace bien anda bien. Escribo a partir de situaciones que me
parecen interesantes. Y mis obras terminan siendo una exploración de este
potencial. Desde el comienzo tengo solamente algunas ideas, nunca más que eso”.
Ha declarado que le interesa pensar más en las ideas de la casualidad y
el destino. ”Me interesan ambas cosas, porque estos hechos podrían ocurrir en
dimensiones diferentes. En muchos de sus cuentos Borges muestra, a partir de su
agnosticismo, su fascinación por los mundos paralelos mucho antes de que la
mecánica cuántica se difundiera tanto. Pensar en la existencia de otras
dimensiones modifica nuestra noción de tiempo y espacio. Leo mucho sobre estas
cuestiones por la necesidad de comprender el mundo en el que vivo. Estos
planteos –si bien algunos los entiendo mejor que otros–, a veces, me hacen
cuestionar la naturaleza de la existencia. Otras, afortunadamente, se
convierten en obras de teatro. Porque la noción de vivir en un mundo que no se
entiende es muy angustiante”.
Admite que no le fue difícil dejar su Argentina para radicarse en Miami.
“No, porque ya había vivido muchos años afuera: siete en Nueva York y otros
siete en Israel, como corresponsal en Medio Oriente. A comienzos de los ’90,
cuando llegué, viví la transición del Miami geriátrico a la ciudad de las
supermodelos, el veloz rediseño de lo que ahora es la Riviera de Estados
Unidos. Fue un proyecto deliberado que comenzó con la revalorización de los
edificios art déco y que más tarde trajo como consecuencia una mayor actividad
artística, teatral, cinematográfica y literaria”.
¿Se puede vivir de los
derechos de autor?
No. Pero uno puede morir orgullosamente.
No. Pero uno puede morir orgullosamente.
LA CUARTA OBRA
Con Pequeñas infidelidades, la cuarta pieza que montan a Diament en
Caracas y la segunda que le produce Douglas Palumbo, vemos, deliciosamente,
como Rafael Romero y Nohely Arteaga asumen los conflictivos personajes de un macho y una hembra viviendo
con preocupación no asumida sus cuartas
décadas existenciales. Ellos, como Alejandro y Emma, se encuentran en un
apartamento que está siendo redecorado y estalla ahí un diálogo nostálgico
porque ambos se amaron a lo largo de siete años, pero se separaron, a pesar del
tradicional divorcio, y no de buena manera, hace ya 20 años. A las no fingidas sorpresas siguen las preguntas,
y lo que comienza como una inocente conversación, se transforma gradualmente en
una inquietante indagación de su fracasada relación, donde la sospecha de la
infidelidad estuvo siempre presente. El texto es una entretenida noveleta de
suspenso y genera seguramente conmoción, sonrisas y complicidad, hasta que
terminan amándose desesperadamente y llega al final inesperado, el cual promete
ser discutido, inevitablemente, entre la audiencia. Las actuaciones son más que
satisfactorias y la dirección también es convincente. Tanto que el tiempo
escénico pasa sin afectar al impaciente espectador, que es atrapado de
principio a fin.
Sobre esa pieza se
ha dicho que es una enseñanza cruel
porque hay que arrepentirse de lo que se hace y no por lo no hecho.
Queda, cual moraleja, que no se puede tratar de relanzar lo que no fue
transparente y estaba basado en mentiras o en desesperada necesidad, nunca
confesada, para “no estar solos”. ¡Emma se venga, porque después de ese
reencuentro y los excesos ocurridos y además saciados, llama a la policía para
denunciar que su ex marido la ha violado!
¿Qué puede
ocurrir?, Mario Diament no lo escribió, pero el público sí sacará conclusiones
y algunas decisiones se adoptaran para esa noche y las posteriores, porque
donde hubo fuego… cenizas incendiarias quedan, siempre. ¡Y nadie está exento!
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