En 1944, Jean Paul Sartre predicó que el infierno eran los demás y dejó como testimonio su pieza A puerta cerrada o Huis Clos. Ahí, tres personas condenadas para siempre al infierno tienen como único castigo permanecer juntas y estar a perpetuidad bajo la mirada del otro o de los otros. No hay intimidad posible. Eso se agrava porque serán egoístas y manipuladoras, y mantendrán sus vicios, deseos y remordimientos sin oportunidad de cambio.
La metáfora que propone este filósofo ateo no es otra que advertirnos, didácticamente, sobre lo complicada que puede ser la existencia si se vive en función de los ojos de los demás y sin intentar al menos cambiar en pos de lo mejor o lo más conveniente, o si se pretende vivir a partir de la imitación de los otros.
Recordamos eso porque actores y teatreros en general trabajan con el cerebro y se agotan después de cierto tiempo, además del desgaste que genera el contexto donde se desenvuelven, los chismes y las verdes envidias que pululan, sin obviar aquellas aristas o malacrianzas que todos, sin excepción, tienen y cultivan. Y es por eso que la farándula, o sea el mundo de los cómicos, es un infierno al mejor estilo sartreano.También hay otros mundillos infernales, pero de eso no escribimos ahora.
Y es precisamente para escapar a todo ese infiernito caraqueño que Mimí Lazo y su esposo Luis Fernández se marcharon, silenciosamente, a Nueva York para descansar y disminuir el perenne estrés que les provoca su excelente trabajo interpretativo en teatro, televisión y cine, algo que nadie les puede negar. Aunque hay quienes los vituperan o pretenden ignorarlos, precisamente desechándolos o difamándolos por simple envidia, que es otra de las lacras infernales.
Pero no más Mimí Lazo y Luis Fernández pisaron Manhattan y ya estaban regresando al trabajo: ella al minúsculo escenario de Repertorio Español, en el número 130 Este de la calle 23, y él al plato de una academia que imparte cursos de dirección cinematografía, porque tiene la urgente necesidad de rodar un cortometraje a partir de uno de sus libros sobre sexo.
Lazo se presenta durante este fin de semana, viernes y sábado, con su monólogo No seré feliz pero tengo marido, la versión que hizo el director Héctor Manrique a partir del libro de la periodista argentina Viviana Gómez Torpe; pero además, ya está ensayando -mañana, tarde y noche- la pieza Las quiero a las dos, una versión de la comedia Los japoneses no esperan, del argentino Ricardo Talesnik, donde hace pareja protagónica con el cubano Francisco Gattorno, bajo la égida de René Buch. Su estreno está pautado para el jueves 25 de octubre, por supuesto en Repertorio Español.
El unipersonal se centra en los avatares de una mujer que descubre que no ha sido feliz al cabo de 27 años de matrimonio, mientras que la otra obra, donde además trabaja la joven actriz Jennifer Díaz, es el drama de una casada que está punto de ser abandonada por su esposo para irse con otra fémina. Sendas comedias, con diferentes empaques, sobre la crisis de la institución o el anquilosamiento del contrato matrimonial, algo que genera conflictos para sus protagonistas y los hijos, además de otros desajustes sociales.
Lazo, que se considera joven, quiere seguir con lo que más le gusta de la vida, “que es la aventura, sentirme nueva, caminar por calles desconocidas, comer en restaurantes extraños, descubrir gente y sentirme renovada. Lo que más anhelo es tener una sala de teatro propia en Caracas o en cualquier ciudad del mundo”.
Lazo y Fernández, que ya tienen sus agendas existenciales programada hasta fin de año, esperan regresar durante el 2008 para reiniciar labores, aunque no descartan pasarse un tiempo más largo, teniendo encuenta las ofertas y las posibilidades que pululan en Estados Unidos para los buenos actores bilingües. Consideran que la vida lo cobra todo, “por lo que uno no tiene porque preocuparse por los enemigos ni por la gente que nos ha hecho daño, porque la misma vida pasa factura y es muy justa”.
Recordamos eso porque actores y teatreros en general trabajan con el cerebro y se agotan después de cierto tiempo, además del desgaste que genera el contexto donde se desenvuelven, los chismes y las verdes envidias que pululan, sin obviar aquellas aristas o malacrianzas que todos, sin excepción, tienen y cultivan. Y es por eso que la farándula, o sea el mundo de los cómicos, es un infierno al mejor estilo sartreano.También hay otros mundillos infernales, pero de eso no escribimos ahora.
Y es precisamente para escapar a todo ese infiernito caraqueño que Mimí Lazo y su esposo Luis Fernández se marcharon, silenciosamente, a Nueva York para descansar y disminuir el perenne estrés que les provoca su excelente trabajo interpretativo en teatro, televisión y cine, algo que nadie les puede negar. Aunque hay quienes los vituperan o pretenden ignorarlos, precisamente desechándolos o difamándolos por simple envidia, que es otra de las lacras infernales.
Pero no más Mimí Lazo y Luis Fernández pisaron Manhattan y ya estaban regresando al trabajo: ella al minúsculo escenario de Repertorio Español, en el número 130 Este de la calle 23, y él al plato de una academia que imparte cursos de dirección cinematografía, porque tiene la urgente necesidad de rodar un cortometraje a partir de uno de sus libros sobre sexo.
Lazo se presenta durante este fin de semana, viernes y sábado, con su monólogo No seré feliz pero tengo marido, la versión que hizo el director Héctor Manrique a partir del libro de la periodista argentina Viviana Gómez Torpe; pero además, ya está ensayando -mañana, tarde y noche- la pieza Las quiero a las dos, una versión de la comedia Los japoneses no esperan, del argentino Ricardo Talesnik, donde hace pareja protagónica con el cubano Francisco Gattorno, bajo la égida de René Buch. Su estreno está pautado para el jueves 25 de octubre, por supuesto en Repertorio Español.
El unipersonal se centra en los avatares de una mujer que descubre que no ha sido feliz al cabo de 27 años de matrimonio, mientras que la otra obra, donde además trabaja la joven actriz Jennifer Díaz, es el drama de una casada que está punto de ser abandonada por su esposo para irse con otra fémina. Sendas comedias, con diferentes empaques, sobre la crisis de la institución o el anquilosamiento del contrato matrimonial, algo que genera conflictos para sus protagonistas y los hijos, además de otros desajustes sociales.
Lazo, que se considera joven, quiere seguir con lo que más le gusta de la vida, “que es la aventura, sentirme nueva, caminar por calles desconocidas, comer en restaurantes extraños, descubrir gente y sentirme renovada. Lo que más anhelo es tener una sala de teatro propia en Caracas o en cualquier ciudad del mundo”.
Lazo y Fernández, que ya tienen sus agendas existenciales programada hasta fin de año, esperan regresar durante el 2008 para reiniciar labores, aunque no descartan pasarse un tiempo más largo, teniendo encuenta las ofertas y las posibilidades que pululan en Estados Unidos para los buenos actores bilingües. Consideran que la vida lo cobra todo, “por lo que uno no tiene porque preocuparse por los enemigos ni por la gente que nos ha hecho daño, porque la misma vida pasa factura y es muy justa”.
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