Sólo Jehová o las autoridades podrán impedir el estreno del espectáculo 33 Variaciones del judío venezolano Moisés Kaufman (44 años), en la sala Kreeger del monumental Arena Stage en Washington D.C., el próximo viernes 24 de agosto. Ahí permanecerá en temporada hasta el 30 de septiembre, con la participación de los actores Mary Beth Peil, Don Amendolia, Greg Séller, Susan Kellermann, Graene Malcolm, Laura Odeh y Eric Steele, y la pianista Diane Walsh.
Este 33 Variaciones (o 33 Variations, en inglés) es uno de los montajes más ambiciosos de Kaufman y se trata de una de una producción lograda entre su agrupación Tectonic Theater Project y la poderosa organización Arena Stage. Ahí examina una etapa muy difícil en la vida de Ludwig van Beethoven (1770-1827), cuando este, casi sordo y totalmente desinteresado al principio, se obsesionó por razones no muy claras y aceptó componer una variación sobre un mediocre vals del editor y compositor Anton Diabelli en 1819, pero al final entregó 33 variaciones, hacia 1824, las cuales se convirtieron en la más importante de sus partituras para piano y hoy se conocen como Variaciones Diabelli.
DRAMA DE CREADORES
Hay que recordar que Kaufman, después de graduarse como Administrador de Empresas en la Universidad Metropolitana de Caracas, en 1987, se fue a estudiar teatro en la Universidad de Nueva York y al promediar el año 1997 era considerado como “uno de los 10 personajes que había logrado transformar el ámbito cultural de Estados Unidos” por los críticos del periódico The New York Times.
Durante esas dos primeras décadas en el Norte ha creado, entre otros, tres espectáculos que lo colocaron en la orbita de la nueva estética estadounidense. Saltó a la fama fundamentalmente por sus montajes sobre el poeta irlandés Oscar Wilde, el adolescente estadounidense Matheus Shepard y el travestido alemán Charlotte von Mahlsdorf, brutalmente perseguidos por las sociedades homofóbicas donde vivieron. Gracias a Gross Indencency: The Tree Trials of Oscar Wilde (1995), The Laramie Project (2001) y I Am May Own Wife (2002) obtuvo premios, nominaciones, prestigio y unos cuantos dólares, con los cuales forjó un “pasaporte” que le abrió ahora las puertas de las instituciones privadas y públicas interesadas en financiar sus proyectos artísticos, como este centrado en una etapa de la inevitable decadencia física del legendario Ludwig van Beethoven.
Ahora Kaufman incursiona en el complejo mundo de la música del siglo XIX porque hace más de cuatro años escuchó en Nueva York una grabación de Variaciones Diabelli y tuvo la corazonada de investigar lo que pasó con Beethoven y los valores intrínsecos de esas partituras. Fue entonces cuando se asesoró con William Kinderman y Katherine Syer, musicólogos de la Universidad de Illinois y especialistas en toda la obra del “gran sordo”, como también se conoce a ese extraordinario músico.
LA OBRA
Kinderman y Syer reconocieron que Kaufman los agobiaba con sus preguntas e inteligentes observaciones sobre el compositor y su música, puntualizando las dificultades que tiene el teatro para mostrar las peculiares del proceso creativo de un músico y en especial uno de la talla de Beethoven, quien sí vivió en medio de difíciles circunstancias sociales y económicas hasta el final de sus días.
Con ellos, Kaufman sació su sed de conocimientos sobre las razones que pudo haber tenido el gran músico para estudiar y versionar tantas veces una melodía tan trivial como la que había compuesto Diabelli, tras un intenso trabajo que le consumió varios años de su vida. Todo eso lo llevó en un borrador al taller de dramaturgia del Festival Sundance, en Utah, convencido de que debía escribir un definitivo texto teatral no para reproducir una simple anécdota histórica sino para atrapar esa compleja etapa de la vida de Beethoven, no tan estudiada exhaustivamente, y proponerla como ejemplo para todos aquellos creadores que pretendan claudicar ante obstáculos externos e internos.
También Kaufman en su borrador inicial creó un personaje contemporáneo, la musicóloga Katherine Brandt que viaja, pese a las objeciones de su hija Clara, a conocer e investigar en los archivos de Beethoven en Bonn, Alemania, en pos de una serie de aspectos inéditos sobre ese artista, como fue su resistencia, su capacidad de trabajo y especialmente su caudal de creación.
La obra que ahora se dispone a mostrar se desarrolla alternamente entre la Viena del siglo XIX y una ciudad actual de Estados Unidos, en un espacio donde están presentes una serie de estanterías con manuscritos musicales y unos cuantos paneles sobre las respectivas composiciones de Beethoven que complementan el espectáculo visual, para lo cual las tareas asumidas por los técnicos en escenografia y en proyecciones Dereck Mclene y Jeffrey Sugg, respectivamente, son fundamentales; lo mismo que los trabajos adelantados para el vestuario, la iluminación, las pelucas, donde participaron Janice Pytel, David Lander, y Chuck LaPoint, entre otros.
