María Polonia desde el lejano Boconó lo mantuvo vivo y estudiando en el caraqueño Instituto Pedagógico Nacional con la venta de dulces. Enviaba 300 bolívares mensuales para los gastos básicos de su hijo Oscar Sambrano Urdaneta, nacido el 6 de febrero de 1929, hasta que este, a instancias del profesor Pedro Grases, aceptó ser oficial de la Comisión Editora de las Obras Completas de Andrés Bello, presidida por Rafael Caldera, cargo por el cual iba a cobrar 280 bolívares quincenales, un dineral para un muchacho de 20 años. ”Con ser entonces muy significativa aquella remuneración, y tan oportuna para mi sostenimiento en las pensiones donde solíamos vivir los estudiantes venidos de provincia, lo que más entusiasmo me proporcionó fue trabajar bajo la dirección y el magisterio personal de don Pedro”
Así, aquel veinteañero ingresó a la quinta Villafranca del Panedés, en la avenida Mohedano de La Castellana, residencia de Grases y su familia, ”lugar remoto y apacible hace más de medio siglo, metamorfesado en arteria palpitante de la urgencia capitalina”, donde tuvo su sede por años la Comisión Editora, como lo reconoció él, ahora presidente de la Academia Venezuela de la Lengua.
Ahí se sumergió en la historia y la obra del Primer Humanista de América, de las cuales nunca más salió y ahora se ha convertido en uno de los venezolanos bellistas más reputados y con una copiosa producción sobre el más importante de los héroes civiles de Venezuela: Andrés Bello (Caracas, 29 de noviembre de 1781-Santiago de Chile, 15 de octubre de 1865).
ÉL no sabía de Bello nada, hasta que comenzó a trabajar en la casa de su profesor. Y confiesa que le resultaba fastidiosisima su gramática y hasta ilegible su Silva a la agricultura de la zona tórrida. “De pronto empiezo a deslumbrarme al conocer todo lo que ese hombre escribió y ese amor que había tenido hacia su patria, a pesar de los pocos años que vivió en su país, por razones ajenas a su voluntad. Desde entonces todo cambió. Tuve el privilegio de que mi maestro me asignara la tarea de descifrar los borradores de las Silvas Americanas y de lo que llegó ser el poema inacabado Poema América. Fue de verdad una tarea ímproba si se tiene encuenta que el propio Bello, en carta de 1864, escribía:’mi letra es enteramente inteligible aun para mismo después de algunos días de escrita’. Me interné durante muchos meses en aquella selva encantada, en una maraña espléndida de versos tachados y no tachados, los cuales yo debía hacer el esfuerzo por descifrar siguiendo el orden en que Bello los había escrito. No sé como pude lograrlo, pero lo cierto es que ahora constituyen uno de los tomos más novedosos de la edición caraqueña de las obras de Bello, titulado Borradores de Poesía, con un prologo excelente del crítico Pedro Pablo Barnola (SJ.)”.
Entre aquellos materiales poéticos, cuyos paisajes iba descubriendo a medida que se internaba en ellos, le deslumbraron los fragmentos relativos a Venezuela, porque era el testimonio irrecusable de que se había llevado a Venezuela impresa en el alma, y que “allí la mantuvo viva y fresca, punzante a veces como una espina, gozosa tambien cuando el recuerdo amable y la nostalgia poética sustituían una realidad sombría, durante su larga y definitiva ausencia de la tierra donde había nacido y vivido hasta los 28 años”.
Recuerda que fue Pedro Grases quien propuso, durante los años 40, a las autoridades del Instituto Pedagógico Nacional la creación de un Patronato Pro-Estudios de Andrés Bello, entidad que tendría por objeto organizar, analizar, estimular y difundir la actividad bellista en Venezuela, por intermedio de cursos, conferencias, ediciones, concursos, etcétera, con el fin de proyectar y actualizar las enseñanzas y el ejemplo del notable humanista caraqueño.
De ahí nació el proyecto para editar toda su obra completa, gracias a Grases, cuya contribución fue tan amplia y fehaciente que Uslar Pietri sentenció que no se puede abordar ningún tema de la cultura venezolana del siglo XIX sin encontrarse con la huella de don Pedro.
