El Teatro Universitario de la Universidad Central de Venezuela, con sus dignos 60 años de labores continuas, ha sido, hasta ahora, útil para el desarrollo de las artes escénicas criollas. Por ahí han pasado directores y dramaturgos que dejaron las marcas de sus estéticas que sí lograron romper los muros de “la casa que vence las sombras”. Desde Luis Peraza, Nicolás Curiel, Herman Lejter, Luis Márquez Páez o el saliente (¿?) Luigi Sciamanna en estos inciertos principios del siglo XXI, todos dejaron sus huellas y aportaron las ricas páginas de sus historias para la historiografía teatral. Desechar o tratar de ridiculizar los aportes del TU para el desarrollo de una estética teatral vernácula y además contribuir al acrecentamiento del público, sería un acto sólo posible por algún sector de “ignorantes con títulos académicos”, de esos que abundan ahora en algunas jefaturas universitarias, de esos que el germano comunista Bertold Brecht ridiculizó con sus piezas y hasta con sus textos.
Luigi Sciamanna escogió el metafórico texto Pinocho, las aventuras de un muñeco, de Carlos Collodi (1826-1890) y se atrevió a versionarlo y ponerlo en escena con un elenco de estudiantes ucevistas. Quería con este espectáculo iniciar así su retiro de la dirección del Teatro Universitario, pero antes iba a montar otro espectáculo con el apoyo de la nación francesa sobre la amplia temática de los derechos humanos. No sabemos qué pasará con ese atractivo proyecto, ahora que este artista ha renunciado para demostrar así su desacuerdo ante irracionales prácticas de insano autoritarismo, neofascistas actos increíbles en un claustro universitario. Ya veremos qué pasará con la institución cultural en los nuevos tiempos que se le vienen encima, precisamente ahora que han descubierto, un tanto tardíamente, que “el crimen no paga”, como tampoco la corrupción da beneficios.
Sciamanna tomó el texto de Collodi y lo cambió radicalmente, pero dejó la esencia de la anécdota: un artista hace un muñeco de madera para acompañarse, pero, mágicamente toma vida e inicia su periplo existencial cual si fuese el Peer Gynt de Henri Ibsen. La versión 2006 de ese clásico moderno de la literatura italiana no tiene nada que ver con lo que antes ha sido llevado al cine ni con lo que han utilizado para eventos destinados a la infancia. Es un versión política y muy apropiada para estos tiempos. ¿Será eso lo que molestó a los pequeños censores y violentadores de los derechos humanos?
Este Pinocho Sciamanna, que es como debería denominarse el espectáculo, nos satisfizo plenamente y especialmente por la versión. Ahí se muestra a un “niño de madera” sorteando todas las trampas posibles que le tiende una sociedad corrupta, esa que no respeta a la infancia y abusa de ella en todas las formas. Pero donde más se muestra la inteligencia y el compromiso político de Sciamanna es en su crítica demoledora contra el fascismo, el padre de todas las tiranías contemporáneas y su trágico rol como inspirador de guerras y persecuciones contra todas las minorías. Y no podía faltar las alusiones a las drogas ni el sexo, trampas que también asaltan al inteligente pero imprudente muñeco de madera (bien encarnado por Mauricio Gómez, estudiante de la Escuela de Artes de la UCV). El epílogo muestra al Pinocho convirtiéndose en ser humano y por lo tanto permite ver el streptease más oportuno del mundo, ya que los seres humanos nacen desnudos, a pesar de que algunos quisieran que vinieran con calzoncillos o pantaletas. ¿Este justificado desnudo final habrá asustado a unas personas en especial o los envió al médico plástico de inmediato?.
Nos gustó también, por supuesto, la puesta en escena lograda por Sciamanna. Insiste en hacer un teatro sin escenografitas y con el mínimo de utilería, crear atmósferas, componer situaciones, utilizar momentos lúdicos y hacer juegos escénicos, y, como es lógico, dirigir a sus actores en claves farsescas, aunque éstos sean modestos aficionados que lo que consiguen es ser ellos mismos. En esta ocasión contó con el apoyo del primer actor Gonzalo J. Camacho, quien encarnó al padre de Pinocho, el artista aquel que talla un muñeco y que ve asombrado cómo el muchachito se comporta como un ser humano, vive su proceso y se hace hombre, porque se trata de una hermosa metáfora sobre la vida de los seres humanos .Se marcha Luigi Sciamanna, tras renunciar, pero atrás deja la semilla de su Pinocho 2006 y denuncia la envidia que su trabajo despertó.
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