jueves, mayo 11, 2006

Luis Freud


Ese actor admitió que después de largos 20 años de complejos trajines escénicos -teatro, cine y televisión- nadie sabe su nombre o nadie quiere aprenderlo. Muy en serio y muy en broma, lamentó tan anómala situación, porque si la gente no conoce su nombre nadie podrá decir lo bueno o lo malo que él es en su trabajo o en su conducta social. Muy en serio y muy broma, admitió que el único nominativo por el cual se le conoce públicamente es por ser “El marido de Mimí Lazo”. Eso tampoco lo molesta ni lo despeluca, porque es verdad y porque, precisamente, ella es su esposa legítima, con quien está criando a un niño, es nada más y nada menos que la productora de su nuevo espectáculo No eres tú ¡soy yo! Se trata de un delicioso, además de revelador stand up, nada corriente espectáculo, escrito a partir del libro Sexo sentido y con la colaboración de la dramaturga y libretista para la televisión Mónica Montañés, la autora del monólogo El aplauso va por dentro que lleva diez años en escena, gracias a la primera actriz Mimí Lazo, la mujer de Luis Fernández. O sea que es un conglomerado que trabaja, disfruta y gana dinero, como debe ser.
Hay que aclarar que Sexo sentido es el rótulo de un programa radial donde Luis Fernández, o “El marido de Mimí Lazo”, muy serio y muy en broma, entrevista a mujeres amigas o anónimas que admiten hablar de sus intimidades eróticas o sexuales, teniendo en cuenta las limitaciones legales que existen para ese tipo de revelaciones ante un medio de radiodifusión , además de otros “controles sociales” que obstaculizan la propalación de algunos ángulos de la vida sexual de los seres humanos, vida que además todos los oyentes conocen y disfrutan.
"El marido de Mimí Lazo” hizo una selección de las entrevistas radiales de Sexo sentido, no menos de 500, y ahora las ha compilado en un libro, impreso por la editorial Criteria, el cual le ha permitido inventarse un guión teatral que ha memorizado y actuado mejor que nunca para su No eres tú ¡soy yo! En resumen: puso en escena unas cuantas situaciones de relatos conocidos, los parodia, los glosa, los somete a la prueba de fuego de la risa del público y así consigue atraparlo magistralmente. La audiencia desinhibida ante el anonimato que da la oscuridad de la sala teatral, termina mofándose del otro, del que es narrado o representado. Hace catarsis sin tener consciencia de ella, porque en el fondo se trata de un conglomerado que tiene múltiples frustraciones sexuales o insatisfacciones eróticas, sin contar los problemas provenientes de las fisiologías anómalas o ya envejecidas. ¡Todo tiene su principio, apogeo y caída!
En fin, lo que el autor de Sexo sentido hace es una especie de gran psicoanálisis. Es un profesional que pregunta y repregunta, y además agrega sus cosas, mientras el paciente, el público, ríe o aplaude, porque la historia de sus vidas son explicadas o mostradas por el actor, que en este caso ya no es Luis Fernández sino Luis Freud. Un señor de 37 0 38 años que ha descubierto, sin proponérselo, el gran filón de los facilitadores de autoayudas sexuales, ese que añade la sal, la pimienta a una relación sentimental que se cae porque el caballero no arranca ni con tres “pastillas azules”, mientras que la jovenzuela, de 18 años, tiene que tomar prozac para suavizar sus apetitos.
Lo del adjetivo Freud para “El marido de Mimí” es casi un homenaje al gran Sigismundo Scholomo Freud (Freibwerg, 1856-Londres, 1939), quien en su tiempo ayudó a mujeres y hombres con problemas de histeria y neurosis, al tiempo que impulsó la terapia del habla, la charla o la conversación con ayuda al paciente. A ese genio judío la humanidad le debe un poco de calma esperanzadora ante el sexo y sus consecuencias lúdicas.Estamos seguros de que Luis Freud podrá ahora hacer también el mismo espectáculo pero no en clave heterosexual sino en clave gay, cambiándole sexo y comportamientos a los personajes de los cuentos que materializa. De esa manera la sociedad caraqueña quedará completa y podrá disfrutar de esos cuentos eróticos, que eso es lo que son, que a buena hora han subido a la escena para ayudar a drenar las sufrimientos de los pacientes habitantes de esta urbe, ahora amenazada no sólo por el fantasma de la burundanga sino por otras cosas que por ahí se gestan, tales como videograbadoras secretas que han captado a insospechadas parejas en actos que no salen precisamente en las páginas sociales. ¡Bienvenido sea ese facilitador Freud, criollo en este caso!

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