Este 33 Variaciones (o 33 Variations, en inglés) es uno de los montajes más ambiciosos de Kaufman y se trata de una de una producción lograda entre su agrupación Tectonic Theater Project y la poderosa organización Arena Stage. Ahí examina una etapa muy difícil en la vida de Ludwig van Beethoven (1770-1827), cuando este, casi sordo y totalmente desinteresado al principio, se obsesionó por razones no muy claras y aceptó componer una variación sobre un mediocre vals del editor y compositor Anton Diabelli en 1819, pero al final entregó 33 variaciones, hacia 1824, las cuales se convirtieron en la más importante de sus partituras para piano y hoy se conocen como Variaciones Diabelli.
DRAMA DE CREADORES
Hay que recordar que Kaufman, después de graduarse como Administrador de Empresas en la Universidad Metropolitana de Caracas, en 1987, se fue a estudiar teatro en la Universidad de Nueva York y al promediar el año 1997 era considerado como “uno de los 10 personajes que había logrado transformar el ámbito cultural de Estados Unidos” por los críticos del periódico The New York Times.
Durante esas dos primeras décadas en el Norte ha creado, entre otros, tres espectáculos que lo colocaron en la orbita de la nueva estética estadounidense. Saltó a la fama fundamentalmente por sus montajes sobre el poeta irlandés Oscar Wilde, el adolescente estadounidense Matheus Shepard y el travestido alemán Charlotte von Mahlsdorf, brutalmente perseguidos por las sociedades homofóbicas donde vivieron. Gracias a Gross Indencency: The Tree Trials of Oscar Wilde (1995), The Laramie Project (2001) y I Am May Own Wife (2002) obtuvo premios, nominaciones, prestigio y unos cuantos dólares, con los cuales forjó un “pasaporte” que le abrió ahora las puertas de las instituciones privadas y públicas interesadas en financiar sus proyectos artísticos, como este centrado en una etapa de la inevitable decadencia física del legendario Ludwig van Beethoven.
Ahora Kaufman incursiona en el complejo mundo de la música del siglo XIX porque hace más de cuatro años escuchó en Nueva York una grabación de Variaciones Diabelli y tuvo la corazonada de investigar lo que pasó con Beethoven y los valores intrínsecos de esas partituras. Fue entonces cuando se asesoró con William Kinderman y Katherine Syer, musicólogos de la Universidad de Illinois y especialistas en toda la obra del “gran sordo”, como también se conoce a ese extraordinario músico.
LA OBRA
Kinderman y Syer reconocieron que Kaufman los agobiaba con sus preguntas e inteligentes observaciones sobre el compositor y su música, puntualizando las dificultades que tiene el teatro para mostrar las peculiares del proceso creativo de un músico y en especial uno de la talla de Beethoven, quien sí vivió en medio de difíciles circunstancias sociales y económicas hasta el final de sus días.
Con ellos, Kaufman sació su sed de conocimientos sobre las razones que pudo haber tenido el gran músico para estudiar y versionar tantas veces una melodía tan trivial como la que había compuesto Diabelli, tras un intenso trabajo que le consumió varios años de su vida. Todo eso lo llevó en un borrador al taller de dramaturgia del Festival Sundance, en Utah, convencido de que debía escribir un definitivo texto teatral no para reproducir una simple anécdota histórica sino para atrapar esa compleja etapa de la vida de Beethoven, no tan estudiada exhaustivamente, y proponerla como ejemplo para todos aquellos creadores que pretendan claudicar ante obstáculos externos e internos.
También Kaufman en su borrador inicial creó un personaje contemporáneo, la musicóloga Katherine Brandt que viaja, pese a las objeciones de su hija Clara, a conocer e investigar en los archivos de Beethoven en Bonn, Alemania, en pos de una serie de aspectos inéditos sobre ese artista, como fue su resistencia, su capacidad de trabajo y especialmente su caudal de creación.
La obra que ahora se dispone a mostrar se desarrolla alternamente entre la Viena del siglo XIX y una ciudad actual de Estados Unidos, en un espacio donde están presentes una serie de estanterías con manuscritos musicales y unos cuantos paneles sobre las respectivas composiciones de Beethoven que complementan el espectáculo visual, para lo cual las tareas asumidas por los técnicos en escenografia y en proyecciones Dereck Mclene y Jeffrey Sugg, respectivamente, son fundamentales; lo mismo que los trabajos adelantados para el vestuario, la iluminación, las pelucas, donde participaron Janice Pytel, David Lander, y Chuck LaPoint, entre otros.
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