Se trata de una metáfora o un titulo caribe, ya que, por ahora, sigue viva esa institución teatral que Carlos Giménez y un grupo de latinoamericanos crearan aquel 28 de febrero de 1971, aunque muchos y muchas se han ido o ya no volverán jamás. De los fundadores que debutaron con el espectáculo poético musical Tu país está feliz, el único que permanece a bordo, con el timón del grupo desde el 28 de marzo de 1993, es el actor venezolano Francisco Alfaro (Madrid, 17 de octubre de 1950). Él es pararrayos de envidias ajenas y de falsas adhesiones, y, por si fuera poco, tiene que imaginar cómo cubrir la nómina mensual de las 15 personas que lo acompañan, entre actores y empleados, además de los gastos de mantenimiento del edificio-sede y los costos de los montajes. Para todo eso utiliza “el subsidio” o “el aporte a la producción”, que desde 1974 siempre ha honrado el Estado venezolano, además de otros ingresos verificables.
El 37 aniversario de la agrupación -ya pasó del primer centenar de montajes- lo festejó anunciando la programación 2008, dedicada íntegramente a una dramaturguia emergente nacional, esa que por ingratas razones no ha podido subir a la escena. Producirá cuatro piezas seleccionadas por intermedio de un concurso donde participaron 48 obras. La temporada, que se hará en la Sala Rajatabla, en ese histórico ángulo recto entre el Ateneo y el Teatro Teresa Carreño, comenzó con Los dioses del sur (Vicente Lira) y proseguirán Contacto (Carmen García Vilar), La jaula big show (Héctor Castro) y José Amindra (Roberto Azuaje) para cerrar este nada halagador año.
Los dioses del sur es una tragicomedia venezolana por los cuatro costados, donde se juega y se trafica con los cadáveres en un cementerio y donde vale más la trampa que la verdad, cuyos personajes son simples marionetas de un insólito juego burocrático que nadie denuncia y nadie reprime. La pieza tiene como escenario al Cementerio General del Sur, aquí en Caracas, lo que le permite el autor, utilizando claves de humor mundial, esas que pululan o aplican en la criolla Radio Rochela o en la serie gringa de La familia de los Monster, denunciar como ese histórico campo santo se ha convertido en una guarida de malhechores que trafican con los terrenos, las tumbas y hasta los propios difuntos, al tiempo que sirve de refugio a toda clase de malandros, drogadictos, y otros “bichos” que por ahí vagan.
Este argumento no es imaginación pura de Vicente Lira. Está basado en hechos reales que él conoció y además constató. Ha utilizado el escenario, con proverbial estilo y tomando prestado algunos mitos griegos y latinoamericanos, para denunciar eso que es público y notorio, pero con humor desopilante. ¡Es un dramaturgo que recién comienza y lo hace con madurez de estilo!
Esta precisa y artística producción de Rajatabla, o sea Los dioses del sur, por aquello de que hay dos Moiras o fantasmas de las tumbas, no es otra cosa que una entretenida comedia de enredos, la cual oscila entre la tragicomedia tradicional y el show televisivo, donde lo impactante es el crudo juego de las apariencias y los roles duales, que permiten exponer los contratiempos que le corresponden vivir al protagonista Rodolfo Contreras, para poder sepultar a su tía, una famosa actriz de telenovelas, en el susodicho cementerio.
Como leímos el texto original y vimos el espectáculo que José Domínguez –a buena hora se ha convertido en el brazo izquierdo de Alfaro- creó y llevó a buen puerto, tenemos que admitir, con profundos satisfacción, que Rajatabla no se rinde e insiste en la incesante búsqueda de una audiencia, la cual no puede ser sino la que siempre lo ha acompañado y que ahora tiene nuevas generaciones, por supuesto más exigentes y más conocedoras.
Creemos que el texto, sometido a la severa estructura de un diestro guionista, y con ese elenco rajatablino se podría transformar en un agresivo espectáculo cinematográfico o televisivo, sin muchos escenarios e incluso utilizando las técnicas del europeo Dogma o las del cine atómico de Alberto Arvelo.
