La tortura es sombra del poder. No existe ninguna etapa de la humanidad donde dominados o dominadores no hayan sido victimas de procesos torturantes para que digan o hagan todo lo contrario a lo que quieren o piensan. En síntesis, asecha a todos y todas. ¡Singular espada de Damocles que amenaza a los pueblos!
Recordamos la historiografía y las aplicaciones de la tortura, sin aclarar que nos refiramos a la mental o la física, porque hace temporada en la Sala Experimental del Celarg la agrupación Teatro del Silencio con su espectáculo Reunión de muertos en familia, escrita, dirigida y actuada por Alberto Rowinsky y coprotagonizada por su hija Nova Rowinsky. Ahí, esa nefasta invención de los seres humanos es esencia y tema, por lo que tal acto teatral en sí no es grato ni placentero, sino amargo y doloroso, además de altamente preocupante porque nadie puede ignorar que siempre la realidad es superior a la ficción escénica.
No es propiamente un estreno como tal. Ya que Reunión de muertos en familia había sido estrenada durante el caraqueño noviembre de 1983 y guardada obligatoriamente porque oscuras fuerzas eliminaron al protagonista de ese entonces: Héctor Duvauchelle. Ahora retorna a la escena con la regia caracterización de la hija del dramaturgo, pero la historia es la misma: Andrea, secuestrada por un organismo represivo de un régimen latinoamericano, en la prisión es sometida sistemáticamente a todo tipo de vejámenes. En el delirio de su dolor corporiza la figura de su progenitor, muerto el día en que se instauró un régimen de facto, con quien tenía una relación conflictiva. En las discusiones de hija y padre surgen varios de los problemas que complican la estabilidad psíquica y emocional de Andrea: su hermano David, muerto en un allanamiento de la policía; Iván, su compañero de vida y de lucha, desaparecido y la figura de la madre, único personaje que aún vive y que respalda a la dictadura. El calvario de Andrea permite materializar una visión de esa realidad que las nuevas generaciones no conocen sino en el cine.
¿Qué fue lo que hizo el director Rowinsky? En un espacio cerrado y mínimo, como es la sala experimental del Celarg, vistió –a partir de una idea de Silviainés Vallejo- al padre y a la hija con pantalones y camisas elaboradas con telas que reproducen noticias y titulares de los periódicos, como para subrayar así la complicidad de los medios en las sangrientas guerras contra los rebeldes americanos durante el siglo XX, para no hablar de otras épocas. Y utilizando contraluces y cenitales que cortan los cuerpos, claroscuros que insinúan personajes al borde del abismo, movió a sus personajes. Todos ellos inmersos en un siniestro contexto donde la realidad y los sueños se materializan para mostrar el drama de una luchadora política y así proponer una reflexión donde inteligencia, afectos y sentimientos obligan a decidirse por un bando: los dominados o los que sufren persecución y castigo por sus ideas.
Es un espectáculo no apto para cardíacos ni para los que no tengan en paz sus conciencias. Es una creación que debe ser mostrada a los cuerpos policiales y militares de América entera para que nunca jamás hagan eso a ningún ser humano, para que no se presten a la degradación de los seres humanos que adversan ideológicamente a sus jefes de turno. Por supuesto que esto es imposible, porque el poder necesita de torturadores y otras alimañas más. Y no conviene que los represores piensen.
Es loable no sólo el trabajo de Nova, sino también el soporte que brindan Elodie Bernardeau y Félix Herrera, además de la sólida presencia de Alberto como el fantasma del padre que auxilia a su hija Andrea.
Se trata, pues, de la materialización de una suma de historias ocurridas en etapas pretéritas de este balcanizado continente. Y eso ha sido recordado, una vez más, por Reunión de muertos en familia ¿Volverán?
¡Estamos seguros que algún día, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasarán los hombres y las mujeres libres para construir una sociedad mejor…donde la tortura será una saga ingrata del pasado!
Recordamos la historiografía y las aplicaciones de la tortura, sin aclarar que nos refiramos a la mental o la física, porque hace temporada en la Sala Experimental del Celarg la agrupación Teatro del Silencio con su espectáculo Reunión de muertos en familia, escrita, dirigida y actuada por Alberto Rowinsky y coprotagonizada por su hija Nova Rowinsky. Ahí, esa nefasta invención de los seres humanos es esencia y tema, por lo que tal acto teatral en sí no es grato ni placentero, sino amargo y doloroso, además de altamente preocupante porque nadie puede ignorar que siempre la realidad es superior a la ficción escénica.
No es propiamente un estreno como tal. Ya que Reunión de muertos en familia había sido estrenada durante el caraqueño noviembre de 1983 y guardada obligatoriamente porque oscuras fuerzas eliminaron al protagonista de ese entonces: Héctor Duvauchelle. Ahora retorna a la escena con la regia caracterización de la hija del dramaturgo, pero la historia es la misma: Andrea, secuestrada por un organismo represivo de un régimen latinoamericano, en la prisión es sometida sistemáticamente a todo tipo de vejámenes. En el delirio de su dolor corporiza la figura de su progenitor, muerto el día en que se instauró un régimen de facto, con quien tenía una relación conflictiva. En las discusiones de hija y padre surgen varios de los problemas que complican la estabilidad psíquica y emocional de Andrea: su hermano David, muerto en un allanamiento de la policía; Iván, su compañero de vida y de lucha, desaparecido y la figura de la madre, único personaje que aún vive y que respalda a la dictadura. El calvario de Andrea permite materializar una visión de esa realidad que las nuevas generaciones no conocen sino en el cine.
¿Qué fue lo que hizo el director Rowinsky? En un espacio cerrado y mínimo, como es la sala experimental del Celarg, vistió –a partir de una idea de Silviainés Vallejo- al padre y a la hija con pantalones y camisas elaboradas con telas que reproducen noticias y titulares de los periódicos, como para subrayar así la complicidad de los medios en las sangrientas guerras contra los rebeldes americanos durante el siglo XX, para no hablar de otras épocas. Y utilizando contraluces y cenitales que cortan los cuerpos, claroscuros que insinúan personajes al borde del abismo, movió a sus personajes. Todos ellos inmersos en un siniestro contexto donde la realidad y los sueños se materializan para mostrar el drama de una luchadora política y así proponer una reflexión donde inteligencia, afectos y sentimientos obligan a decidirse por un bando: los dominados o los que sufren persecución y castigo por sus ideas.
Es un espectáculo no apto para cardíacos ni para los que no tengan en paz sus conciencias. Es una creación que debe ser mostrada a los cuerpos policiales y militares de América entera para que nunca jamás hagan eso a ningún ser humano, para que no se presten a la degradación de los seres humanos que adversan ideológicamente a sus jefes de turno. Por supuesto que esto es imposible, porque el poder necesita de torturadores y otras alimañas más. Y no conviene que los represores piensen.
Es loable no sólo el trabajo de Nova, sino también el soporte que brindan Elodie Bernardeau y Félix Herrera, además de la sólida presencia de Alberto como el fantasma del padre que auxilia a su hija Andrea.
Se trata, pues, de la materialización de una suma de historias ocurridas en etapas pretéritas de este balcanizado continente. Y eso ha sido recordado, una vez más, por Reunión de muertos en familia ¿Volverán?
¡Estamos seguros que algún día, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasarán los hombres y las mujeres libres para construir una sociedad mejor…donde la tortura será una saga ingrata del pasado!
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