Valores
Así, aquel veinteañero ingresó a la quinta Villafranca del Panedés, en la avenida Mohedano de La Castellana, residencia de Grases y su familia, ”lugar remoto y apacible hace más de medio siglo, metamorfesado en arteria palpitante de la urgencia capitalina”, donde tuvo su sede por años la Comisión Editora, como lo reconoció él, ahora presidente de la Academia Venezuela de la Lengua.
Ahí se sumergió en la historia y la obra del Primer Humanista de América, de las cuales nunca más salió y ahora se ha convertido en uno de los venezolanos bellistas más reputados y con una copiosa producción sobre el más importante de los héroes civiles de Venezuela: Andrés Bello (Caracas, 29 de noviembre de 1781-Santiago de Chile, 15 de octubre de 1865).
ÉL no sabía de Bello nada, hasta que comenzó a trabajar en la casa de su profesor. Y confiesa que le resultaba fastidiosisima su gramática y hasta ilegible su Silva a la agricultura de la zona tórrida. “De pronto empiezo a deslumbrarme al conocer todo lo que ese hombre escribió y ese amor que había tenido hacia su patria, a pesar de los pocos años que vivió en su país, por razones ajenas a su voluntad. Desde entonces todo cambió. Tuve el privilegio de que mi maestro me asignara la tarea de descifrar los borradores de las Silvas Americanas y de lo que llegó ser el poema inacabado Poema América. Fue de verdad una tarea ímproba si se tiene encuenta que el propio Bello, en carta de 1864, escribía:’mi letra es enteramente inteligible aun para mismo después de algunos días de escrita’. Me interné durante muchos meses en aquella selva encantada, en una maraña espléndida de versos tachados y no tachados, los cuales yo debía hacer el esfuerzo por descifrar siguiendo el orden en que Bello los había escrito. No sé como pude lograrlo, pero lo cierto es que ahora constituyen uno de los tomos más novedosos de la edición caraqueña de las obras de Bello, titulado Borradores de Poesía, con un prologo excelente del crítico Pedro Pablo Barnola (SJ.)”.
Entre aquellos materiales poéticos, cuyos paisajes iba descubriendo a medida que se internaba en ellos, le deslumbraron los fragmentos relativos a Venezuela, porque era el testimonio irrecusable de que se había llevado a Venezuela impresa en el alma, y que “allí la mantuvo viva y fresca, punzante a veces como una espina, gozosa tambien cuando el recuerdo amable y la nostalgia poética sustituían una realidad sombría, durante su larga y definitiva ausencia de la tierra donde había nacido y vivido hasta los 28 años”.
Recuerda que fue Pedro Grases quien propuso, durante los años 40, a las autoridades del Instituto Pedagógico Nacional la creación de un Patronato Pro-Estudios de Andrés Bello, entidad que tendría por objeto organizar, analizar, estimular y difundir la actividad bellista en Venezuela, por intermedio de cursos, conferencias, ediciones, concursos, etcétera, con el fin de proyectar y actualizar las enseñanzas y el ejemplo del notable humanista caraqueño.
De ahí nació el proyecto para editar toda su obra completa, gracias a Grases, cuya contribución fue tan amplia y fehaciente que Uslar Pietri sentenció que no se puede abordar ningún tema de la cultura venezolana del siglo XIX sin encontrarse con la huella de don Pedro.
Valores
El paso de los años no ha desgastado el alma ni los sentimientos del luchador hijo de María Polonia, salvo que el actual veterano escritor y crítico –ahora vive en la quinta “Tierra Firme”, acompañado por su esposa Yolanda y las voces de sus dos hijas y nietos- se operó recientemente los ojos por unas cataratas que no le permitían disfrutar plenamente de los libros, a los cuales dedicó toda su vida, aunque ahora se mueve en los mágicos meandros de la televisión. Conduce el programa Valores, desde el 10 de julio de 2006, que transmite ValeTV en estreno dominical a las siete de la noche y lo retransmite de lunes a viernes, donde el tema no puede ser otro que la cultura venezolana en todas sus dimensiones. ”Le puse Valores en memoria de Arturo Uslar Pietri, quien dio cátedra de televisión cultural con su espacio Valores Humanos. Es posible que hagamos una edición con los 50 primeros programas, como me lo han sugerido unos amigos”.
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