Nada serio
Actúan en ese “nada serio” cementerio de Los dioses del sur, con derroche de energía y talento, en este orden: Gerardo Luongo, Rafael Marrero, Mayo Higuera, Dora Farias y Demmis Gutierrez, y con ellos Pedro Pineda y Simona Chirinos, quienes se roban el show, en una participación muy especial como “las Moiras”. Eduardo Bolívar es el musicalizador y David Blanco hace la iluminación del camposanto. La producción artística y diseño de vestuario es trabajo de Rufino Dorta. La escenografía es tarea de Héctor Becerra. La producción, nada menos, es trabajo conjunto de Luongo y Alfaro. Y José Domínguez es el director y puestista. Las funciones son de jueves a sábados a las 8:00pm y los domingos a la 6:00 pm.
El 37 aniversario de la agrupación -ya pasó del primer centenar de montajes- lo festejó anunciando la programación 2008, dedicada íntegramente a una dramaturguia emergente nacional, esa que por ingratas razones no ha podido subir a la escena. Producirá cuatro piezas seleccionadas por intermedio de un concurso donde participaron 48 obras. La temporada, que se hará en la Sala Rajatabla, en ese histórico ángulo recto entre el Ateneo y el Teatro Teresa Carreño, comenzó con Los dioses del sur (Vicente Lira) y proseguirán Contacto (Carmen García Vilar), La jaula big show (Héctor Castro) y José Amindra (Roberto Azuaje) para cerrar este nada halagador año.
Los dioses del sur es una tragicomedia venezolana por los cuatro costados, donde se juega y se trafica con los cadáveres en un cementerio y donde vale más la trampa que la verdad, cuyos personajes son simples marionetas de un insólito juego burocrático que nadie denuncia y nadie reprime. La pieza tiene como escenario al Cementerio General del Sur, aquí en Caracas, lo que le permite el autor, utilizando claves de humor mundial, esas que pululan o aplican en la criolla Radio Rochela o en la serie gringa de La familia de los Monster, denunciar como ese histórico campo santo se ha convertido en una guarida de malhechores que trafican con los terrenos, las tumbas y hasta los propios difuntos, al tiempo que sirve de refugio a toda clase de malandros, drogadictos, y otros “bichos” que por ahí vagan.
Este argumento no es imaginación pura de Vicente Lira. Está basado en hechos reales que él conoció y además constató. Ha utilizado el escenario, con proverbial estilo y tomando prestado algunos mitos griegos y latinoamericanos, para denunciar eso que es público y notorio, pero con humor desopilante. ¡Es un dramaturgo que recién comienza y lo hace con madurez de estilo!
Esta precisa y artística producción de Rajatabla, o sea Los dioses del sur, por aquello de que hay dos Moiras o fantasmas de las tumbas, no es otra cosa que una entretenida comedia de enredos, la cual oscila entre la tragicomedia tradicional y el show televisivo, donde lo impactante es el crudo juego de las apariencias y los roles duales, que permiten exponer los contratiempos que le corresponden vivir al protagonista Rodolfo Contreras, para poder sepultar a su tía, una famosa actriz de telenovelas, en el susodicho cementerio.
Como leímos el texto original y vimos el espectáculo que José Domínguez –a buena hora se ha convertido en el brazo izquierdo de Alfaro- creó y llevó a buen puerto, tenemos que admitir, con profundos satisfacción, que Rajatabla no se rinde e insiste en la incesante búsqueda de una audiencia, la cual no puede ser sino la que siempre lo ha acompañado y que ahora tiene nuevas generaciones, por supuesto más exigentes y más conocedoras.
Creemos que el texto, sometido a la severa estructura de un diestro guionista, y con ese elenco rajatablino se podría transformar en un agresivo espectáculo cinematográfico o televisivo, sin muchos escenarios e incluso utilizando las técnicas del europeo Dogma o las del cine atómico de Alberto Arvelo.
Nada serio
Actúan en ese “nada serio” cementerio de Los dioses del sur, con derroche de energía y talento, en este orden: Gerardo Luongo, Rafael Marrero, Mayo Higuera, Dora Farias y Demmis Gutierrez, y con ellos Pedro Pineda y Simona Chirinos, quienes se roban el show, en una participación muy especial como “las Moiras”. Eduardo Bolívar es el musicalizador y David Blanco hace la iluminación del camposanto. La producción artística y diseño de vestuario es trabajo de Rufino Dorta. La escenografía es tarea de Héctor Becerra. La producción, nada menos, es trabajo conjunto de Luongo y Alfaro. Y José Domínguez es el director y puestista. Las funciones son de jueves a sábados a las 8:00pm y los domingos a la 6:00 pm.
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